“He continuado en Alumbrar con ese tono a medio camino entre la ficción y el documental en el que un personaje, que no sé si soy yo, quiere experimentar con los sentimientos mediante el amor, o su ausencia, entre las mujeres que ha conocido”, explica el director y protagonista absoluto del filme y de la trilogía, cuyo primer tramo tuvo por título Capturar. Cortar, de próximo estreno, pondrá fin a este viaje sentimental. “Cada película es independiente de las otras dos, expresa un momento especial del protagonista. En Capturar iba al encuentro (o esa era la intención) de la actriz principal de mi primera película: Los hijos del viento. Aquí compruebo, por medio de las mujeres que me han importando, que es la soledad la compañera inseperable de los que vivimos la existencia cambiando de piel y de perspectiva”.
“Me gusta mucho caminar por el borde, asomarme al abismo de la creación, y en Alumbrar y en la trilogía estoy francamente con un pie en el vacío. He manifestado que Las 1001 novias la componen "películas vivas”, porque se van haciendo mientras se rueda. No solo por el presupuesto ajustado del que dispongo, sino porque es mi concepción del hecho cinematográfico”, afirma Merinero, autor de filmes inclasificables como Agujetas en el alma, Casting o el documental Las huellas de Dylan.
“Yo creo que Alumbrar es una cinta divertida e interesante. Todo menos aburrir, que es lo peor que te puede pasar en un cine. Describe bien cómo pueden ser las relaciones de pareja, y aunque soy hombre, he buscado que se equilibre el peso del punto de vista femenino y el masculino”. El realizador rodó el largometraje en Madrid, Cádiz y Málaga.