Los estrenos del 22 de noviembre
‘Ardara’
TODAS LAS ALEGRÍAS Y TRISTEZAS
ALBERTO ÚBEDA-PORTUGUÉS
La ópera prima de Raimon Fransoy y Xavier Puig es esta intrigante e hipnótica cinta que juega con el falso documental, rodada en diferentes periodos durante los últimos años entre Barcelona, Menorca y Slieve League (Irlanda). Al timón del reparto se sitúa Bruna Cusí, la actriz que obtuvo un Goya por Verano 1993 (Carla Simón).
Macià (Macià Florit) decide visitar Irlanda siguiendo una ruta que sus padres hicieron 20 años atrás. Bruna (Bruna Cusí) y María (María García Vera) buscan un lugar para desconectar. Sus viajes se cruzan en Ardara (Ulster), donde comparten los últimos días de verano. Frente a los acantilados más altos de Europa, otros viajeros encuentran una cámara con grabaciones tanto de los tres amigos como de la gente que los conoció. Pero ellos han desaparecido.
“Pese a que ha llegado a la cartelera tras otros trabajos, Ardara ha sido el primer largometraje de mi carrera, por lo que estoy muy agradecida a Raimon y Xavier, son dos tipos maravillosos”, dice Bruna Cusí. Además de en Verano 1993, ha brillado en Incierta gloria (Agustí Villaronga), por la que fue nominada a los Premis Gaudí. También ha aparecido en las películas Escapada (Sarah Hirtt) y La reina de los lagartos (Burnin’ Percebes) y en los cortos Tenemos que hablar (Dimas Rodríguez), Miranda e It girl (estos dos con dirección de Oriol Puig Playà). En 2020 la veremos en los filmes Hogar (de los hermanos Álex y David Pastor), Mía y Moi (Borja de la Vega) y La reina del Raval (Lluís Danés), donde compartirá los focos con Nora Navas y Roger Casamajor.
“María y yo encarnamos a dos jóvenes actrices de Barcelona que deambulan perdidas de un lugar a otro de Irlanda hasta llegar a esos acantilados tenebrosos”, expone Cusí, que en la pequeña pantalla ha tenido destacadas actuaciones gracias a las series Cites, Pulseras rojas, La mujer del siglo, El día de mañana, Instinto y El alienista (en esta última al lado de Daniel Brühl para Netflix). Entre las piezas de teatro de su currículum seleccionamos El meu poble i jo, (con dirección de Lluís Danés) y Ensinistrarem els nostres fills’ (de Marc Artigau para el el Teatre Lliure).
Su compañera de aventuras en Ardara es la murciana María García Vera, con experiencia en cintas como Entre el cielo y el mar (Chumilla Carbajosa), Irene i Maria y Los campos magnéticos (estas de Lluís de Sola). También ha sobresalido en montajes de teatro como Pienso cosa digo silla y en el espectáculo de danza Ocupaciones.
“Macià es un chico de 23 años que, sin pensarlo mucho, sin decírselo a nadie, se va a Irlanda. No sabemos lo que deja atrás, pero algo se ha roto en su interior”, señala Macià Florit. El menorquín debuta como actor en Ardara. Colaborador habitual de los citados directores Fransoy y Puig, ha intervenido en los cortos Una habitació buida y Pedra pàtria.
Un cuarto personaje importante es el de Elisabet Casanovas (la exnovia de Macià), que posee una prometedora trayectoria televisiva gracias a Merlí, Benvinguts a la família o Imberbe. Sobre el escenario le avala La senyora Florentina i el seu amor Homer (Sergi Belbel).
La manera en que contamos las cosas
“Ardara indaga en el hecho de contar o narrar lo que sucede, la manera en que plasmamos y llamamos a las cosas. Es decir, el modo de comprender el mundo”, afirman los cineastas Raimon Fransoy y Xavier Puig. Ambos son autores de los documentales musicales Adrià Puntí (acerca del conocido músico catalán), Fort Pienc (sobre jazz) y La gent no s’adona del poder que té. Festival Altaveu. 30 anys de música en directe. Son además los responsables de la plataforma de vídeos musicales en Internet Tots Sants. “Es importante lo que cuentan o les ocurre a los personajes que interpretan de Bruna Cusí, María García Vera y Macià Florit, pero también cómo les ven los demás, momentos que aprovechan para autointerrogarse sobre sus vidas, sobre la alegría o la sorpresa que supuso su encuentro”, explican los cineastas.
Ardara es una de las películas más innovadoras e interesantes de la presente cartelera de otoño. A ratos parece un drama a tumba abierta, con reveladoras confesiones íntimas a la cámara; en otros momentos se desliza hacia la comedia alocada propia de tres veinteañeros ávidos de experiencias nuevas; y casi siempre es una poética road movie que quizá puede ser el principio de una vida distinta o el final de todas las alegrías y las tristezas.