Palmeras en la nieve es el tipo de filme en la que brillan con especial fuerza los personajes secundarios. El de Alain Hernández (Jacobo, hermano de Kilian/ Casas); el de Luis Callejo (Gregorio, rival del protagonista); el de Macarena García (la eterna enamorada de Jacobo) o el del siempre excelente Emilio Gutiérrez Caba (patriarca de la familia). “Yo soy la cara amable de la película. Un hombre que lleva muchos años en la isla y respeta las costumbres locales”, comenta el veterano intérprete, que estrenó en septiembre Anacleto, agente secreto, de Javier Ruiz Caldera.
Porque debuta en el cine, por su belleza, por el talento que ha demostrado en la serie que la ha lanzado, Vis a vis, Berta Vázquez (el gran amor de Casas en Guinea) es otro de los polos de atracción de Palmeras en la nieve. “Para mí, hay un antes y después de la película. Nunca podré olvidar a Bisila, esa mujer tan hermosa en todos los sentidos que incorporo”, afirma Vázquez, de padres etíopes y criada en Elche desde que tenía tres años.
Diez millones de razones
Es un síntoma de vigor de nuestro cine que un filme como Palmeras en la nieve sea una realidad, porque demuestra que hay una industria –pese a los problemas que arrastra el medio- capaz de cualquier empeño. “Es la producción española más cara de los últimos años [10 millones de euros]. Entre otras muchas cosas, levantamos un poblado en Gran Canaria a semejanza del que había cerca de la plantación de Fernando Poo, la cual también recreamos. Hemos localizado en lugares muy exóticos, con un equipo técnico y artístico completísimo, un gran director … [risas] Lo tenemos todo para triunfar”, recita alegremente González Molina, que va a continuar en la senda de la adaptación de best sellers con la Trilogía del Baztán, de Dolores Redondo.
Deberíamos acostumbrarnos a degustar películas con las pretensiones de Palmeras en la nieve, que, plasmando la liquidación del último reducto de colonización española, refleja con intensidad un amor que salta las barreras políticas o raciales, absorbiéndonos en todo momento hasta casi convertirnos en un personaje más de esta historia amarga y fascinante. Se apresta el filme de González Molina a competir sin complejos, exhibiendo sus armas, con el cine foráneo de gran presupuesto que puebla las pantallas en estas fechas navideñas.