Amplio reparto coral
Edu Ferrés (el mecánico) ha participado en las series Amar en tiempos revueltos, La pecera de Eva o la webserie Nadia en cuesta. En cine ha colaborado en Faraday y Amor tóxico, las dos de Norberto Ramos del Val. “Hemos remado todos hacia el mismo lado y así conseguimos hacer la película. En cuanto a mi cometido, puedo decir que no sé ni cambiar una rueda”, ríe Ferrés.
Con gesto duro y voz firme, Marta Larralde es la ejecutiva de la empresa que controla a los trabajadores. Últimamente vimos a la actriz de Vigo en La playa de los ahogados, de Gerardo Herrero. La madrileña Bárbara Santa-Cruz es una teleoperadora con escasa suerte en sus llamadas. Destacó la intérprete en los filmes de Borja Cobeaga Pagafantas y No controles; y en Esa sensación, de Juan Cavestany, Julián Génisson y Pablo Hernando.
“Primero ejerzo de puta, luego soy también limpiadora y después... ya no sé”, dice, risueña, Anahí Beholi, a la que recordamos de Ispansi y 2 francos, 40 pesetas, ambas de Carlos Iglesias. Un carnicero malencarado y huraño es el papel encomendado al donostiarra Josean Bengoetxea, con excelentes actuaciones en Loreak, de Jon Garaño y Jose Mari Goenaga; y Negociador, del citado Cobeaga.
Intérprete de filmes como La vergüenza, de David Planell; o Los Borgia, de Antonio Hernández, Esther Ortega da vida a una costurera que está harta de trabajar en un lugar donde todo lo que hace no sirve para nada. “David es un ser encantador y enseguida nos convenció de que debíamos participar en ‘una película estupenda para la que no hay dinero, pero no importa’, nos dijo”, señala con gracejo Ortega.
Igualmente reseñables son las intervenciones de Marina Salas (chica de las piezas), que encarnó a Leonor de Austria en la serie Carlos, Rey Emperador; José Luis Torrijo (el albañil), Goya al mejor actor revelación por La soledad, de Jaime Rosales; Daniel Pérez Prada, en el reparto de Cómo sobrevivir a una despedida, de Manuela Burló; o el veterano Bruto Pomeroy (el camarero de la nave), con filmes en su currículo como El día de la bestia, de Álex de la Iglesia; o Los mánagers, de Fernando Guillén Cuervo. “He estado en todos los cortos de David y comprobado a lo largo del tiempo cómo ha adquirido una gran conciencia social, plasmada a las mil maravillas en La mano invisible”, resume Pomeroy.