“Nunca había hecho un papel tan importante”, dice De Molina, que a todos nos enamoró en Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba, Goya a la mejor intérprete revelación. También la hemos visto recientemente en las agradables Cómo sobrevivir a una despedida, de Manuela Moreno, y Solo química, de Alfonso Albacete. “Soy una actriz a la que le gusta desconectar cuando acaba la sesión de rodaje, pero en este caso ha sido muy complicado, porque la situación que vive Rocío era tan dolorosa que apenas me dejaba dormir”, explica emocionada esta estrella de 25 años que en la última Berlinale recibió el European Shooting Star, prestigiosa distinción que recompensa a los talentos emergentes del cine europeo. Con total merecimiento, añadimos nosotros.
Una actriz tan experimentada como la pacense y sevillana de adopción Mariana Cordero apoya la interpretación de De Molina en el papel de una vecina que comprende casi sin palabras por lo que está pasando el personaje central. “No hay trampa ni cartón en Techo y comida. Todo el mundo sabe cómo están las cosas en España y, pese a no contar con ayudas oficiales, es maravilloso que esta película exista y denuncie con tanta fuerza los apuros de la gente”, comenta Cordero. Su última aparición en pantalla fue en Blue Lips, de Nacho Ruipérez, entre otros realizadores. También la recordamos en la miniserie de Benito Zambrano Padre Coraje.
Otras actuaciones destacadas en el filme (rodado en Jerez de la Frontera) son las de Gaspar Campuzano (el dueño del piso de Rocío), Premio Nacional de Teatro en 2010 con su grupo La Zaranda; Manuel Tallafé (proporciona un trabajo cutre a la protagonista), que ha intervenido en muchas de las películas de Álex de la Iglesia; y el niño Jaime López, seleccionado para ser Adrián, el hijo de De Molina en el filme, en un casting de más de 150 chavales. “Hemos tenido una relación muy bonita durante el rodaje, como si de verdad fuéramos madre e hijo”, revela De Molina.