Desde que protagonizó Lo mejor de mí, de Roser Aguilar, la madrileña Marian Álvarez ha sido reconocida como una de nuestras mejores actrices. Se consagró definitivamente con la mencionada La herida, Goya a la mejor intérprete y Concha de Plata por su actuación en el Festival de San Sebastián; y después hemos admirado su talento en los filmes Felices 140, de Gracia Querejeta; o Lobos sucios, de Simón Casal. “Yo concibo Morir como una recompensa al trabajo. Tengo una confianza plena en Fernando, que es amigo de los riesgos y de las películas elaboradas, y eso es un acicate incuestionable para la gente de nuestro oficio”, explica Álvarez, actriz que también nos encandiló en Cien años de perdón, de Daniel Calparsoro; y La niebla y la doncella, de Andres M. Koppel.
Por su parte, Andrés Gertrúdix es, desde hace ya tiempo, un actor imprescindible en el cine más alternativo y fresco de nuestra producción. Recordemos sus magníficos trabajos en El árbol magnético, de Isabel de Ayguavives; 10.000 noches en ninguna parte, de Ramón Salazar; o su reciente colaboración en el papel de un republicano español encarcelado por los nazis en El jugador de ajedrez, de Luis Oliveros. “Ensayamos mucho antes de rodar, pero Fernando nos animaba en el set a que diéramos rienda suelta a nuestra creatividad. Al ser muy riguroso con lo que desea mostrar, sabe perfectamente en qué momento hay que frenar. Es un enamorado de la tarea del actor”, comenta Gertrúdix, que acaba de filmar Alegría, tristeza, miedo, rabia, de Ibon Cormenzana. Álvarez, a su lado, señala que “la comunicación entre los tres ha sido constante, siendo siempre muy sinceros cuando estábamos inseguros de lo que hacíamos en una secuencia”.
El director Franco supo en seguida, cuando comenzó a elaborar el guion, que quería a Álvarez y Gertrúdix para protagonizar Morir. “Era fundamental su concurso. Por eso, no tuve inconveniente en retrasar el rodaje al anunciarme que no podían hacerlo en las fechas previstas”. El motivo de la espera fue que ambos intérpretes, pareja en la vida real, tenían que prepararse para ser padres.