El secreto de Raúl Arévalo
“Aunque mi carrera profesional, hasta ahora, ha estado ligada a la actuación, mi sueño desde niño ha sido siempre dirigir. En todos estos años, cada trabajo como actor ha sido para mí un aprendizaje hacia la dirección. Con esta película, por fin, cumplo ese anhelo”, confiesa Raúl Arévalo, el actor de comedias como Las ovejas no pierden el tren, de Álvaro Fernández Armero; y policíacos como La isla mínima, de Alberto Rodríguez, por la que estuvo nominado al Goya. “Uno de los retos era plasmar todo lo que sucede con el máximo realismo posible. Contar mi punto de vista sobre la violencia: una violencia seca, cruda, áspera, como en la vida misma. Y hacerlo a través de un argumento y una estructura llenos de intriga”, aclara.
El actor-director nacido en Móstoles habla de lo que conoce, de lugares y situaciones con las que ha crecido. “Barrios de periferia, pueblos de Castilla, bares de serrín en el suelo en los que se juega al mus, hostales de carretera... Hay que ir a lo más profundo de nuestras raíces para narrar una historia que al final, si habla de seres humanos, es universal”, explica Arévalo, cuyo próximo estreno como intérprete será Oro, de Agustín Díaz Yanes.
Buceando con sutileza y amor en el mejor cine de Sam Peckinpah, Walter Hill o Quentin Tarantino, Arévalo teje un filme de una energía abrumadora. Contiene humor, dolor, tensión, sexo y emoción genuina que nos deja literalmente clavados en la butaca. Pocas veces tenemos la oportunidad de reverenciar a un nuevo director que sepa tan bien, con tanto rigor y austeridad lo que quiere expresar, con un pulso firme y una puesta en escena inteligente y detallista que nos arrebata. Apresúrense a ver esta maravilla que engrandece al cine español.