– ¿Pensó entonces que podía ganarse la vida con la interpretación?
– No tenía seguridad en que pudiera ganarme la vida actuando, pero sí sabía que no iba a hacer otra cosa.
– ¿Cómo llega usted a Madrid?
– Cuando volví de Italia empecé a trabajar como profesional en Valladolid, pero me enteré de que en Madrid había un grupo, Teatro Guirigay, que viajaba por todo el mundo haciendo espectáculos de calle y de sala. Así entré en contacto con la escena madrileña.
– ¿Existe una verdad teatral, llamémoslo así, que solo sea accesible con autores determinados, o uno puede acceder a la verdad teatral casi con cualquier obra?
– Hay muchos tipos de verdad, y eso se manifiesta a través del estilo. Para mí esto es importante y uno lo encuentra en el periodo de investigación. Cuando estás investigando en un proyecto te introduces en un universo particular. Ese universo tiene su verdad. No creo que haya un solo tipo de verdad.
– ¿Y todas son igual de valiosas?
– Yo creo que sí, siempre que de fondo haya un respeto por uno mismo, por lo que está haciendo y por los espectadores. Si tú tienes algo que aportar con ese proyecto, sea del tipo que sea, entonces todo es interesante. Yo siempre intento que las cosas en las que trabajo tengan un trasfondo que suponga algo de interés, riqueza, investigación, polémica, crecimiento, educación…