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FUERA DE CAMPO

Esa ventana al mundo

 ELISA FERRER

Ilustración: Luis Frutos


La semana pasada estuve de viaje, descubrí restaurantes nuevos, dejé de lado el trabajo, apenas encendí el ordenador, conocí a gente interesante, gente de otras partes del mundo con quienes cada conversación era estimulante, profunda, un pequeño viaje dentro del viaje. Aunque ni siquiera salí de mi ciudad, era como si por unos días fuera otra, porque se convirtió en una ventana para las películas producidas por países bañados por el Mediterráneo, esas que normalmente no son fáciles de encontrar en los circuitos comerciales.  En un espacio de encuentro para los amantes del cine se convirtió un año más la sede de la Mostra de València Cinema del Mediterrani, que este año celebraba su XXXV edición. 

 

Siempre he asistido a la Mostra como espectadora. Picoteaba de la sección oficial, de la informativa, de cada uno de los ciclos, y aprovechaba para ver películas de países como Argelia, Croacia, Grecia; aprovechaba para descubrir nuevos intérpretes, nuevos lenguajes, nuevos mundos. Este año ha sido distinto, aún más especial, porque he tenido la suerte de formar parte del Jurado Internacional del Festival junto a Ayten Amin y Soudade Kaadan, directoras de cine de Egipto y Siria; Emilie Piponnier, actriz francesa, y Massimo Lechi, crítico italiano. Gente increíble, con una pasión desbordante por y para el cine. 

 

Nunca había formado parte del jurado de un festival de cine, y ahora solo quiero vivir la experiencia año tras año; ver películas de la sección oficial cada día para debatirlas hasta la extenuación, tener en cuenta detalles mínimos, llenar comidas y cenas de largas charlas sobre el guion, los intérpretes, la fotografía, la música, sobre por qué algo funciona, por qué no; reflexionar y escuchar opiniones, argumentos tras cada proyección, entender que el arte se percibe desde la subjetividad, porque una historia puede hablarte de distintos modos según quién seas, de dónde vengas, en qué momento estés; y pocas cosas hay tan enriquecedoras como escuchar a gente que ama el cine hablar sobre una película que le ha enamorado, sobre una que ha odiado, sobre lo que habría necesitado aquella otra para ser redonda, para zarandear, tocar la fibra. 

 

Han sido días en los que he descubierto lo difícil de decidir un palmarés, de aunar las opiniones de cada miembro del jurado, del dolor de dejar fuera alguna de mis preferencias, de la alegría de premiar aquellas películas que me han apasionado. Tras horas de deliberación divertida y acalorada decidimos otorgarle la Palmera de Oro a Favolaccedirigida por los hermanos Innocenzo, que también se alzaron con el premio al mejor guion por una película brillante, malsana, que zarandea los pilares de la sociedad italiana, los cimientos de las familias de clase media; la Palmera de Plata recayó en la última película del director macedonio Milcho Manchevski, Willow, que, rodada con una sensibilidad extrema, narra a través de los años la relación entre mujeres y maternidad; la Palmera de Bronce fue para Por la libertad (The end will be spectacular) de Ersin Çelik, coproducida por Irak, España y Siria, y que con todas las dificultades posibles (rodada con un teléfono móvil y gracias al esfuerzo de jóvenes cineastas sin recursos) narra los cien días de resistencia de los kurdos en el barrio Sur de Diyarbakir ante el ejército turco. La mejor actriz fue la kosovar Adriana Matoshi por su genial interpretación en Zana, de Antonieta Kastrati, y el de mejor actor recayó en el sirio Firas Nassar por Between Heaven and Earth, de Najwa Najjar. Nombres que nos son ajenos, propios de un star system desconocido. Largometrajes que no suelen pasar por nuestras carteleras, pero que deberíamos reclamar por sus propuestas, su calidad, porque no solo de Hollywood vive el cine. 

 

No solo de Hollywood viven los festivales. Y si cada año es difícil sacarlos adelante, este lo ha sido especialmente debido a las condiciones sanitarias actuales, a los reajustes a las que se vieron obligadas las proyecciones nocturnas a causa del toque de queda. Pero, a pesar de todo, la Mostra de València ha dejado claro, gracias al público que llenó día a día las salas, que la cultura interesa, es segura, que el cine es necesario. Como dijo la Palmera de Honor, María de Medeiros, que llenó València con sus obras y su magnetismo, “la Mostra ha sido un oasis de buen cine”. Un oasis al que volver de viaje cada año sin moverse de la ciudad, sin salir de la sala de proyección, esa ventana al mundo. 

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, Valencia, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

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