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FUERA DE CAMPO

Antidisturbios, ese furgón cargado de masculinidad tóxica

 ELISA FERRER

Ilustración: Luis Frutos

 

Esta columna llega tarde. Ya todo el mundo ha visto la serie, ha opinado, ha leído críticas que la ensalzan. Últimamente llego tarde a todo. Es difícil seguir las conversaciones. Cuando he escalado la montaña de novedades que coronaba mi estantería, la gente empieza a comentar libros que acaban de llegar a los escaparates, esos que ni siquiera me ha dado tiempo a comprar. Hablo de la última serie que he visto y para casi todos ya es agua pasada, está demodé, y lo que quiero decir sobre ella pronto se agota porque alguien me interrumpe con esa otra serie que recién estrenan, que es la hostia, claro, y me siento perdida otra vez. 

 

Me encantan las novedades, pero las novedades me abruman, son tantas, son muchas y mis horas las mismas, aunque se me escurren entre las manos cada vez más rápido, como el gel hidroalcohólico líquido, ese que huele a vodka, el que compré por error y nunca se acaba. Me enredo, pero os quería decir que sé que llego tarde para hablaros de Anditisturbios, que ya la habéis visto, la habéis comentado, habéis leído los mil artículos que hablan de lo maravillosa que es. Porque es verdad, es maravillosa, y por eso pensé en verla con la calma, en degustarla, en pararme a reflexionar después de cada capítulo. Pero he sido incapaz. La serie es adictiva y es imposible terminar un capítulo sin querer ver el siguiente. Y sin darte cuenta, te la zampas en dos noches, tú, que querías bajarte de la dictadura de lo nuevo, del binge watching, de comerte un capítulo tras otro sin tiempo para repensarlo. 

 

Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen saben lo que hacen. Lo hemos visto en las películas que han escrito juntos, en cómo manejan el suspense, en cómo dan una vuelta de tuerca en el momento justo, en cómo sus personajes son personas, en cómo sus diálogos suenan a calle, a cotidianeidad. Antidisturbios también respira verdad, verdad en las casas donde habitan los protagonistas porque parecen vividas, reales, y no los catálogos de Ikea a los que nos acostumbran muchas ficciones. Transpira autenticidad en la dirección de Sorogoyen y de Borja Soler, que escogen siempre el plano adecuado, el gesto justo, el movimiento de cámara que nos mete de cabeza en la historia, o ese ojo de pez que distorsiona una realidad que, pronto veremos, nos llega siempre filtrada por los medios, por las instituciones. Y nos sumerge en la vida de unos personajes creíbles, profundos, cargados de capas. 

 

A esta profundidad de los personajes ayudan las interpretaciones, magníficas, tan creíbles que dan miedo, que me han tenido ojiplática frente a la pantalla. Porque el furgón cargado de la testosterona de los antidisturbios, a los que dan vida Raúl Arévalo, Hovik Keuchkerian, Álex García, Patrick Criado, Roberto Álamo y Raúl Prieto, es sinónimo de violencia, de tensión. Y angustia, y oprime. Del otro lado, lleva la batuta la mirada de Vicky Luengo, toda ojos, actitud, presencia, en una notable interpretación de un personaje obsesivo, incómodo, necesario. 

 

Sí, los antidisturbios representan una de las profesiones más odiosas para gran parte de la sociedad. Sí, es imposible compartir qué piensan los personajes, cómo actúan la mayoría de las veces, pero la serie tiende un hilo al espectador, y con este hilo teje una empatía, un interés, y es imposible no querer saber qué les ocurre, conocerlos mejor. El guion y la puesta en escena nos llevan de la mano para que corramos junto a ellos por una trama en la que nos asomamos al abismo de la masculinidad tóxica, esa que impregna la pantalla, que nos engancha a un suspense que va in crescendo y, sobre todo, que nos muestra la corrupción de las instituciones desde la cúpula. Esa cúpula que pesa, que zarandea a los de abajo, que son quienes la sostienen, la escoria, los que machacan y ejercen violencia para que los de arriba no caigan nunca.

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

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