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FUERA DE CAMPO

Un año más,  'El extraño viaje'

 ELISA FERRER

Ilustración: Luis Frutos

 

Tres hombres y sus boinas beben en las mesas del bar de la plaza del pueblo bajo un sol de justicia (maravilla de expresión) mientras, como cada domingo, repasan quién ha estado y quién no ha estado en misa. También como cada domingo pasa Angelines, esa mujer joven que dice pudrirse en el pueblo, cuyos pasos siempre van acompañados por piropos sobados, por otros no tanto, «Qué andares más modernistas has echado, Angelines». Ella sabe que si quiere triunfar, no puede limitarse a bailar en el casino frente a la orquesta; si quiere triunfar debe irse a la ciudad, escapar de las miradas escrutadoras del pueblo. Porque el pueblo mira a la vez, opina a la vez, es una masa pegajosa y gris, quizá por el blanco y negro de la película, quizá por aquel tiempo en el que todo lo bueno era censurable, sucio (cuando la felicidad estaba mal vista). 

 

Las miradas escrutadoras a veces se dirigen hacia la pequeña torre de la casa que habitan los ricos del pueblo: Ignacia, dominante, resentida, y sus dos hermanos, Paquita y Venancio, niños atrapados en cuerpos adultos, miradas naif, y un cartel en su habitación, «Deja la lujuria un mes y ella te dejará tres». Lo hermanos solteros sólo salen para ir a misa, viven de espaldas al pueblo y sueñan con vivir alejados de ese ambiente cargado, donde todos se conocen, todos se juzgan. Aunque lo que no saben Venancio y Paquita es que su despótica hermana planea escapar con su amante (un músico prometido con la dependienta de la mercería que ameniza el baile del casino, pero que sueña con ser cantante de zarzuela) y abandonarlos en el sur de España. En cuanto los hermanos lo descubran, el plan de Ignacia tomará un tinte trágico (lleno de sangre, lleno de vino).

 

Esta semana le he quitado el polvo al reproductor de DVD para tomarme un respiro, para bajarme un rato del carro de las novedades, tan maravilloso como un árbol lleno de frutas recién maduradas, pero a veces demandante y agotador (zarandear el árbol y que caigan en tropel un montón de manzanas sobre tu cabeza, atontándote), para volver a muchas de esas películas que hacía tiempo que no veía, esas que cuando revisito me propongo proyectar una vez al año, palomitas caseras, mover los labios en las frases que recuerdo a fuego (una pequeña victoria de los peliculones), aplaudir en los créditos finales. Este es el caso de El extraño viaje, la película de 1964 dirigida por Fernando Fernán Gómez que cada vez que revisito, crece, destapa una más de sus muchísimas capas. El guion, escrito con maestría por Manuel Ruiz Castillo y Pedro Beltrán, es una fina crítica a la sociedad puritana, ignorante, alejada de los cambios y las vanguardias que agitaban países cercanos, mientras el nuestro seguía encerrado en sí mismo, sumido en la oscuridad. La puesta en escena del director, moderna y atrevida, supuso una ofensa para los censores, que calificaron la película con la tercera categoría por «inmoral y pornográfica» y frustraron sus posibilidades comerciales. 

 

El año de su estreno en pantalla grande no se vio más que en un cine de Bilbao (y a escondidas). Tuvo que llegar 1969 para que se proyectara, por fin, en València, Sevilla y Madrid, donde los críticos que asistieron al pase se dieron cuenta de que tenían una joya ante ellos. Una joya que no tuvo una gran suerte comercial, pero que hoy encabeza las listas de las mejores películas españolas de muchos críticos y estudiosos (también la mía). 

 

Hoy tenemos la suerte de tener a mano las interpretaciones de Carlos Larrañaga, Rafaela Aparicio, Jesús Franco, Lina Canalejas o Tota Alba, las luces y sombras de ese pueblo de España, de aquellos años en los que las mercerías podían pasar de ser un lugar de encuentro a uno de pecado (involuntario), aunque los bikinis no tuvieran cabida en esas estanterías llenas de fajas y algún que otro corsé medio picantón que más que llenar armarios, llenaba las conversaciones mojigatas de las señoras que tomaban la fresca a la puerta de sus casas.

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

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