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FUERA DE CAMPO

¿El fin de la comedia?

 ELISA FERRER

            

Ilustración: Luis Frutos

 

El cómico de stand up (o la cómica de stand up; hay mujeres en comedia, pero hacen falta más en este mundo de hombres, y seguro que muchas provocan carcajadas desde escenarios de los que aún no hemos oído hablar) está solo ante el peligro, el peligro de un público que tiene el poder de no soltar ninguna carcajada, de ni siquiera sonreírle con empatía mientras él (¡o ella!) se sube al escenario sin más armas que un micrófono, que su sentido del humor. El cómico de stand up se come el escenario (a veces), y suele dar la sensación de que se come el mundo, pero en ocasiones ocurre que cuando baja de las alturas es el mundo quien se lo come a él.


Ignatius Farray nos muestra la vida detrás del escenario de un cómico (él) que con sus perennes hombros caídos asiste impávido a situaciones absurdas, protagoniza equívocos sin sentido, y parece invocar al desastre sin ser consciente de ello. Situaciones que inspiran sus chistes, que buscan el humor, pero a veces duelen. Una serie que arranca carcajadas, pero que sorprende por su ternura, su melancolía, por ser un homenaje al payaso triste, por ser una reflexión continua sobre ese tema que tanto interesa a Juan Ignacio Alemany, la persona detrás del personaje, el de los límites del humor.


En la línea de series como Louie, protagonizada por el cómico Louie CK y supuestamente inspirada en su vida; Curb Your Enthusiasm, la serie de culto de Larry David, o la inolvidable ¿Qué fue de Jorge Sanz? (Jorge Sanz con la camiseta de El inquilino sudando mientras hace footing sin estilo o despertando al inicio de todos los episodios de resaca y en cualquier lugar excepto en su cama son situaciones por las que ya vale la pena revisitar la serie de David Trueba), El fin de la comedia nos mete en la (supuesta) vida de Ignatius Farray. A lo largo de los 12 episodios entramos en las guerras con su ex por la custodia de su hija, en sus diagnósticos médicos, en sus encuentros con personajes increíbles de la noche madrileña, o mejor, malasañera, porque es en Malasaña donde transcurre la mayoría de la serie, entre sus calles, el bar Picnic, o el piso del cómico que en la primera temporada está en un edificio con vecinos de lujo como Javier Cansado. También hay mucho de esto en la serie, de cameos de actores y cómicos de sobra conocidos, como Javier Botet, con apariciones tronchantes, Iggy Rubín, el amigo que sabe mucho de escuchar los dramas ajenos, Broncano y Quequé, por supuesto, tras los micros de La Vida Moderna, Natalia de Molina, grandísima y riéndose de sí misma y de sus Goyas, Juanra Bonet, Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Verónica Forqué o el cameo que disfruta un Iñaki Gabilondo inesperado, entre otros muchos que es imposible nombrar aquí por falta de espacio. También hay personajes de ficción interesantes, como al que da vida Víctor Clavijo, un técnico de ADSL que no sabes si es o un ángel de la guarda o un demente, o el que interpreta Juan Cavestany, el del director de la serie en este juego metaficcional tan bien traído.


Sí, lo sé, llegó tarde a ver El fin de la comedia, creada por Miguel Esteban, Raúl Navarro (creadores de El Vecino) y el propio Ignatius, nominada a los Emmy, a los Premios Feroz, disponible en el catálogo de Amazon Prime, aunque también creo haber llegado en el momento ideal: sin la presión de estar al día, con ganas de reírme, sin saber que, también a ratos, me escocería, con ganas de saber más del Ignatius que ya conozco por la radio, los monólogos, por su último libro. Pero El fin de la comedia tiene más subtexto del que habría imaginado y deja en quien la ve un poso de tristeza que, sin embargo, obliga a sonreír, mientras el póster de Richard Pryor, que antes que nada es una declaración de intenciones, es testigo de los absurdos de un cómico que teme no ser gracioso. Aunque cualquiera que vea la serie tendrá claro que la comedia aún no ha terminado, que de la mano de Ignatius y de su grito sordo tiene carrete para rato.

            
                            
            
                

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

        

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