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FUERA DE CAMPO

Goyas 2021 (o cuando reinventarse es un arte)

 ELISA FERRER

            

La noche de los Goya solíamos cenar donde Gemma, o donde Inés, o donde Jana, íbamos todas, cada una llevaba algo de picoteo y comentábamos hasta el más ínfimo detalle de la gala. Nos emocionábamos con los premios que se llevaban las pelis que habíamos visto, gritábamos cuando alguien conocido estaba entre el público o se llevaba algún Goya, aplaudiendo como madres orgullosas.  Alguien, normalmente yo, la más adicta a las redes, leía en voz alta algunos tuits de esa gente que, con los 140 caracteres de entonces, era capaz de arrancar la carcajada. Y después de la gala, salíamos a celebrar la euforia ajena como si fuera propia hasta apurar la noche.


Este año, en cambio, Matías y yo nos sentamos a ver la gala con pereza, echábamos de menos la reunión multitudinaria, esa maravilla tan prepandémica, tan de otros tiempos, y pensamos que ver una ceremonia con las personas nominadas entrando vía zoom nos aburriría sobremanera. Aun así, preparamos una cena especial, abrimos un buen vino y, aunque habíamos descartado la porra, a última hora de la tarde nos llegó una por el grupo de Whatsapp y pensamos, ¿por qué no? Y la hicimos a pesar de lo imposible que resultaba rellenar los cuadraditos enanos con mis dedos gruesos y un poco lerdos, digitalmente hablando, a pesar de ser yo una orgullosa millennial.


Nada más empezar los Goya, el grupo de Whatsapp echaba fuego, respetando, eso sí, el minuto de silencio con el que abrió la gala. Antonio Banderas, elegante maestro de ceremonias bien acompañado por María Casado, alabó la función de meritorios, de encargados del catering, de taquilleros, de cada una de esas personas que conforman los cientos de eslabones gracias a los cuales puede nacer y verse una película. Una declaración de intenciones que marcó la sobriedad de la gala desde el principio, menos glamour y más trabajo en equipo. Dedicó unas palabras al año que hemos vivido, o malvivido, ese año que tanto daño ha hecho a la sociedad, al cine, con rodajes parados, salas vacías, y tanta incertidumbre.


La ceremonia avanzaba a un ritmo vertiginoso, se ahorraban las subidas y bajadas al escenario, como apuntaba Alma por Whatsapp, que trataba de sacar el lado positivo a las extrañezas de una gala a la que no estábamos acostumbradas, o el In Memoriam que, en lugar de los aplausos desiguales, lució más que nunca acompañado por la voz de Vanessa Martín. Anna, al principio reacia a ver a la gente en sus casas, empezó a emocionarse con cada mensaje de apoyo al cine español que llegaba en forma de vídeo casero de Glenn Close o Robert de Niro o Al Pacino o Isabelle Huppert, de entre una larga lista de actrices y actores de otras cinematografías que, gracias a Antonio Banderas, se asomaron a aplaudir y a celebrar el cine español.


No hubo sketches ni grandes presentaciones. Quienes entregaban los premios iban al grano y las imágenes de los nominados en sus casas, rodeados de su gente, tenían algo de sincero, de emocionante, con perros que ladraban, parejas que abrazaban, hijas que sonreían a la webcam, micros silenciados y felicidad, mucha felicidad. A estas alturas ya nos sabemos el palmarés de memoria, en una gala con premios repartidos, con El año del descubrimiento como mejor documental y Las niñas como mejor película. Fue emocionante que este último Goya lo entregara una enfermera, precioso homenaje al personal sanitario, un gesto muy comentado en nuestro grupo de Whatsapp, esa conversación de más de dos horas en la que se nos olvidó que no estábamos cenando juntas. “¿Qué os ha parecido la gala?” Y María llenó su mensaje de corazones, “Preciosa”, dijo. Y Meri la disfrutó y Joana alabó a la gran Ángela Molina y Juanma, Inés y Sonia aplaudieron, emoticono mediante. “Contenida y sosilla, como el año”, apuntó Alma. Y yo, tras comentarlo con Matías, escribí: “Creo que ha sido una de las galas más bonitas que he visto”. Un par de días después me vuelvo a preguntar, ¿será de las más bonitas que he visto? Y, aunque no puedo evitar que me sorprenda, la verdad es que sí.

            
                            
            
                

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

        

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