FUERA DE CAMPO
'Josep', trazos de una vida
ELISA FERRER
Me gustaría que existiera un adjetivo que describiera de golpe, con dos o tres sílabas (ignoro por qué no consigo imaginarme un monosílabo, como si fuera imposible que en poco espacio cupiera tanto sentido, aunque sé que uno puede encerrar un mundo, como ocurre con “guion”, ejemplo que me deja sin argumentos), sí, mejor de tres sílabas, una palabra esdrújula capaz de definir por fin esa sensación que queda cuando al terminar de leer un libro, de ver una película, necesitas investigar, leer, saber más acerca de una historia real, o de un(a) persona(je), o de un suceso histórico. Cuando a veces ni esperas a que terminen los créditos finales o a pasar la última página del libro para meterte en Google a buscar información, y antes, hace años, para recurrir a la enciclopedia, o encerrarte en la biblioteca a comprobar si todas esas cosas que te terminan de contar son ciertas, para profundizar en ellas, porque conocerlas te ayuda a entender (mejor) el mundo en el que vivimos.
Esa palabra inexistente es la que me gustaría haber pronunciado al terminar de ver Josep, cuando corrí a investigar quién fue Josep Bartolí, cómo conoció a Frida Kahlo, en qué puntos de Francia se situaban los campos de concentración donde fueron a parar más de 500.000 españoles que huían del franquismo. Esos campos de la vergüenza que el país vecino, a pesar de su lema oficial, Liberté, égalité, fraternité, incapaz de absorber a la cantidad de republicanos que huían del franquismo, creó para confinarlos, y allí, privarlos de su libertad, tratarlos como criminales, una herida abierta que se empieza a recordar, porque el recuerdo es la mejor cura para que las heridas cicatricen (para reflexionar cada vez que vemos imágenes de refugiados provenientes de otras guerras que buscan empezar de nuevo).
En varios de esos campos (mal)vivió durante un tiempo Bartolí y es en uno de ellos donde comienza Josep, la primera película de animación de Aurélien Froment, Aurel, dibujante de prensa francés que, tras varios cortometrajes, da el salto al largo para narrar un pedazo de la vida de Josep Bartolí, también dibujante, y pintor, escenógrafo, fundador del Sindicato de Dibujantes, comisario del POUM, un catalán que se vio obligado a huir de España en 1939 a causa del franquismo y vivió en el exilio el resto de su vida. Una vida que merece ser recordada, que necesita ser contada, que parece de ficción.
La película de animación opta por ilustraciones que apenas dan movimiento a los personajes para primar el trazo, ese en el que dialogan dos dibujantes, Aurel (quien cuenta) y Bartolí (quien es contado). Muchos de los dibujos son los del propio Bartolí, otros se inspiran en ellos, negro sobre ocre, apenas color, y se combinan con otros más luminosos, más coloridos, que nos llevan a puntos más actuales de la historia, que es también un diálogo entre un gendarme y un preso, alambres de púas de por medio, un diálogo entre un abuelo y un nieto, o lo que es lo mismo, entre generaciones, y un desencuentro, porque el diálogo ni siquiera se intenta, entre miembros de la izquierda española encallados en ese campo de concentración, a pesar de ser conscientes de que quizá frente a la mayoría de ellos eso que se vislumbra no es un futuro brillante.
Josep es una película en la que la política, la memoria y el arte se entremezclan para contar la historia del artista Josep Bartolí, su paso por Francia, su huida a México, su éxito en Nueva York, para recordarlo y recordar con él a tantos republicanos que perdieron su vida en los campos de internamiento franceses. Sergi López da voz al dibujante, carismático y sentido, mientras Silvia Pérez-Cruz se convierte en Frida y firma la genial banda sonora de esta cinta que ganó el Premio César a Mejor película de animación y el European Film Award, entre otros, y que esta Semana Santa ha sido uno de los estrenos más apetecibles del extraordinario catálogo de Filmin. Una película que merece ser vista, por su historia, por su arte, por ser un viaje al pasado para reflexionar sobre este presente que parece haber olvidado de dónde venimos, quiénes fuimos ayer.