FUERA DE CAMPO
El agente topo
ELISA FERRER
Hay un empeño en la sociedad capitalista en la que vivimos por vender un positivismo barato en forma de tazas, agendas, cuadernos, “Hoy vas a comerte el mundo”, “Puedes con todo”, “Lo mejor está por venir”, porque si no triunfas, es tu culpa, claro; y hay otro empeño, más absurdo si cabe, por arrinconar lo que no nos gusta, por esconderlo para no pensar en ello, ojos que no ven corazón que no siente. Eso es lo que ocurre en las residencias de ancianos, donde algunas personas mayores son internadas porque sus familiares carecen de tiempo para cuidarlas, el trabajo ahoga, las obligaciones pesan, los pisos son enanos, ¿dónde vamos a meter a tu madre?
Es en una de esas residencias donde transcurre El agente topo, película documental de la chilena Maite Alberdi, estrenada en Sundance, premio del público a la Mejor Película Europea en el Festival de San Sebastián y nominada a los Óscar, que ya se puede disfrutar (y mucho) en Filmin. La directora estaba interesada en contar una historia relacionada con las agencias de detectives privados, en rodar un documental de cine negro que mostrara cómo funcionan, cuál es su día a día, un documental que fuera un homenaje al cine de detectives; pero en la búsqueda de esa historia que imaginaba semejante a las de ficción, se topó con la cruda realidad: un posible caso de maltratos en una residencia de ancianos. Desde ese momento, la historia viró hacia la investigación que Rómulo, detective privado, pone en marcha en ese lugar. Su estrategia, más que curiosa, es contratar a un señor mayor de 80 años como agente topo e infiltrarlo en la residencia.
El escogido para el puesto es Sergio, que a sus 83 años acaba de enviudar y se agarra al trabajo como a una tabla de salvación para que le ayude a resurgir, a volver a ser quien fue, pues en los últimos meses vive aferrado al recuerdo de su mujer, aunque sus hijos se empeñen en ayudarlo en su duelo. Y en cuanto Sergio llega a la residencia es cuando comienza la magia. Lo que parece que va a ser un cómico homenaje a las películas de detectives —imperdible ser testigo de cómo Rómulo entrena a Sergio para que mande un audio de Whatsapp, haga una llamada de FaceTime, aprenda a grabar con las gafas de espía— se convierte en un viaje lleno de ternura por las vidas de esas ancianas que viven en el centro, cada una con sus experiencias, sus miedos, sus inquietudes, pero todas con esa horrible carga que supone la soledad.
Sergio, entrañable, amable, tierno, pronto es admirado y querido por sus compañeras, y se infiltra en la residencia con dificultades para asumir su rol de espía, y poco a poco, pasa a ser uno más entre las residentes. De un modo sutil y cargado de humor y dulzura, se convierte en el paño de lágrimas de sus compañeras. Empático y sensible, pronto se da cuenta de qué es lo que ocurre entre esas cuatro paredes, y al mismo tiempo enfrenta al espectador con una realidad difícil de digerir: la de la soledad de las personas mayores que en demasiadas ocasiones son apartadas como un trasto viejo. Una realidad que, a pesar de las carcajadas que provoca la película, está llena de dolor.
Un documental tan original que parece una ficción escrita para que todas las piezas encajen, pero que rebosa verdad en cada fotograma, en cada mirada, cada gesto, en esas escenas que nos hacen reír, pero que pueden ser aterradoras. Una película necesaria, valiente, y tan llena de vida y emoción como de puro cine.