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FUERA DE CAMPO

Oda a los cines de verano

ELISA FERRER

Ilustración: Luis Frutos

 

Los veranos de la infancia se prestan a una nostalgia descontrolada por ser luminosos, emocionantes, llenos de días eternos. La memoria es selectiva y desecha el calor atroz, los mosquitos, las avispas, el cuadernillo de vacaciones Santillana, la botella de agua deformada por el sol que aparece de la nada debajo del asiento del coche. Incomodidades que maquillamos con el tiempo para tan solo acordarnos de las largas mañanas de playa y piscina, de los carteles de helados, de los amigos de paso a los que escribíamos cartas durante el invierno y a veces nunca volvíamos a ver, del cine de verano.


Mi primer cine de verano, del que fui clienta asidua hasta que cerró por jubilación, fue uno en un pueblo de playa, un descampado arenoso rodeado por una cerca, con sillas de plástico incómodas y un bar al fondo a cuya luz acudían los mosquitos en tropel. Allí vi joyas como Loca academia de policía II, III y IV, Aterriza como puedas, un par de los Gremlins o Regreso al futuro III, entre otras películas que, por unas razones u otras, forman parte de mi imaginario. Íbamos al cine con un bocadillo bajo el brazo, untados en Autan y deseando que no nos tocara sentarnos al lado de Antonio, ese niño que verano tras verano se dedicaba a destriparnos al oído el final de cada película antes de que llegara, “es que ya la vi en Madrid”, y se tapaba las piernas con una mantita cuando refrescaba porque su abuela, a la que le preocupaba que se constipara, “todos los veranos me cae enfermo, el pobre”, se la ponía en una bolsa de plástico al lado de la cena envuelta en papel de plata.


Luego vinieron otros cines, la terraza de la Filmoteca Española, ese sin bocadillo, con otras películas, subtituladas y dirigidas por Werner Herzog o Aki Kaurismaki o Wes Anderson, y esta vez, en lugar de Antonio, había algún otro amigo más o menos pedante que comentaba la película hasta la extenuación en las cervezas obligadas de después. También me encantaba ir al cine de verano de la Bombilla y pillar algunas de las películas que se me habían escapado durante el año, o ir al del patio de Conde Duque, ese lugar mágico en el que era fácil escapar del calor por un par de horas.


Imposible olvidar el cine al que me llevaron cuando visité a mis amigos en Barcelona, “esta noche vamos a la sala Montjuïc”, y aluciné cuando no había sala, pero había cielo, había gente sentada en la hierba haciendo picnics, una pantalla enorme, los muros del castillo. O la azotea del cine Filmscene en Iowa City, donde nos regalaron unas gafas de sol con un punto rojo para prepararnos para la proyección de Terminator, y nos dimos cuenta, una vez más, de que por mucho que la hubiéramos visto en los ochenta, esa no era una película para niños.


Estos últimos años en València, el cine de verano me sigue salvando de los días en los que me quedo en la ciudad, la terraza del teatro Flumen con sus mesitas para tomar algo mientras ves la película, o el ciclo “Berlanga y la Comedia” que han programado para las Nits de Cinema de la Nau, en ese sitio maravilloso que es el claustro de la universidad, y la Filmoteca d’Estiu, en el jardín del río Turia. El ciclo celebra el centenario del nacimiento de Luis García Berlanga e incluye películas que le inspiraron. Así que, aunque aún me quede un rato para irme de vacaciones, estoy deseando viajar por comedias italianas y británicas de los cincuenta o meterme de lleno en el mundo berlanguiano con ¡Bienvenido, Mister Marshall!, Calabuch, Novio a la vista o La escopeta nacional. Porque si nos toca quedarnos en casa, siempre habrá un cine de verano cerca, un refugio donde escapar del calor durante al menos dos horas y poder viajar no solo a otros lugares, sino también a otras épocas, a otras vidas.

            
                            
            
                

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

        

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