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FUERA DE CAMPO

La chavala puede salir del barrio

 ELISA FERRER

            
Ilustración: Luis Frutos

Dejar el pueblo e irse a vivir a la gran ciudad para estudiar, trabajar, tratar de triunfar profesionalmente, a veces produce en quien lo hace un sentimiento de inferioridad injustificada; renegar de los orígenes, esconder la cabeza como un avestruz, sacarla cubierta por una máscara y aparentar ser otra persona, irreconocible, nueva. Capaz de codearse con el artisteo, pero carente de autenticidad, de raíces.


Esto es lo que le ocurre a Marta, una joven fotógrafa de gran talento y orígenes humildes que después de vivir un tiempo en Barcelona tras irse de su Cornellà natal, pueblo del que reniega, se ve obligada a volver a casa porque la precariedad aprieta y ya empieza a ahogar. El regreso es angustioso para ella, que tratará de ocultárselo a sus nuevas amistades en Barcelona, y es agridulce para sus amigas de siempre, las de Cornellà, las del barrio, las que mejor la conocen, las que la reciben con todas las ganas, pero terminan por acusar los golpes de prepotencia de Marta quien, debido a la crisis vital que atraviesa, parece haber olvidado su identidad.


Chavalas es un viaje a las raíces, a quiénes somos; es una historia sencilla que habla de amistad, orgullo de clase, que habla del desengaño. El que la mayoría de los jóvenes experimentan al llegar al mundo laboral, ese mundo adulto que parecía relucir pero que, visto de cerca, carece de cualquier brillo: paro elevado, trabajos precarios, becas infinitas a las que es complicado acceder, alquileres imposibles que expulsan de los barrios céntricos, que obligan a compartir piso. El desengaño al que se enfrentan al comprender lo difícil que es vivir en la gran ciudad, un lugar lleno de promesas pero cada vez más desapacible.


Lo mejor de la película son las chavalas a las que hace referencia el título, los cuatro personajes a los que dotan de vida, de verdad, de carne, cuatro actrices maravillosas: Vicky Luengo, Carolina Yuste, Elisabet Casanovas y Ángela Cervantes. Es como si las actrices se hubieran criado juntas, como si hubieran compartido plastidecores en la última fila de pupitres de una clase de primaria, como si cada verano se hubieran sentado en ese banco que comparten desde siempre en la película, como si se hubieran sujetado el pelo las unas a las otras para vomitar demasiadas veces, porque en ellas se sustenta Chavalas. En ellas, en su desparpajo, en su naturalidad imponente, está la amistad irrompible que narra la película, la sensación de ver a unas amigas que cuando están juntas, están en casa.


La interpretación de Cristina Plazas también merece un aparte, cargada de ternura, borda a esa madre impertinente que parece ajena a lo que le ocurre a su hija, pero trata de ayudarla a su manera. Sorprende José Mota en la piel del dueño de una tienda de fotografía, que desde una esquina del plano habla del oficio con una sabiduría que ya quisieran para ellos los artistas amigos de Marta, que lo que más dominan en realidad es el postureo. Es ahí donde más flojea la película, en el retrato del mundo artístico de Barcelona, frívolo, moderno, pijo, y como cortado por el mismo patrón. Es en Cornellà donde Chavalas nos regala los planos más cuidados, los más interesantes, los de verdad, mientras que las escenas de Barcelona resultan un poco forzadas, como de cartón piedra.


Chavalas, el debut de Carol Rodríguez Colás en el largometraje con un guion escrito por su hermana Marina, cuenta la historia de ellas dos, de su banco, de su barrio, de su gente, de esa búsqueda de identidad que las llevó a abrazar sus raíces. Porque ellas saben que las historias importantes no tienen que estar centralizadas, no tienen que ocurrir en las grandes capitales. Ellas saben que los orígenes importan, saben que la chica puede salir del barrio, pero el barrio nunca saldrá de la chica. Y es ahí donde reside su autenticidad.  

           

           

            
                            
            
                

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

        

       

       

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