FUERA DE CAMPO
Teatro en tu salón
ELISA FERRER
Cuando me hablaron de Escenario 0, la nueva serie de HBO que lleva obras de teatro a la pequeña pantalla, lo primero que me vino a la cabeza fue Estudio 1, ¿cómo no pensar en ese programa de Televisión Española que emitía teatro? Esas obras que llegaban a todas las casas saltando barreras de tiempo, espacio, barreras económicas (no olvidemos), pero obras en las que se perdía la potente sensación de ver interpretaciones en directo, en las que se perdía la vibración de las butacas, la sinergia generada en la sala, el aplauso final, el ponerse en pie cuando el espectáculo lo merecía.
Los Mariachis, Hermanas, Mammón, Todo el tiempo del mundo, Vania y Juicio a una zorra, que han pasado por algunos de los escenarios más emblemáticos de nuestro país, tienen ahora una segunda vida en la pequeña pantalla gracias a la idea de Irene Escolar y Bárbara Lennie. Las actrices crearon el formato por la necesidad de teatro durante el tiempo de confinamiento, por la necesidad de apoyarlo, una necesidad suya y de quienes amamos las tablas. También porque supone el acceso al teatro a quienes viven lejos de las grandes ciudades, allí donde parece que todo ocurre (aunque también haya centros culturales efervescentes lejos de las capitales).
Tras ver la serie (¿podemos llamarla serie?) siento que más que en Estudio 1, debería haber pensado en Fraude (F for fake) de Orson Welles o en Fellini ocho y medio, por cómo se tensa en ellas el lenguaje cinematográfico, por cómo se reflexiona sobre él mientras se sirve del propio dispositivo del cine para hacerlo. Aunque, pensándolo bien, tampoco son referencias del todo apropiadas, porque el nuevo formato que llega a HBO gracias a las cabezas creadoras de Escolar y Lennie es, como he dicho, nuevo (al menos aquí, en nuestro país), y lleva el teatro a la televisión, sí, pero no se limita a grabarlo, sino que explora los límites de su lenguaje aprovechando las opciones que le puede aportar el audiovisual, y experimenta y riza el rizo, no sólo para romper la cuarta pared, sino para (en ocasiones) romperlas todas. Y es ahí donde reside su magia.
Cada una de las obras adapta su formato a las necesidades del texto. Hermanas, de Pascal Lambert, se centra en las actrices (las mismas Lennie y Escolar), que, en un escenario prácticamente desnudo, llenan los primeros planos de reproches, de miedos, de verdad, mientras la cámara, tan cercana, nos lleva a vivir en su piel, al menos por un instante. En Mammón de Nao Abet i Marcel Borràs se combinan distintos formatos, audiovisuales y escenográficos, algo que la convierte, quizá, en la obra más experimental del catálogo.
También se juega con diversos lenguajes en Todo el tiempo del mundo, de Pablo Messiez, que aprovecha el blanco y negro que le regala la televisión. Y hay extras que juzgan a una inmensa Carmen Machi como Helena de Troya en Juicio a una zorra, de Miguel Arco, y que de algún modo se convierten en el público en su butaca. Y hay en Los Mariachis de Pablo Remón un juego escenográfico entre exteriores y decorados que lleva a espectadoras y espectadores a imaginar espacios, personajes, como solemos hacer desde la butaca. Mientras que Vania (Álex Rigola) se sirve de los exteriores, tan alejados de la sala teatral, para acercarnos la historia. Con las actrices y los actores que interpretaron los textos en los escenarios, y con nombres al frente de la dirección como Carla Simón o Carlos Marqués-Macet, este es un experimento al que merece la pena acercarse.
La idea de esa traslación del escenario a la pantalla me llevaba a imaginar decorados acartonados, interpretaciones que buscaban la lejanía y se entorpecían con el primer plano. Me llevaba a pensar en la iluminación favorecedora del directo, solo que con el peligro de deslucir el diferido. Pero estaba equivocada. Este formato no es comparable al teatro, tampoco a la televisión, porque Irene Escolar y Bárbara Lennie nos traen a casa textos dramáticos que, aunque alejados del escenario, nos permiten que los celebremos y los gocemos con una mirada nueva desde la butaca de nuestro sofá. Y sólo nos queda decir ¡bravo!