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FUERA DE CAMPO

Balanzas Blanco: el equilibrio justo

   


ELISA FERRER

            

 

¿Cómo no vas a ir feliz a trabajar si tu jefe te dice que tu empresa es tu familia? Él es como un padre para ti, te escucha, dirías que te valora, quiere saber de tus problemas, hacer algo por solucionarlos (en la medida de lo posible, claro, tampoco es dios). Discúlpalo si apenas deja que pases tiempo con tu familia-familia, la de verdad, la que te espera en casa harta de que hagas tantas horas extra. No se lo tengas en cuenta porque tu jefe se desvive por ti; y si él lo hace, deslómate por él, ¡qué menos!


Sobre todo si tu jefe es don Julio Blanco, propietario de la empresa Balanzas Blanco, un hombre justo y ecuánime –como sus básculas– al que le satisface que trabajes para él. Eso sí, para ser parte de la familia Blanco hay que entender que la empresa es lo más importante, y si, con todo el dolor de su corazón, don Julio se ve obligado a despedirte y protestas por tus derechos, quizá ahí deje de escucharte un poquito.


Julio Blanco es ese personaje que, desde que aparece por primera vez en pantalla, fascina. Podría ser el retrato de cualquier empresario español dueño de una compañía potente en un polígono industrial de cualquier ciudad de provincias. Uno de esos empresarios que tiene línea directa con el alcalde, con el director del periódico provincial; uno de esos cuyas decisiones afectan, de algún modo, a la sociedad en la que viven, esa de la que parecen ser también dueños.


En contraste con el señor Blanco recordamos a Santa, prejubilado sin llegar a los cincuenta, con dos hijos, pocos ahorros en el banco; ese hombre que pasaba los lunes al sol junto a los astilleros en los que se dejó la piel, el que entendió que lo que se cuenta de la cigarra y la hormiga no es como nos lo pintan, porque la hormiga es una especuladora y la cigarra ha nacido así y, aunque lo quiera, nunca podrá cambiar, ascender en la escala social. Si seguimos con esa metáfora, en Los lunes al sol Javier Bardem interpretaba a la cigarra y hoy, casi veinte años después, interpreta al señor Blanco, la hormiga que se jacta de ser un trabajador incansable, todo esfuerzo y dedicación, aunque la empresa que defiende con tanto orgullo no nace del sudor de su frente, sino de la herencia familiar.


Si Javier Bardem ya nos enamoró con su interpretación de Santa, ¿qué decir de lo que hace en El buen patrón? Construye con genialidad a un personaje que podría ser capaz de congregar todos los odios, un tipo machista, racista, putero, manipulador, un tipo campechano de los de palmadita en la espalda, puro cubano y coñac después del entrecot, buen marido infiel, pero un tipo carismático que consigue divertirnos, divertirnos mucho. Porque lo nuevo de Fernando León de Aranoa, una comedia con toques berlanguianos que no abandona el cine social al que nos tiene acostumbrados, es una película hilarante que, más que radiografiar nuestra sociedad, se revuelca en ella como un cerdo en el barro y deja a la vista sus miserias.


El buen patrón, escogida para representar a España en los Oscar, cuenta una semana en la vida de Julio Blanco en la que, mientras espera la visita de la comisión encargada de conceder el Premio a la Excelencia Empresarial, la búsqueda del equilibrio y la perfección en la empresa se verán opacadas por la locura transitoria del jefe de producción, un Manolo Solo comodísimo en su personaje. Y por la aparición de una becaria que no es tan inocente como parece; fantástico descubrimiento el de Almudena Amor, que solo con desviar la mirada es capaz de invocar al demonio, en una serie de catastróficas desdichas que harán que Julio Blanco vea peligrar la obtención del premio.


A un reparto maravilloso en el que también destacan Sonia Almarcha, sutil y disfrutona, y un Celso Bugallo lleno de matices, se suma un guion brillante en el que los enredos terminan por encajar y construir una sátira que, a pesar de estar ubicada en una fábrica de un polígono industrial de una ciudad de provincias, es una representación de nuestra sociedad a todos los niveles. Una película repleta de hallazgos en la que es difícil contener la carcajada.

 

           

           

            
                            
            
                

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

        

       

       

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