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Fuera de campo

 

 

 

Denia, plácido retiro para criminales de guerra

 

 

 

ELISA FERRER

     

            

Ilustración: Luis Frutos

 

Denia, a pocos kilómetros de mi casa, siempre me ha parecido un paraíso, enclave precioso de playas alucinantes, calas escondidas, luz increíble, nítida. Denia, a pocos kilómetros de mi casa, fue capaz de eclipsar con esa luz brutal, cegadora, una de las muchas historias oscuras de la transición, esas que no suelen asomar en los libros de historia, pero componen un bodegón que reúne alguno de los elementos clave para entender por qué olvidamos las monstruosidades que se cometieron en el pasado, por qué la historia es cíclica.

 

El sustituto, la última película de Óscar Aibar, coescrita con María Luisa Calderón, regresa a la España del Mundial del 82, esa en la que la heroína comenzaba a causar estragos. La España que se desentumecía después de una larga dictadura y abrazaba una democracia que aún se apoyaba en el andador del franquismo, en la que políticos del gobierno del dictador seguían formando parte de las instituciones de poder, en la que aún había miedo a represalias, miedo a expresar ideas contrarias al régimen.

 

Es en este contexto en el que Andrés, joven policía, alcohólico incipiente, llega a Denia desde Madrid para sustituir a un detective muerto en extrañas circunstancias. El plan inicial es trabajar en un destino más tranquilo, tener más tiempo para su mujer, para su hija. Pero esto es un thriller con todas las características del género, así que tranquilidad no es precisamente lo que va a encontrar Andrés en Denia. Nada más llegar se verá abocado a investigar las causas de la muerte de su predecesor, y se dará cuenta de que la generosa y amigable comunidad alemana que lleva años retirada en Denia no solo celebra cada primavera el cumpleaños del Führer, sino que tiene las manos manchadas de sangre.

 

Ricardo Gómez compone un personaje oscuro, típico policía del cine negro de los 80 estadounidense, de El crack de Garci, en una interpretación apabullante que lo aleja definitivamente de la etiqueta del Carlitos de Cuéntame y demuestra su capacidad para interpretar a personajes adultos, complejos, capaces de cargar con el peso de una película en sus hombros. La relación con su compañero, Colombo, será fundamental para Andrés. Interpretado por un sobresaliente Pere Ponce, que levanta a uno de los personajes más interesantes de la película con talento y gracia, a Colombo lo marginan por rojo, por ser un rara avis en el oficio durante una época como aquella, un hombre socialista con la esperanza puesta en las inminentes elecciones. También será importante para Andrés la relación con su hija (atención a los ojos de la debutante Nora Arándiga, que con apenas siete años ya sabe de la importancia de expresar con la mirada) y, sobre todo, la relación con Eva, la doctora que trata a Colombo y que ayudará al protagonista a nivel profesional y personal. Es Vicky Luengo quien la interpreta y, como ha venido haciendo en los últimos años, vuelve a bordar su papel.

 

Una película con una producción solvente, poderosa, en la que los antagonistas alemanes funcionan, son creíbles, tanto por interpretación (genial Frank Feys en el papel de Klaus) como por guion. Pero en la que los “malos del pueblo” resultan obvios, arquetípicos, más de lo mismo, poco trabajados, y es una pena. Tampoco brilla el arco de construcción del personaje de la esposa de Andrés en guion, al que defiende Nuria Herrero, personaje del que apetece conocer más matices, al que nos gustaría entender mejor.

 

Esta es una película política, orgullosa de serlo, que advierte sin sutilezas de la fuerza con la que arrecian los movimientos de extrema derecha, que nos recuerda con una cita de Oliver Guez, como una luz de neón que ilumina el final de la cinta, que cada dos generaciones hay una tercera que olvida lo que pasó en las anteriores para rescatar de nuevo al monstruo. Y, con El sustituto, Óscar Aibar pretende ayudarnos a recordar, poner su granito de arena para que nadie olvide.

 

            
                            
            
                

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

        

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