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FUERA DE CAMPO

Ficciones

 ELISA FERRER

            

Malamadre es uno de los presos más peligrosos de la cárcel, su voz, su mirada, su mera presencia provocan temblor, puro miedo. Lidera un motín que dejará sangre a su paso, que provocará el caos, un daño irreparable en prisión. Quien se metió en la piel de Malamadre, ya lo saben, no fue otro que Luis Tosar, que compuso un personaje carismático, sólido, inolvidable.

 

Un día, cuenta el actor, iba por la calle y la policía le pidió que se identificara. Estaban tensos, como si ante ellos hubiera alguien peligroso, una amenaza, alguien a quien llevaban tiempo buscando, que los traía de cabeza. Pero entonces uno de los policías se dio cuenta. «¿Eres el actor?» Y Tosar, que también estaba tenso, asintió. ¿Qué querrían? «Perdona», le dijeron, «hay un preso que es igualito que tú en la película esa que hiciste de la cárcel. Se parece tanto que lo llamamos Malamadre para entendernos, imagínate. ¡Pensábamos que eras él!».

 

Esta anécdota, que el actor contó hace unos días en la radio, me parece perfecta para ilustrar ese fino hilo, esa frontera delgadísima que separa la realidad de la ficción, que provoca transvases entre ambas, confusiones, absurdos. Como escritora, me he visto muchas veces en la situación de tener que explicar que lo que cuento no me ha ocurrido a mí; puede partir de un hecho real, o ni siquiera, pero no tiene por qué ser algo que yo he vivido. A veces, simplemente por escoger narrar desde una primera persona, los lectores piensan que lo que cuentas es verdad, que la protagonista eres tú, no un personaje, y se olvidan de los dispositivos básicos de la ficción, de que para escribir uno de nuestros refugios habituales es aquello que imaginamos. A las actrices, a los actores, les ocurre algo parecido, a veces a los espectadores les cuesta distinguir entre persona y personaje, entre la historia que viven en la pantalla o en el escenario, y su vida real.

 

Michael C. Hall dijo en una entrevista que, durante la época en la que daba vida a David en la fantástica A dos metros bajo tierra, la gente le paraba por la calle y le pedía, por favor, que arreglara las cosas con Keith, su pareja en la ficción, cada vez que sufrían alguna crisis en la serie. Lenna Hardley, la implacable Cersei Lannister de Juego de tronos, habla de cómo llegaron a insultarla, de cómo en firmas con sus compañeros de ficción, los seguidores de la serie se alejaban de ella, sentían que era la propia Cersei y que iba lanzarles una maldición. Anna Gunn, que interpretó a la esposa de Walter White en Breaking Bad, terminó por escribir un artículo en The New York Times para explicar cómo algunos fans de la serie la odiaban porque no eran capaces de distinguirla de su personaje. La locura llegó a tal despropósito que uno de ellos anunció en una red social que, si supiera su dirección, iría a matarla. Inma Cuevas, Anabel en Vis a vis, contó que un amigo actor la avisó desde el principio de que estuviera preparada para ser odiada por todo el mundo, y afirmó sentir ese odio en más de una ocasión, en la calle, en un bar o mientras hacía la compra en el supermercado.

 

Sabemos que hay momentos en los que la realidad supera a la ficción, que quienes nos dedicamos a esto de contar, a veces preferimos dejar de escribir algo que nos ha ocurrido porque, de tan alucinante, podría parecer irreal, increíble, imposible. Mientras que, en ocasiones, aquello que inventamos resulta tan vívido que parece cierto, aunque nunca sucedió. Los actores, las actrices salen del set de rodaje, bajan del escenario, y regresan a su día a día, independiente de ese personaje al que insuflan verdad, experiencias, identidad, vida. A algunos espectadores, tras ver una interpretación fantástica, sincera, les resulta difícil entender que, a pesar de todo, no conocen a esos personajes por los que han sufrido, por los que han reído, aquellos que alguna noche han llegado a desvelarlos, les resulta imposible asumir que esos personajes no existen, que lo vivido junto a ellos no es más que una historia de ficción, que a veces, y por un momento, los lleva a olvidarse hasta de su propia realidad.  

            
                            
            
                

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

        
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