FUERA DE CAMPO
Cecilia y el lobo (feroz)
ELISA FERRER
El 29 de enero se entregaron los premios creados hace casi una década por la Asociación de Informadores Cinematográficos de España, los Premios Feroz, conocidos como los Globos de Oro españoles o la antesala de los Goya. La gala tuvo momentos estelares como el Feroz a mejor actriz protagonista de serie para Ana Rujas por Cardo, el de mejor actor protagonista de serie de comedia para Javier Cámara por Venga Juan, el de mejor actor para Javier Bardem por El buen patrón, o el discurso que pronunció Petra Martínez al recoger el premio a Mejor actriz por La vida era eso y que nada más culminar, ahogado por aplausos, mereció su destino: el de ir de boca en boca, de pantalla en pantalla, el de multiplicarse infinitas veces hasta convertirse en viral.
Pero uno de mis momentos favoritos fue el Feroz de Honor a Cecilia Bartolomé. Desconocía a esa mujer carismática que en el escenario habló de cómo la censura afectó a su carrera, de su paso por la Escuela Oficial de Cine, esa mujer que parecía mucho más joven que los 81 años que Wikipedia asegura que tiene, esas ocho décadas llenas de experiencias como pasar parte de su vida en Guinea Ecuatorial porque su padre fue nombrado jefe de la censura cinematográfica cuando aún eran colonias españolas. «¿Cuántas películas de Cecilia Bartolomé nos hemos perdido por culpa de la censura franquista y machista?». Y yo, que nunca había oído hablar de ella, que nunca había visto ninguna de sus obras, respondí «Todas» a la pregunta que Leticia Dolera nos hacía antes de entregarle el Feroz de Honor junto a otras directoras como Júlia de Paz, Paula Ortiz, Pilar Palomero, Ainhoa Rodríguez o Neus Ballús. Directoras que, a pesar del machismo imperante en la profesión, se pueden poner detrás de las cámaras, sacar adelante películas, series, cortometrajes.
El caso de Cecilia Bartolomé fue muy distinto al de ellas, hace seis décadas ser mujer y dirigir películas era casi imposible. Cecilia, junto a Pilar Miró y Josefina Molina, fue una de las primeras mujeres en diplomarse en la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid en los sesenta. En Vimeo, en el perfil de la propia directora, pueden verse dos cortometrajes que rodó mientras estudiaba allí, Carmen de Carabanchel, en el que habló de lo difícil que era para una mujer española tener una vida sexual plena sin poder contar con preservativos o pastillas para la contracepción, y La noche del Dr. Valdés, donde se centró en la hipocresía católica, en la mujer y el aborto. Aún no se había diplomado y en su cine ya se veía el estilo personalísimo de una directora transgresora, que sabía dónde ubicar la cámara, cómo dirigir a los actores, cómo contar temas complejos, importantes para una sociedad en la que la libertad de las mujeres se veía coartada bajo el yugo de los hombres, sus imposiciones.
Margarita y el lobo fue la práctica de fin de carrera de Dirección de Cecilia, rodada entre 1969 y 1970. Es un mediometraje de estética cuidada, moderna, interesantísima, un musical desenfadado y divertido donde se mezcla el drama y la sátira para hablar sobre cómo el divorcio condenaba a la mujer. Este mediometraje, que en cualquier otro lugar habría supuesto el inicio de una carrera imparable, fue considerado una provocación por la censura franquista y puso a Cecilia en una lista negra que le impidió trabajar. Ella cree que lo que no le pudieron perdonar los censores es que Margarita y el lobo fuera divertida. Después de la muerte del dictador, dirigió su primer largometraje, Vámonos, Bárbara, que se consideró la primera película feminista española. También rodó con su hermano un documental sobre la transición, pero la censura lo prohibió y no se pudo estrenar hasta 1983, gracias a la llegada de Pilar Miró a la Dirección General de Cinematografía.
Una carrera prometedora la de esta directora llena de talento, que se vio truncada por la censura franquista y machista. Pero Cecilia dice que los disgustos se olvidan, sobre todo gracias a todas las directoras que hoy luchan junto a ella, y gracias al orgullo que siente por todo el cine que ha parido. Ese cine maravilloso que gracias a la Filmoteca de Zaragoza se pudo disfrutar de nuevo en pantalla grande.