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FUERA DE CAMPO


Berlanga, Sacristán y Bardem en los Goya

 ELISA FERRER

            
            

 

Estos días, José Sacristán, cuello vuelto, sombrero negro, su elegancia de siempre, pasea por las calles de València y va de casa en casa para hablar de las maravillas que ha cosechado este año el cine español. Y esas calles se llenan de cabezudos, cabezas de Goya enormes, color bronce, de fotos de cineastas valencianos o vinculados a esta tierra, recibiendo un Goya desde la gala inaugural en 1987 hasta hoy. Porque ya han pasado 35 años desde que se celebró la primera entrega de los galardones más importantes del cine español; 37 desde que, en un momento en el que nuestro cine se encontraba preocupado por un futuro que parecía poco alentador, el productor Alfredo Matas citó en un restaurante de Madrid a Marisol Carnicero y Teddy Villalba, a Pablo González del Amo y José Luis Matesanz, a Manolo Matji, a José Nieto, a Carlos Suárez, a Ramiro Gómez, a Charo López, a José Sacristán, a Carlos Saura y a Luis García Berlanga. Y de esa reunión surgió la semilla de lo se convertiría en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Desde la Academia sintieron la necesidad de crear unos premios que festejaran nuestro cine como merecía y se barajaron varios nombres: Premios Lumière, Premios Buñuel... Pero finalmente se decidió que serían los Premios Goya, nombre corto como el de los Óscar o los César, y de un pintor que representa nuestra cultura, cuyas pinturas tienen la fuerza evocadora del cine.           

 

Hoy, años después de aquella primera reunión, ¿quién le iba a decir a Luis García Berlanga que los Goya iban a celebrarse en su ciudad para celebrarlo a él, para celebrar los cien años del nacimiento de un cineasta irreverente, inconfundible, que supo retratar los claroscuros de este país con su visión cómica y descarnada? ¿Quién le iba a decir a José Sacristán, también presente en esa reunión, que vendría a València a recoger el merecido Goya de Honor por toda una carrera, una carrera admirable en la pantalla, en el escenario, donde su presencia y su voz siempre se han impuesto con fuerza, con su enorme talento?

 

De nuevo en el escenario del Palau de les Arts Reina Sofía de València se impuso Sacristán, su presencia, su arte, su talento, en un discurso memorable, impresionante, en el que, desde la pasión absoluta por el oficio y sin un papel que lo guiara, dio las gracias a todas las personas fundamentales para él, también a su público que «desde hace 60 años, bien en manojos, bien en ristra, me sigue comprando los ajos». Más que un discurso, un apasionado monólogo teatral lleno de amor por la interpretación, uno de los momentos más entrañables, más emocionantes, más sinceros, de una gala que cojeó en varias ocasiones, que desaprovechó la celebración del cierre del Año Berlanga, en la que se echó de menos alguien que la presentara, y que, a pesar de la euforia colectiva por el regreso de una gala presencial, fue errática, desordenada.

 

A pesar de eso, los Goya siempre nos regalan momentos gloriosos, como las actuaciones musicales de Luz Casal, de Sabina y Leiva. O ese recién estrenado Goya Internacional que nos dio la oportunidad de ver a Penélope y a Pedro emocionarse en directo ante el sentido discurso de la impresionante Cate Blanchett. O presenciar cómo Clara Roquet recogía el Goya a mejor directora novel de la mano de Belén Funes y Pilar Palomero, con la esperanzadora perspectiva de que el Goya a la mejor dirección novel ha caído en manos de mujeres los últimos cinco años. O todas esas veces en que Fernando León subió al escenario, intervenciones llenas de calma, de sabiduría. O las certeras palabras de Blanca Portillo al recoger su reñido Goya a Mejor Actriz Protagonista, en el que se dirigió a Maixabel para darle las gracias por su valentía. Y, sobre todo, el discurso preciso, precioso, altamente conmovedor de ese actorazo nuestro que es Javier Bardem, que nos enterneció con las palabras que le dedicó a Penélope, a sus hijos, con el broche final, lleno de afecto, con el que quiso homenajear su madre, la grandísima Pilar Bardem.

 

Una gala que se cerró con seis Goyas para El buen patrón, cinco para Las leyes de la frontera, tres para Maixabel, dos para Mediterráneo y Libertad, y ninguno para Madres Paralelas. Una gala irregular, eterna, que ojalá hubiera tenido más Berlanga, más Imperio Austrohúngaro, más parodia, más erotismo, más gracia.

           

           
            
                            
            
                

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

        
       

       

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