FUERA DE CAMPO
El cine también es de las mujeres
ELISA FERRER
Si pensamos que desde 2018 hasta la última edición de los Goya, el premio a la Mejor Dirección Novel ha recaído en directoras como Clara Roquet, Pilar Palomero, Belén Funes, Arantxa Echevarría y Carla Simón, que acaba de ganar el Oso de Oro, sentimos que se avecina un cambio de paradigma. Y pensar en esto, escribirlo, releerlo, emociona, porque cuando haya niñas que les digan a sus padres que quieren ser directoras de cine, tendrán referentes en quienes reflejarse, nombres entre los que escoger, películas que no tienen por qué estar dirigidas por un hombre. Cuando de niña dije en la escuela que quería ser directora de cine (cuánta inocencia), mi maestro comenzó a llamarme Pilar Miró; para él fue muy sencillo escoger el mote, había pocas directoras en aquella época. Una mujer que dirigiera o que estuviera en un departamento cinematográfico que no fuera maquillaje y peluquería, una mujer que no fuera script o estuviera en montaje o en vestuario, era algo que se veía con extrañeza, la excepción a la regla. Como extraordinario resultaba que una mujer madura fuera la protagonista.
Ya hablé en otras ocasiones de cómo la historia del cine se ha escrito borrando a las mujeres, ya hablé de cómo Matilde Landeta, directora mexicana, harta de que no se le permitiera dirigir, entró en un rodaje vestida de hombre y se impuso; de cómo las actrices tienen más posibilidades de encontrar papeles si lucen perfectas, delgadas y jóvenes, o de cómo a partir de cierta edad tienen dificultades para encontrar personajes interesantes. De hecho, según un informe de AISGE de 2017, las mujeres protagonistas de entre 35 y 44 años representaban el 26% del total en aquel momento, mientras que las interpretaciones masculinas protagonistas en esa franja de edad duplicaban en número a las femeninas. Por no hablar de que después de los 45 años, los protagónicos en mujeres resultaban irrelevantes.
Es verdad que, aunque aún sean pocos, cada vez hay más personajes femeninos maduros importantes, que la mujer está más presente en todos los departamentos cinematográficos, no solo en los acostumbrados, pero no podemos pensar que nuestras pantallas ya no están copadas por películas dirigidas por hombres, o escritas, o fotografiadas, o montadas, o producidas, no podemos pensar que las mujeres ya han alcanzado la igualdad en el cine; lo que tenemos que hacer es mirar las cifras. Según el informe de CIMA sobre la representatividad femenina en el cine en 2020, la distancia entre mujeres y hombres en la industria aún es amplísima. Del total de guionistas en nuestro país, en 2020 solo el 26% son mujeres, hay el mismo porcentaje de montadoras, apenas un 32% de productoras, un 19% de mujeres sonidistas, un 26% que trabajan en efectos especiales, un 19% de directoras y un escaso 15% de mujeres que se dedican a la dirección de fotografía, una especialidad totalmente copada por hombres. Apenas hay compositoras de música para películas, como contó Zeltia Montes en un reportaje que Días de Cine emitió en 2021 y se puede ver en Play RTVE, Mujeres en el cine español. Zeltia, al recoger el Goya a Mejor Música Original por El buen patrón, dijo que «la historia del cine no ha sido muy agradecida con las compositoras», y recordó que muchas de ellas no han tenido ninguna oportunidad de mostrar su talento.
Se habla del cine de mujeres como si fuera más pequeño, alejado del cine “de verdad”, que es el que hacen los hombres. Y sí, las mujeres están cada vez más presentes en la industria, se llevan premios, van a festivales internacionales, pero se las mira con condescendencia; se dice que hacen cine intimista, pero ¿cómo van a hacer una gran superproducción si reciben la mitad de presupuesto que los hombres? Se habla de ellas como si fueran un hecho aislado, a pesar de que muchas han demostrado su talento en numerosas ocasiones, a pesar de sus logros, sus triunfos. Qué ganas de que los porcentajes nos demuestren que hay igualdad real. Qué ganas de que llegue el momento en que no necesitemos hablar de esto, reivindicarlo, porque ver a protagónicos femeninos maduros o a mujeres que trabajan en cualquier departamento cinematográfico sea la norma y deje, por fin, de ser algo extraordinario.