Fuera de campo
El Palmar de Troya
ELISA FERRER
Era 1968 cuando en La Alcaparrosa, una finca cerca del pueblo sevillano de El Palmar, cuatro niñas aseguraron ver a la Virgen. Una visión mariana que, lejos de quedar en anécdota, alimentó a la prensa de la época y congregó a fieles que, noche tras noche, se multiplicaban en su intento de contactar con la Virgen. Se relataban apariciones continuas, éxtasis místicos, bocas que recibían obleas ensangrentadas, milagros inexplicables que se sucedían cada día a pesar de que el arzobispo negara su autenticidad.
Esas visiones fueron el germen de la Iglesia Palmariana, una escisión de la Iglesia Católica cuyos orígenes, misterios, escándalos y anécdotas, a cuál más increíble, a cuál más rocambolesca, se narran en El Palmar de Troya, la miniserie de no ficción de Movistar + dirigida por Israel del Santo y con Daniel Boluda en la subdirección. Dividida en cuatro episodios de 50 minutos, la serie, que se estrenó en 2020, está respaldada por tres años de cuidada documentación y cuenta con imágenes de archivo, audios, fotografías y testimonios que ayudan a construir una de las más excéntricas y desquiciadas historias que conforman el imaginario de nuestro país.
Contada con los mecanismos de la ficción, el guion consigue llevarnos de la mano por los más de 40 años de historia de la Iglesia Palmariana, que empezó cuando Clemente Domínguez y Manuel Alonso Corral fundaron una nueva orden religiosa, los Carmelitas de la Santa Fe. La serie dosifica la información para crear suspense, misterio, y reconstruir unos personajes que, a través de testimonios e imágenes de archivo, se tornan complejos, enigmáticos, llenos de matices. Desde los inicios, esta nueva orden, que no fue reconocida por el Vaticano, afirmó que era la Iglesia Romana la que había producido el cisma al haberse apartado de la verdadera fe. Así, como si de un thriller se tratara, capítulo tras capítulo asistimos a la configuración de una de las sectas más poderosas del mundo. Una secta que cuenta con su propio Papa, sus monjas, sus obispos, y en la que, a pesar de que sus máximos mandatorios profesaran la pobreza, la obediencia y la castidad, ellos mismos incumplían las exigencias que demandaban a sus fieles. Así lo muestran los vídeos en los que se veía a los obispos palmarianos y a su Papa de fiesta por las calles de Sevilla, engullendo los platos más caros, los vinos más buenos, las copas más selectas, los puros más refinados.
Con un dominio absoluto del ritmo, la serie mantiene en vilo al espectador al presentar a cada uno de los personajes y los momentos clave que llevaron a la creación de una secta que recibía donaciones millonarias de sus fieles, muchos de los cuales eran familias con una fe férrea que incluso dejaron todo para mudarse a vivir al mismo Palmar de Troya. Una secta que levantó un imperio en torno a las primeras apariciones de la Virgen, las posteriores visiones de Jesucristo y los discursos incendiarios del Papa Clemente, cuya figura, rodeada de oscuridad, misterio y sucesos extraños, lo convierte en el personaje que a cualquier guionista le hubiera gustado crear, protagonista ideal de cualquier ficción por increíble, por cinematográfico. Un villano cargado de carisma.
Una serie a la que quizá le sobran unos minutos de metraje, algunas recreaciones en las que se mezclan apariciones y realidad; pero una serie necesaria, altamente adictiva y que consigue guiarnos, linterna en mano, por una historia llena de oscuridades, recovecos, misterios, pero también cargada de picaresca y más de un sinvergüenza.
Sin duda, Movistar + hace con El Palmar de Troya toda una apuesta por la no ficción que, junto con Palomares, llena al catálogo de calidad y desentraña los entresijos de una realidad que nos parece absurda, inenarrable, increíble, a pesar de que la Iglesia Palmariana siga en pie en pleno siglo XXI.