Fuera de campo
As him- or herself
ELISA FERRER
La ficción es capaz de sorprendernos cuando toma un elemento real, lo fagocita, consigue diluirlo y lo convierte en una pieza más del engranaje de la historia, esa que gira ajena a cuánto forma parte del terreno pantanoso de la ficción y cuánto, del suelo firme de la realidad. Si el elemento en cuestión es una actriz o un actor que se interpreta a sí mismo, el guiño al espectador se carga de complicidad y los límites entre verdad y mentira se tornan borrosos ¿Será esta su forma de ser, esta su vida o su casa, este su estilo?
A veces se lleva al surrealismo, como ocurre en Cómo ser John Malkovich, de Spike Jonze, donde el protagonista de la película es capaz de colarse en el cerebro de John Malkovich al parar el ascensor en la planta 7 ½ del edificio en el que trabaja. Porque ahí, entre la planta séptima y la octava, se encuentra ni más ni menos que el entramado de pensamientos del propio actor. A veces se lleva a la comedia, como ocurre en Zombieland, de Ruben Fleischer, donde Bill Murray se presenta como un tipo entrañable y simpatíquisimo que recibe a los protagonistas en su mansión de Hollywood en medio de un ataque zombi. A veces se lleva a la mentira, como en I’m Still Here, el falso documental de Casey Affleck que muestra a un Joaquin Phoenix pasado de rosca que anuncia su retiro del mundo de la interpretación para centrarse en el rap.
Pero barramos para casa, porque en España también encontramos ejemplos geniales, como ocurre en la serie El vecino, creada por Miguel Esteban y Raúl Navarro, donde Fran Perea interpreta a Fran Perea, pero, sobre todo, se ríe de Fran Perea, un personaje que es una parodia desquiciada, hilarante. Pero nadie se ríe de sí mismo como Jorge Sanz en la serie satírica que creó junto a David Trueba, ¿Qué fue de Jorge Sanz?, en la que se muestra cómo el mítico actor, después de más de 20 años de exitosa carrera, pasa por un bache profesional. Jorge Sanz vivirá situaciones rocambolescas, entre resaca y resaca saldrá a correr con la camiseta de una serie que protagonizó y fracasó estrepitosamente, se pondrá en ridículo y hará referencias incansables a su carrera, a sus compañeros de profesión. Una serie que cada pocos años regresa con un capítulo especial, porque la idea es, según afirma David Trueba, llegar a ver al actor en una residencia de ancianos. Una serie imperdible, cine dentro del cine.
Joel Joan hizo algo similar en 2014 con su serie El crac, en la que trata de conseguir el papel en la gran superproducción catalana del año, pero el director lo odia y tendrá que hacer todo lo posible para hacerse un hueco en la película. Antonio Resines también se interpretó a sí mismo en Investigación policial, de Daniel Aguirre, donde, además de seguir adelante con su carrera cinematográfica, es un mafioso. Victoria Abril, en Nacida para ganar, de Vicente Villanueva, se transforma en una arpía que, en lugar de vivir en Francia como todos creíamos, es jefa comercial en España de una empresa basada en la estafa piramidal. Todo un divertimento para la actriz.
Pero quienes llevan al límite los saltos entre ficción y realidad, las actrices que se interpretan a sí mismas, los guiños continuos a la profesión, son los Javis y su Paquita Salas, donde Belinda Washington, Ana Obregón o Macarena García, entre otras, se pasean por la agencia de intérpretes en la que Lidia San José, actriz infantil de gran éxito, se frustra porque en los últimos años su único triunfo ha sido participar en Pasapalabra. Los Javis llegan incluso a hacer un triple salto mortal: una de sus tramas de ficción narra la historia de una actriz, Clara Valle que, junto a Paquita Salas, inventa una carrera en Hollywood gracias a fotos retocadas con Photoshop. Historia que vivió en la vida real Anna Allen, quien aparece en el último capítulo de la serie interpretando a Clara Valle en una película dentro de la producción de los Javis; es decir, interpretando a la actriz que la interpreta. Una pirueta complicada que muestra que, más que una frontera, entre ficción y realidad hay una fina línea que actrices y actores, como funambulistas sobre una cuerda floja, cruzan sin perder el equilibrio y, para ello, no hacen otra cosa que crear un personaje, su personaje, y actuar.