FUERA DE CAMPO
Larga vida al cine independiente
ELISA FERRER
Si hago recuento de las columnas que he escrito en este espacio privilegiado que me regala AISGE —esta ventana desde que la que observo y comento películas, series e impresiones como si os tuviera enfrente, cerveza en mano—, muchas de ellas están dedicadas a películas independientes que me han fascinado este último año y me han llevado a celebrar a voz en grito nuestro cine. Alcarràs, de Carla Simón, me volvió loca; Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa, me cautivó, como me encantaron O que arde, de Oliver Laxe, o Libertad, de Clara Roquet, entre otras muchas sobre las que he tenido el placer de escribir por aquí. Algunas de estas películas están rodadas en catalán, como Alcarràs, o en gallego, en el caso de O que arde; otras en euskera, como Nora, de Lara Izagirre. Muchas de ellas han sido dirigidas por mujeres. Muchas son películas con propuestas narrativas distintas, valientes.
Hace unos días, con la vista puesta en la 75ª Edición del Festival de Cannes, donde Albert Serra compitió con Pacification por la Palma de Oro (que finalmente fue para Ruben Östlund y su Triangle of Sadness); donde Rodrigo Sorogoyen presentó As bestas fuera de competición y donde, dentro de la Quincena de Realizadores, se estrenó la ópera prima de la directora alicantina Elena López Riera, El agua, y tuvimos aún más claro que el cine independiente español tiene mucho que decir. Estoy deseando que estas películas lleguen a las salas y, la verdad, hacía mucho tiempo que no me pasaba algo así.
¿Qué duda hay de que el cine español goza de buena salud? ¿De que las nuevas propuestas son cada vez más interesantes, más arriesgadas? Por eso indigna que se acabe de aprobar la nueva Ley General de Comunicación Audiovisual con una enmienda que parece nimia, apenas una palabra en la definición de qué entiende esta ley por productor independiente, pero que es enorme: rozar apenas un castillo de naipes y provocar que se desmorone. Porque con la nueva ley, las productoras de televisión y las plataformas serán también consideradas “productoras independientes", con lo que, ¡oh!, todo el cine y el audiovisual será independiente.
¿Qué provocará esto? Pues que las empresas que no cuentan con un apoyo financiero de los grandes grupos, es decir, las empresas realmente indies, así como los empleos que promueven, desaparezcan de un plumazo o se conviertan en proveedoras de servicios. Algo que, se mire como se mire, es injusto y lleva a las productoras más pequeñas de nuevo a la cola, a la casilla de salida, a una lucha desigual contra titanes a los que es imposible vencer.
Todo esto ha llevado a que los productores independientes se hayan unido y le hayan pedido al ministro de Cultura, Miquel Iceta, un cambio en la ley a través de un comunicado conjunto leído desde el Festival de Cannes por María Zamora, productora, entre otras, de Alcarràs. La nueva legislación provocará que el cine diverso, narrativa y culturalmente, tenga más problemas para producirse, por no decir que quizá deje de producirse, aunque la directiva europea que la impulsa busque, ni más ni menos, que garantizar esa diversidad cultural que tan buen cine nos regala. De hecho, la directiva europea ordena regular el mercado audiovisual, y con la nueva ley esto se complica, pues, según la Plataforma Audiovisual de Productoras, se pondrán en riesgo más de 25.000 empleos.
Pero yo quiero seguir marcando en mi agenda los estrenos españoles que están por llegar, quiero seguir disfrutando de cine de calidad producido aquí, así que ojalá se promueva ese cambio que piden los productores independientes, petición a la que se ha unido mucha gente de la industria, como Pedro Almodóvar, Icíar Bollaín, Álex de la Iglesia o Antonio Resines, por decir solo algunos. Para que el dinero público siga promoviendo un cine diverso, que muestre miradas y puntos de vista distintos, un cine que proteja nuestra cultura identitaria. Y que así nuestras películas sigan dándonos alegrías en festivales internacionales y ganas, muchas ganas, de llenar las salas de cine.