Hoy le digo adiós a este 'Fuera de campo'. Con pena, claro, pero con la alegría de haberme asomado por aquí cada semana, a este espacio mágico que me ha regalado AISGE y que ha sido mi casa durante dos años. El lugar en el que hablar, desde la admiración y el desconocimiento, de ese oficio fascinante que es la interpretación. Echo la persiana, pero traspaso el local y lo dejo en las mejores manos, las de un escritor mayúsculo que lo rebautizará, hará la reforma a su gusto y nos traerá, cada semana, su visión del oficio, su cinefilia admirable, sus letras. Solo puedo agradeceros que hayáis pasado por aquí semana tras semana, ha sido un lujo increíble teneros al otro lado.
Llevaba meses intentando ver 'Espíritu sagrado', de Chema García Ibarra. Su dirección es inconfundible y, atención, no recomendada para todos los públicos. Aguanta los planos hasta la incomodidad, esos segundos de más que consiguen que te retuerzas en tu asiento. Recurre a actores no profesionales que, en muchas ocasiones, actúan como si recitaran de memoria y leyeran en voz alta, con timbres de voz y dicciones imposibles, líneas de diálogo ya absurdas de por sí. Porque 'Espíritu sagrado' lleva al extremo el costumbrismo para conducir al espectador hacia un desconcierto creciente, en el que la seriedad de los temas de fondo entra, de golpe, con la velocidad de una mecha prendida que se acerca a la dinamita para estallar en nuestra cara sin piedad.
Cuando termina la película y comienzan los créditos, ¿alguna vez buscamos el nombre de alguien tan importante para ese rodaje como es la script? Pues bien, estos profesionales son la mano derecha del rey, el soporte emocional de la directora o del director; quienes se encargan de darles fuerza, ánimos, consejos, recordatorios. Son su brújula, su guía, la pared en la que se apoyan. Y no, nunca ganarán un Goya, y quizá nunca sepamos su nombre, pero sin duda merecen una estrella enorme en cualquier paseo de la fama que homenajee a quienes hacen grande el cine.
Cuántas veces, más de las que imaginamos, después de rodar una película, una productora independiente que pone dinero, esfuerzo y horas de vida ve imposible estrenar en salas. Llegamos tarde ya —en un mundo en el que las plataformas se abren paso de forma voraz y tienen a las salas de cine contra las cuerdas— a reformar una industria que fomente el cine nacional y, en especial, el independiente. Porque, no nos engañemos, pocas cosas más emocionantes que una sala de cine a rebosar de gente para ver una película pequeña que ha nacido del esfuerzo de unas pocas personas enamoradas de lo que hacen.
'Nunca, casi nunca, a veces, siempre' (Eliza Hiltman); 'El acontecimiento' (Audrey Diwan), '4 meses, 3 semanas, 2 días' (Cristian Mungiu) o el musical 'Dirty Dancing', de Emile Ardolino, denunciaban el peligro de abortar en clandestinidad. Perchas, alambres, combos de pastillas, trastiendas de peluquerías, clínicas veterinarias, otros lugares de higiene dudosa... Estas películas parecen hablar de tiempos pretéritos, pero están lamentablemente de actualidad porque años de lucha feminista pueden intentar borrarse en cuestión de segundos tras la última resolución del Supremo de Estados Unidos. De nuevo, el cuerpo de las mujeres como arma política, de nuevo sus derechos vulnerados.
En estas noches de junio he estado viendo los capítulos (casi) finales de 'Stranger Things', la joya de la corona de Netflix, y me he sentido como en aquellas semanas adolescentes en las que el colegio empezaba a difuminarse y las vacaciones de verano brillaban como luces de neón en una calle oscura. Si los más jóvenes encuentran en nuestro cine películas que consigan emocionarlos, atraerlos a las salas, tendrán referentes en nuestra industria y considerarán al cine español tan válido como a su vecino 'hollywoodiense'. Así que hago un llamamiento a nuestro cine para que haya más niñas, más niños, más bicis, más aventuras, más fantasía, más verano, porque los jóvenes que llenan hoy las salas son, sin necesidad de Delorean, los espectadores del futuro.
Con una puesta en escena deudora del cine europeo y una banda sonora omnipresente, 'Intimidad' (Netflix) narra con destreza cómo los límites entre lo privado y lo público se han tornado difusos en nuestra sociedad a causa de las redes sociales. La serie, con seis actrices mayúsculas capaces de explotar todos los matices de sus personajes (Itziar Ituño, Verónica Echegui, Patricia López-Arnáiz, Ana Wagener, Emma Suárez, la magnética Yune Nogueiras), tiene una habilidad especial para mostrar los males del patriarcado sin caer en maniqueísmos. ¿por qué a las mujeres se las castiga cuando es su intimidad la que se ve vulnerada? ¿Por qué muchas veces se las juzga cuando son ellas las víctimas? ¿Por qué los hombres no se ven sometidos a este tipo de vejaciones?
Sí, podría decir que yo también soy actriz. Que interpreto diversos papeles, que entro en escena varias veces al día. En el ascensor, en la reunión; cuando acudo al gimnasio por la tarde, mientras imparto clase a mis alumnos por la mañana. Las personas, al interaccionar entre nosotras, nos encontramos sobre un escenario y nos comportamos, por tanto, como si actuáramos. Y esto ya lo sabía Shakespeare, allá por 1599, cuando escribió: "El mundo es un gran teatro, y los hombres y mujeres son actores. Todos hacen sus entradas y sus mutis y diversos papeles en su vida".
¿Qué duda hay de que el cine español goza de buena salud y las nuevas propuestas son cada vez más interesantes y arriesgadas? Por eso indigna que se acabe de aprobar la nueva Ley General de Comunicación Audiovisual con una enmienda que parece nimia, pero es enorme: rozar apenas un castillo de naipes y provocar que se desmorone. Con la nueva ley, las productoras de televisión y las plataformas serán también consideradas “productoras independientes", con lo que, ¡oh!, todo el cine y el audiovisual será independiente. Y ello provocará que el cine diverso tenga más problemas para producirse..., por no decir que quizá deje de producirse. Según la Plataforma Audiovisual de Productoras, se pondrán en riesgo más de 25.000 empleos.
'Cinco lobitos' es intimista, sincera y se construye a través de los detalles, de las emociones, de lo que no se dice, y con estos mimbres es capaz de radiografiar ese mecanismo tan humano como complejo que es la familia. Porque la primera incursión en el largometraje de Alauda Ruiz de Azúa es una película sobre la maternidad, sin romanticismos ni heroísmos. Pero es también y, sobre todo, una película sobre ser hija. Sobre volver al origen, entender a quienes te dieron la vida, pero ya desde el otro lado, desde la adultez, y comprender que los padres no son una extensión de nuestra existencia, que tienen una vida propia y esconden secretos y vivencias que desconocemos.
¿Y si Marlon Brando no hubiera ganado el Óscar por 'El padrino'? ¿Y si Bardem se hubiera quedado sin estatuilla con 'No es país para viejos'? ¿Y si tampoco se hubiera impuesto Will Smith en la última edición de la gala? Dedicatorias históricas nunca habrían tenido lugar, como tampoco el caso de la bofetada a Chris Rock. Con esta premisa del "Y si...", Miguel Ángel Oeste, director de la Semana de Cine de Melilla, nos invitó a varios autores a escribir un cuento en el que encendiéramos la luz en un universo paralelo.
Si por algo, además de su talento, se recuerda a Juan Diego, es precisamente por sus ideales, por ser uno de los profesionales más implicados en la lucha por los derechos laborales de los actores y actrices en España. En 1971, él y una joven Concha Velasco decidieron pedir un día de descanso. En 1975, como responsable de la Comisión de Arte y Cultura del PCE, Juan Diego fue uno de los organizadores de la primera huelga del espectáculo en España y luchó por conseguir mejores salarios, cobrar por los ensayos, representar una sola función al día. Como dijo por la radio un emocionado Juan Echanove, «toda la profesión le debe a Juan Diego la dignidad».
Carla Simón firma en 'Alcarràs' una película que consigue zarandearte, que te apela aunque tu día a día esté alejado de las cosechas, de las vicisitudes que conlleva vivir de la tierra. Porque Alcarràs es una ventana en la que la ficción se levanta ante nuestros ojos para hablarnos de la realidad de la gente del campo, pero, sobre todo, para hablarnos de la vida, donde emociones y miedo están presentes, donde desde la infancia se sabe mirar de un modo que desde la adultez olvidamos. La emoción desborda porque muestra la inmensidad de lo íntimo, lo retorcido de un mundo en el que las grúas son capaces de terminar de un plumazo con juegos infantiles, pero también con formas de vida que aún sostienen este mundo frágil.
Cuando una actriz o un actor se interpreta a sí mismo, el guiño al espectador se carga de complicidad y los límites entre verdad y mentira se tornan borrosos. Fran Perea interpreta a Fran Perea, pero, sobre todo, se ríe de Fran Perea en 'El vecino', un personaje que es una parodia hilarante. Pero nadie se ríe de sí mismo como Jorge Sanz en la serie satírica junto a David Trueba, '¿Qué fue de Jorge Sanz?', que va actualizando con episodios especiales "hasta verlo entrando en una residencia de ancianos". O los Javis y su 'Paquita Salas', donde Belinda Washington, Ana Obregón o Macarena García se pasean por la agencia de intérpretes en la que Lidia San José, actriz infantil de gran éxito, se frustra porque ahora solo participa en 'Pasapalabra'. Entre ficción y realidad hay una fina línea que los intérpretes, como funambulistas sobre una cuerda floja, cruzan sin perder el equilibrio.
Después de tres años de investigación, 'El Palmar de Troya' (Movistar+) consiguió documentar con imágenes de archivo, audios, fotografías y testimonios una de las más excéntricas y desquiciadas historias que conforman el imaginario de nuestro país. Como si de un 'thriller' se tratara, capítulo tras capítulo asistimos a la configuración de una de las sectas más poderosas del mundo. Una historia llena de oscuridades, recovecos, misterios, pero también cargada de picaresca y más de un sinvergüenza. Y con ese Papa Clemente en la cúspide: una figura rodeada de oscuridad, misterio y sucesos extraños, el personaje que a cualquier guionista le hubiera gustado crear.
¿Nos hemos parado a pensar en los comienzos frente a las cámaras de actores y actrices que en algunos casos figuran hoy en el Paseo de la Fama? El debut de Kevin Costner fue masacrado en la sala de montaje. Por el primer papel de Keanu Reeves, como camarero, apenas le pagaron 90 dólares. Brad Pitt debutó anunciando Pringles con el torso desnudo y Bryan Cranston, una crema antihemorroidal. Un Harrison Ford necesitado de dinero a los 22 años se hizo carpintero, y tanto Penélope Cruz como Courtney Cox se dieron a conocer en sendos videoclips.
¿Cuántos actores y actrices, después de abrazar el éxito y estar acostumbrados a trabajar regularmente, se ven condenados al olvido? En una profesión como esta, directamente relacionada con el ego y en la que el material de trabajo es el propio cuerpo, voz e imagen, a veces se asocia erróneamente el rechazo a la valía personal. Una flecha directa a la autoestima que hay que aprender a esquivar porque el talento es importante, pero no lo es todo: también hay factores como la suerte, estar en el sitio adecuado en el momento justo, cruzarse con un personaje que te sitúa en el mapa.
Will Smith ha sido el protagonista de la noche en la edición número 94 de los Óscar después de golpear a Chris Rock a raíz de un discurso incómodo, cargado de la misma masculinidad tóxica que la del personaje por el que ha sido premiado. La misma que crítica con hondura la fantástica 'El poder del perro'. Penélope y Javier se han quedado sin Óscar, pero no se van de vacío, sino con el orgullo de haber sido nominados una vez más. Con la felicidad de haber compartido la experiencia, de ser reconocidos por su trabajo, por su enorme talento.
'Venga, Juan' crece en cada capítulo, se regodea en la incomodidad como el pan en el aceite de oliva que queda al final de la ensalada, y dificulta mantener los ojos en la pantalla porque tanta sátira apesta a realidad y, aunque no nos guste, nos vemos reflejados en el espejo que es la serie. Nos suena ese J. Carrasco que aparece en sobres, en regalos, en la cesión de un contrato urbanístico desde el Ayuntamiento de Logroño que podría ser cualquier ayuntamiento de España. Y tanto su mujer como su hija, las geniales Yaël Belicha y Etsy Quesada, nos abocan a esa carcajada que termina por congelarse, convertirse en mueca. Juan es un personaje inolvidable, que encierra lo peor de todos nosotros; y quizá por eso lo queremos tanto.
Obviamente, guionistas y escritores ni curan ni salvan pacientes, ni arreglan crisis humanitarias, sanitarias o económicas. Pero podríamos decir que sus obras son una ventana que está ahí, al margen; una ventana a la que asomarse para llenar los pulmones de oxígeno, mirar hacia otro lado, escapar por un momento de la rutina, evadirse. Una ventana que a veces también sirve para comprender al ser humano, entender el mundo en el que vivimos, de qué pie cojeamos, en qué piedras tropezamos demasiadas veces, por qué no cesamos de repetir los mismos errores
Los últimos Goya a la mejor dirección novel han recaído en Clara Roquet, Pilar Palomero, Belén Funes, Arantxa Echevarría y Carla Simón, que además acaba de ganar el Oso de Oro. Cuando haya niñas que les digan a sus padres que quieren ser directoras de cine, tendrán referentes en quienes reflejarse. En cambio yo, el día que dije en la escuela que quería ser directora de cine (cuánta inocencia), mi maestro comenzó a llamarme Pilar Miró; para él fue muy sencillo escoger el mote. Las mujeres están cada vez más presentes en la industria, se llevan premios y van a festivales internacionales, pero se las mira con condescendencia. Se dice que hacen cine intimista, pero ¿cómo van a hacer una gran superproducción si reciben la mitad de presupuesto que los hombres?
En estos días en los que en Ucrania se desata el horror, en los que muchos ucranianos tratan de huir de su país para sobrevivir, pienso en toda esa gente que, ante la desesperación, ante el pánico paralizante, lleva años poniendo sus vidas y las de los suyos en peligro para escapar de situaciones invivibles. En 'Mediterráneo', el mar es un personaje más, cargado de dobleces; a veces calmado, precioso, pero otras inclemente, brutal, cuyas profundidades esconden un cementerio que es la vergüenza de un mundo, el nuestro, que no pone soluciones a las crisis que él mismo provoca. Muchas de las pequeñas historias personales detrás de rescatadores y rescatados nos llevan a entender la grave problemática que nuestro mar engulle para regurgitar dolor. Por eso ya no podemos olvidar, ignorar, mirar hacia otro lado.
Hay en el cine de Carla Simón una emoción que es capaz de agarrarse a nuestras tripas, una emoción que traspasa la pantalla porque está hecha con los mimbres de que lo vivimos, de lo que sentimos, porque está hecha de verdad. Las imágenes de 'Alcarràs' –ese segundo largometraje que ya ha hecho historia al conquistar el Oso de Oro de la Berlinale– son luminosas, hipnóticas, llenas de fuerza, de cine, cargadas de verdad. Porque la obra de Simón es también es un acto de resistencia: pone el foco donde a veces olvidamos mirar.
Los Goya fueron una gala irregular, eterna, que ojalá hubiera tenido más Berlanga, más Imperio Austrohúngaro, más parodia, más erotismo, más gracia. Pero nos queda José Sacristán: más que un discurso, un apasionado monólogo teatral lleno de amor por la interpretación, uno de los momentos más entrañables, más emocionantes, más sinceros. Y nos quedan Clara Roquet (cinco mujeres en las últimas cinco entregas a Dirección Novel), Sabina y Luz Casal, Cate Blanchett, Blanca Portillo, León de Aranoa... y el discurso preciso, precioso, conmovedor de ese actorazo que es Javier Bardem, que nos enterneció con las palabras que le dedicó a Penélope, a sus hijos y el broche final con el que quiso homenajear su madre.
«¿Cuántas películas de Cecilia Bartolomé nos hemos perdido por culpa de la censura franquista y machista?». Y yo, que nunca había oído hablar de ella, que nunca había visto ninguna de sus obras, respondí «Todas». 'Margarita y el lobo' (1970). un mediometraje que en cualquier otro lugar habría supuesto el inicio de una carrera imparable, fue considerado una provocación por la censura franquista y puso a Cecilia en una lista negra que le impidió trabajar. Ella cree que lo que no le pudieron perdonar los censores es que esa película fuera divertida. Pero también dice que los disgustos se olvidan, sobre todo gracias a todas las directoras que hoy luchan junto a ella y al orgullo que hoy, a sus 81 años, siente por todo el cine que ha parido.