María Domínguez, la valentía de erigirse en la primera alcaldesa de España
Era hija de unos campesinos humildes que la casaron a los 18 años con un maltratador. Pero se rebeló y prosperó como periodista, feminista y escritora. Y así, hasta erigirse en regidora de Gallur (Zaragoza) en 1932. La fusilaron al comienzo de la Guerra Civil, pero su ejemplo sobrevive
PEPE RUBIO (@PepeRubioM)
Nuestra protagonista fue una de las tantas mujeres olvidadas y borradas de nuestra memoria durante años. Solo la casualidad le concedió una segunda vida. A finales del pasado siglo, mientras el escritor y bibliófilo Javier Barreiro ojeaba un ejemplar de Crónica, la muy colorista revista gráfica de los tan agitados años treinta, se cruzó con la imagen de una mujer, María Domínguez, que ilustraba este rotundo titular: “La primera alcaldesa de España”. La curiosidad le llevó a encontrar en un catálogo de una librería de viejo el libro Opiniones de mujeres, editado en Madrid por Castro y con artículos y conferencias de esta mujer que llegó a ser mucho más que una primera edil.
El libro, hoy reeditado, arranca con el prólogo de la activista republicana Hildegart Rodríguez, donde dice: “La vida de María Domínguez no puede escribirse en unas líneas ni concentrarse en unas páginas; necesita un libro para ella”. Una vez leído el volumen, ahora advertimos que dichos escritos servirían también para una película.
María Domínguez Remón nace en Pozuelo de Aragón (Zaragoza) en 1882. Las primeras escenas de nuestro largometraje podrían arrancar nueve años más tarde, en ese rural pobre aragonés, con una niña que se dedica a ayudar a su padre en las labores propias del campo. Hija de una familia humilde de campesinos, dejó la escuela muy pronto, pero la lectura fue su pasión. Lo aclaran Pilar Maluenda y Julia Cifuentes, las historiadoras que han investigado su vida: “Tuvo la suerte de que a su padre no le importaba que ella leyese”. No era de la misma opinión su madre, quien velaba por las normas sociales de entonces, por lo que entendía que semejante “rareza” quizá la perjudicaría. Pero María fue persistente, tanto en el leer como en el escribir.
Lo que no pudo evitar es que a los 18 años la casaran. Le tocó en suerte –porque no se elegía– un joven de Fuendejalón, el pueblo de al lado. Aquel marido, llamado Bonifacio Ba, la estuvo maltratando y humillando durante siete años sin parar; un horror normalizado en la época, pero del que un buen día decidió huir. Cogió el primer tren con destino a Barcelona y allí se instaló, en años muy convulsos. La política y la sociedad bullían.
A través de unos contactos consigue trabajar como sirvienta, mientras su marido la denuncia y deja en situación de busca y captura. Legalmente no se podía abandonar el domicilio conyugal, pero la policía, al no tener hijos el matrimonio y relatar ella misma su situación, decide hacer la vista gorda. En Barcelona se activa su mentalidad republicana, pues vive en primera línea los sucesos de la Semana Trágica. Es el verano de 1909. Pero las presiones de la familia y el marido la hacen volver.
A su regreso, el esposo vuelve a pegarla. No dudará María en dejar testimonio de ello, de su puño y letra: “Me prometió que se enmendaría. Que me trataría bien. Me trató peor que antes”. Y se vuelve a ir de casa, aunque se queda en el pueblo, se gana la vida haciendo medias. Las habladurías empiezan a estar a la orden del día: una mujer que no está con el marido ni va a misa. Un escándalo. Pero a ella le da igual, puesto que sigue formándose de forma autodidacta, continúa con la escritura.
En 1914 envía un artículo al periódico republicano madrileño El País y se lo publican. En ese momento emprende distintas colaboraciones con varios medios, en las que desde un pueblito perdido reivindica el republicanismo, el papel de la mujer en la sociedad, la necesidad de educar a la población, su pacifismo contra la Primera Guerra Mundial, el anticlericalismo. Hasta se defiende del cura de su localidad, que la critica abiertamente en las homilías: “Paciencia, señor cura, paciencia. Dentro de mi ser tengo una voz secreta que me dice lo que debo y lo que no debo hacer. Esta es mi consciencia, esta es mi religión”.
Vocación de profesora
Su sueño era ser maestra. A su juicio, “el Estado debe cuidarse de hacer ciudadanos libres y conscientes, creando una escuela laica, integral, gratuita y obligatoria”. El marido de una amiga, Pedro Rubio, será clave en su vida. La anima y le ofrece su primera oportunidad en 1917, en el caserío de Mendiola (Valle de Baztán, Navarra). Allí recibió clases y se preparaba para el examen de la Escuela Normal (Magisterio) cuando su salud flojeó hasta jugarle una mala pasada. Vuelve a Zaragoza y se matricula en la Escuela de Artes y Oficios, pero su eterna mala suerte hace que contraiga la virulenta gripe del año 1918.
Con todo, su fortaleza no flaquea. Supera todas las contrariedades, hasta que en 1923 llega su liberación. Fallecen sus padres, a quienes cuidaba. Y lo más importante: muere su marido, que había rehecho su vida con otra mujer, pero no le permitía rehacer la suya. Este contexto le permite casarse en segundas nupcias con el socialista Arturo Segundo Romanos. Se traslada a Gallur (Zaragoza), y juntos fundan la sección sindical de la UGT.
En esa etapa intensifica sus colaboraciones periodísticas e imparte variadas conferencias por los pueblos sobre feminismo (“La mujer ha de escribir, en la historia de la humanidad libre, la página de su liberación”); educación (“Es con la verdad y la conciencia con las que se combaten la mentira y la ignorancia”); el matrimonio (“A los 18 mis padres me casaron. Lo hicieron por mi bien, claro, pero fue mi desgracia”)... También manifiesta su postura contraria a la Iglesia y la monarquía (“España ha sufrido la tiranía de la Iglesia y el trono porque ha carecido de medios de cultura”).
Domínguez pasó de ser una mujer rural, pobre y maltratada a toda una celebridad por su republicanismo y socialismo. Tras producirse una crisis de gobierno en el Ayuntamiento de Gallur, conquista la alcaldía en 1932. Fueron solo seis meses, pero muy fructíferos, detalla Pili Domeque, fundadora de la Asociación de Mujeres María Domínguez en la localidad. “Pidió subvenciones para acabar con el paro, creó una escuela unitaria de niños y niñas y saneó las cuentas del municipio”, enumera. No paró hasta que retomó sus rutinas de periodista y conferenciante.
En la fosa común
Cuando llega el golpe de estado de julio de 1936, Domínguez se encuentra muy señalada por sus ideas. Intentó refugiarse en Pozuelo, en la casa de su hermana, conservadora y de derechas, pero no le sirvió de nada. La localizaron y la detuvieron junto a su marido. La fusilaron el 7 de septiembre de 1936 en los muros del cementerio de Fuendejalón.
Llegarían años de silencio y olvido. Nadie se atrevió a reivindicarla hasta la reaparición, ya en los noventa, de su libro Opiniones de mujeres. Es la historia de una mujer valiente asesinada por sus ideas adelantadas (“Ser republicano en un pueblo es un heroísmo, comparado al de un soldado en el campo de batalla”).
En enero de 2021 sus restos fueron recuperados de la fosa común. El último plano corto de esta película son unos restos de sandalias, dos botones, unas horquillas y una peineta que nos recuerdan su apariencia con pelo recogido y moño. Fueron los únicos objetos que aparecieron junto a su cuerpo. E intangible en nuestro recuerdo, su valentía única.