Mejor actor revelación
Eneko Sagardoy
Corazón de niño para un cuerpo de gigante
En la búsqueda de protagonista para darle carne mortal al protagonista de Handia, los directores Aitor Arregi y Jon Garaño afrontaron un duro dilema: apostar por un hombre altísimo pero sin experiencia en la interpretación o por un actor con quien recrear semejante estatura gracias a la tecnología y el ingenio. Por suerte para ellos y para la película, finalmente decidieron contratar a un intérprete profesional. Porque solo así el Gigante de Altzo logró trascender la pantalla, no tanto por sus 2,42 metros como por la altura de su conmovedora humanidad. Y el artífice fue Eneko Sagardoy (Durango, Vizcaya, 1994), que completó con mucho coraje y aún más sensibilidad, además de con unos zancos, el medio metro largo que le faltaba para alcanzar la estatura de aquel Miguel Joaquín Eleizegui.
Con numerosos trabajos en el celuloide y el teatro del País Vasco, además de una participación en la mítica serie en euskera Goenkale (ETB), este papel en Handia significaba para el artista la oportunidad de dar el gran salto. Unos días antes de los Goya le concedían la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos, el primer premio de su carrera, según anunció él mismo. Ahora es dueño del galardón de la Academia de Cine, que dedicó “a esas identidades incomprendidas, a esos cuerpos raros”. Esas eran las palabras y la mirada, limpias y generosas, precisas para meterse en la piel de “un gigante con corazón de niño”, como rezaba el cabal retrato que Mariano Barroso (vicepresidente de la Academia) hizo del personaje.