twitter instagram facebook
Versión imprimir
05-02-2018

Mejor Actor Protagonista
 
Javier Gutiérrez
 
El curso triunfal de un gran maestro
 
 
PEDRO PÉREZ HINOJOS (@pedrophinojos)
Va a ser difícil que Javier Gutiérrez (Luanco, Asturias, 1971) repita un curso tan exitoso como el que acaba de cerrar con su Goya al Mejor Actor Protagonista por El autor, el segundo de su carrera tras el cosechado hace tres años con La isla mínima. Pero no será imposible. Si existe otra certeza clara, además de su virtuosísimo interpretativo, es que no se le conocen límites a su capacidad para reinventarse y sorprender.
 
   Esa misma perseverancia a la que se abrazó cuando desembarcó, menudo y apocado, en Madrid para estudiar interpretación continúa siendo su aliada más fiel. En el largo camino están muchos años de escenarios, curtiéndose en todos los géneros; el salto a la tele con Los Serrano y el centenar largo de capítulos en Águila roja, y la lenta pero segura entrada en el mundo del cine. Hasta que los astros se conjuntaron mientras él seguía perseverando a ras de suelo y encadenó, en apenas año y medio, Los últimos de Filipinas, Plan de fuga y El autor para la gran pantalla, y Estoy vivo y Vergüenza en televisión. Aunque ha sido el arrebatador papel en la película de Manuel Martín Cuenca –el de un infeliz transmutado en un sujeto manipulador y ruin a raíz de su desmedida ambición por ser un escritor de éxito– el que le ha permitido repechar hasta la cima figurada de la interpretación en nuestro país.
 
   No presumirá Gutiérrez de su magisterio, vencido por una humildad entreverada con esa timidez que quiso curarse haciéndose actor. Ni tampoco hará alarde de que, muchísimo antes de que se ganara el cariño del público y de que la crítica y los académicos se postraran con reverencia a su inmenso talento, él ya atesoraba un patrimonio sin precio: el amor incondicional de sus compañeros de profesión. Y no hay más que escuchar su dedicatoria al recoger su Goya para entender de donde procede tanto afecto: “Este oficio es muy hermoso pero también muy cruel. Quiero dedicarle este Goya a todas esas compañeras y compañeros a los que nunca les suena el teléfono y no tienen oportunidad para demostrar lo que valen”.
 

Versión imprimir