“De niño organizaba funciones
en casa de mi abuela cada Nochebuena”
Quiso ser periodista, se licenció en Ciencias Políticas porque le agradaba la diplomacia y ha acabado destacando como actor, una faceta que a este madrileño de 27 años le viene de familia. “Mi abuelo hizo teatro durante la posguerra y estaba orgulloso de que su nieto empezara a dar pasos en esa dirección”, confiesa. Hizo sus primeros pinitos sobre los escenarios mientras asistía a la Escuela Municipal de Arte Dramático de Las Rozas, con la que estrenó montajes como El señor de las moscas o Las Bacantes de Eurípides y el recital Poeta en Nueva York. Conoció la escena independiente de la capital gracias a Mariposa blanca sobre fondo gris y en 2011 regentó la misteriosa mansión Monkswell de La ratonera, que le hizo triunfar por media España junto a María Castro o Manuel Baqueiro. Pero la mayor parte de su popularidad se la debe a la televisión, el medio en el que más se ha prodigado. Inauguró la programación de Cuatro con Corta-T antes de saltar a SMS (Sin miedo a soñar), auténtico escaparate para intérpretes de la talla de Amaia Salamanca o Mario Casas, donde encarnó a un joven que pasaba por el reformatorio tras verse involucrado en un crimen. Los seguidores de Amar en tiempos revueltos le recuerdan como un universitario mediocre, los policías de El comisario descubrieron que había asesinado a un detective y en El castigo experimentó las torturas de un campamento para adolescentes rebeldes, desde dormir enjaulado a arrastrar pesados troncos. Aunque ya había sobrevivido a los espíritus que tantas víctimas se cobraron en la casa de Hay alguien ahí, la suerte volvió a aliarse con él cuando perdió el avión de Spanair a Gran Canaria, cuya tragedia retrató el telefilme Vuelo IL-8714. Se encontraba entre los malvados náufragos rescatados por los tripulantes de El barco y retrocedió hasta la Andalucía decimonónica de Bandolera para levantar pasiones.
Próximamente se le verá en El don de Alba, pero aún más esperada es la adaptación televisiva de Blancanieves, que protagonizará junto a Blanca Suárez. Llegó a la gran pantalla con Los aires difíciles, escuchó al atormentado Leonardo Sbaraglia de Concursante y dio vida a un violento atracador en Secuestrados. Entre sus tres cortometrajes sobresale I feel lost, acerca de la interminable guerra de sexos, que le reportó el premio al mejor actor en el Festival de Girona.
HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ
− ¿Recuerda el momento particular en que decidió ser actor, y por qué?
− No hay un momento concreto, pero desde muy niño organizaba funciones teatrales en casa de mi abuela cada Nochebuena. Aquellos espectáculos con todos mis primos, que ya eran tradición en la familia, me divertían muchísimo y los recuerdo con especial intensidad. De ahí pasé a las representaciones del colegio y de los Boy Scouts. El despiste adolescente me llevó a suspender un buen puñado de asignaturas y, mientras mi padre quería matarme, mi madre me sugirió que buscara motivación en el teatro. Así que, con catorce años, acabé apuntándome a la Escuela Municipal de Arte Dramático de Las Rozas. ¡Aquello me enganchó definitivamente!
− ¿Quién fue el primer amigo/a al que se lo contó, y qué le dijo?
− Más bien fue mi madre quien me descubrió esa vocación latente que tenía desde pequeño.
− Si el teléfono dejara de sonar, y ojalá que no, ¿a qué cree que se dedicaría?
− Acabo de montar una taberna de buen comer y mejor estar junto a mi hermano y mi primo. Lo he hecho por inquietud y para tener una alternativa a la interpretación, un oficio que ya he sufrido como tremendamente inestable e incierto. Aun así, siempre concebiré esta y cualquier otra actividad económica que emprenda en el futuro como complemento para poder subsistir, sin dejar de ser lo que realmente siento que soy: actor.
− ¿En qué momento de qué rodaje pensó: “¡Madre mía, en qué lío me he metido!”?
− Recuerdo la primera jornada de grabación de El Castigo, telefilme dirigido por Daniel Calparsoro. Me había incorporado al equipo a última hora y, de pronto, me vi corriendo como un poseso por unas vías de tren… Sentí vértigo y, a la vez, una gran emoción por formar parte de esa historia. Fue un proceso muy intenso: la paliza era grande casi todos los días, pero también constituía una experiencia única.
− ¿Cuál cree que es el principal problema del cine español, si es que ve alguno?
− Veo una paradoja: grandes películas con escasa difusión que apenas llegan al público y otras que, pese a su mediocridad, gozan de repercusión. Algunas, por supuesto, sí aúnan calidad y promoción. Luego están las que catalogo de infumables y que, tristemente, alimentan los prejuicios de quienes reniegan de nuestro cine. Todavía tenemos que aprender a vender bien las historias, sobre todo entre nuestros compatriotas, porque fuera ya nos demuestran en muchas ocasiones admiración y reconocimiento. Hay que saber tocar teclas adecuadas, que las tenemos. ¡Y muy buenas!
− ¿Se le ocurre alguna solución imaginativa para paliarlo?
− Saber querernos más y mejor.
− ¿A quién le devolvería antes la llamada, a Spielberg o a Woody Allen?
− Interpretativamente Allen me parece fascinante, pero si entendemos el cine como el más grande de los espectáculos, Spielberg es un maestro. ¡No sé a quién escogería primero!
− ¿Cuál fue el primer actor o actriz que le conmovió, que le dejó al borde mismo de la lágrima?
− Hay muchos intérpretes a los que admiro, así que me cuesta elegir solo uno. José Sacristán siempre ha sido un ejemplo de integridad y buen hacer, quisiera llegar a sus años con una carrera tan diversa. Mientras pensaba en Spielberg me vino a la cabeza E.T.: me ha hecho llorar desde que la vi por primera vez.
− ¿Qué frase de película le gusta aplicar como leit motiv personal?
− “¿Quién es tu hijoputa?”
− “¡Tú eres mi hijoputa!”
Pertenece al diálogo telefónico que mantienen Cuba Gooding Jr. y Tom Cruise en Jerry Maguire, de Cameron Crowe. ¡Perdón por el vocabulario! [Risas]
− ¿Qué largometraje ha visto tantas veces que se sabe los diálogos completos de alguna escena?
− Los Goonies.
− ¿Le gusta volver a verse en los filmes o series en los que ha participado?
− Sí. Me permite aprender y sacar conclusiones. Aparte de criticarme, un vicio que comparto con muchos compañeros, también disfruto cuando considero que he hecho bien mi labor.
− ¿Cuál fue la última película que no fue capaz de ver hasta el final?
− Todo es silencio, de José Luis Cuerda, aunque me gustan mucho sus títulos anteriores.
− ¿Cuál es el primer consejo que le ha dado alguien cercano –ya sea del ámbito profesional o personal– para ejercer mejor la interpretación?
− Fernando Cayo, al que respeto mucho, me dijo: “Nunca pares de formarte”. Y mi representante, Elvira Herrera, me recuerda a menudo que la paciencia y la constancia pueden dar resultados en este mundillo.
− ¿Intuitivo o metódico? ¿En qué porcentaje?
− Intuitivo al 80%. Aunque me gustaría que el 20% restante fuese método, la verdad es que soy algo caótico, pero puede llegar a ser un caos ordenado con cierta disciplina… [Risas]
− ¿Qué canción o canciones escogería para ponerle banda sonora al momento actual de su vida?
− Mad world, de Gary Jules, perteneciente a la banda sonora de Donnie Darko.
− Adelántenos, ahora que no nos escucha nadie… ¿Cuál es el siguiente proyecto que se va a traer entre manos?
− Mi presente es la taberna y espero que mi futuro próximo sean propuestas estimulantes para teatro, cine o televisión. ¡Que no tarden mucho en llegar!
− ¿Qué le gustaría hacer dentro de cinco minutos?
− Disfrutar del momento que toque.
− ¿Y dentro de cinco años?
− Seguir trabajando como actor, naturalmente.
− ¿En qué otra época de la historia le gustaría haber nacido?
− En los años sesenta, por la revolución que supusieron en muchos aspectos. Y como me fascina lo ochentero, así hubiera podido vivirlo con la edad que tengo ahora.
− Díganos qué le parece más reseñable de AISGE y en qué aspecto le gustaría que mejorásemos.
− Que sea una sociedad dedicada a defender los derechos de los intérpretes y promover la solidaridad con aquellos compañeros que atraviesan situaciones económicas difíciles. Su labor cohesionadora es importantísima frente a los poderosos intereses económicos que pueden perjudicar nuestras condiciones laborales. También destaco su apuesta por las artes escénicas y la cultura en general.