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Héctor González


“El Gobierno debería promover el cine como carta de presentación de España”


Este barcelonés de 28 años recuerda de su infancia las conversaciones sobre gnomos que mantenía con su padre cuando caminaban en verano por el Pirineo aragonés. “Hasta bien mayorcito los busqué detrás de cada árbol”, confesaba durante una entrevista. Nada tiene que ver con esos seres enanos un Héctor González que ya se ha revelado grande como actor. Y sí comparte con ellos la genialidad. Tras foguearse de la mano de obras como La gata sobre el tejado de zinc, el grupo La Casona le dio la oportunidad de participar en Després de la pluja, donde los trabajadores de una aburrida entidad financiera se desahogaban durante sus recesos para fumar en la azotea del edificio.
 
   De toda mordacidad se despojó en el texto infantil No hay sitio para tarzán, que presentaba a ese mítico personaje de la selva desorientado en medio de una ciudad, aunque en un hipermercado encontraba la ayuda de tres compradores. En su haber tiene unas 300 funciones de La katarsis del tomatazo, el veterano espectáculo en tono de cabaré que organiza la escuela de Cristina Rota con sus alumnos en la Sala Mirador de Madrid, cuyos espectadores muestran su grado de satisfacción según la cantidad de tomates que lanzan sobre las tablas.
 
   Junto a otros tres compañeros de la escuela de Cristina Rota fundó La Kimera Teatro, cuyas propuestas ostentan buenas críticas en todo el país. La primera de ellas fue De Finea y Nise, una versión del clásico La dama boba que representaron en numerosas ciudades y llevaron incluso al Festival Don Quijote de París. Dentro de los enredos de dos parejas interpretó al codicioso Laurencio, a punto de casarse con la intelectual Nise cuando seducía a su hermana Finea, más inclinada a entregarse a un hombre. Consideraba que esa predisposición amorosa le facilitaría el acceso a una abultada fortuna Y así era. Aunque su inesperada jugarreta había desatado la rivalidad entre ambas, finalmente alcanzaban la felicidad al tomar sus propias decisiones en una sociedad profundamente machista.    
 
   A finales de 2011 optaron por el microteatro: obras cortas y con entrada de precio asequible para espacios pequeños y público reducido. La suya se tituló Asalto en Navidad, una comedia de humor absurdo y ternura a partes iguales que le puso en el pellejo de un caco empleado por la estrambótica empresa ladrones.com. Hasta que disparaba al mismísimo Papá Noel mientras perpetraba lo que simplemente iba a ser un atraco más en su historial. Un año después probó de nuevo en ese formato gracias a su Adrián Salcedo de Hacer el amor no es solo follar despacio. Bordó entonces a un ejecutivo asiduo a la agencia de prostitución Noche de Pétalos, no por un físico desagradable, sino porque nadie soportaba la acritud de su carácter. Había contratado los servicios de una meretriz para que su depresivo compañero de oficina no pasase solo su cumpleaños, sin contemplar las nefastas consecuencias que podía acarrear semejante ocurrencia: el pobre contable se llevaba un chasco cuando descubría la verdad sobre la mujer con quien había pasado una noche romántica y a él casi le daba un ataque al pensar en la abultadísima factura de tantas horas de trabajo.    
 
 
 

 
 
 
   Ya en 2013 Bajarse al moro le acercó a ese Madrid alocado de los ochenta, años de efervescencia cultural y libertad desmedida, con una historia capaz de reunir bajo el mismo techo a jóvenes antagónicos: una hippy que esperaba resolver sus apuros económicos con el tráfico de hachís, una modosita que había abandonado su hogar para no aguantar la rectitud de su familia, un policía que siempre se alteraba por cualquier infracción de la ley, un chaval cuyo idealismo se confundía con falta de inteligencia… Se animó a encarnar a Alberto, el guapo agente de la Policía Nacional, a quien la inquilina más descocada convencía para que desvirgase a su otra compañera y pudiera introducirse así en la vagina la droga que consiguieran traer desde Marruecos. Pero tan arriesgada misión provocaba un cisma entre todos ellos. Los amantes acababan enamorándose y emprendiendo una vida acorde a las convenciones sociales, mientras que los otros dos se quedaban solos y seguían luchando por no ser como el resto.
 
   Desde el pasado junio engrosa uno de los dos elencos del emotivo montaje Amores minúsculos, que sigue llenando el Teatro Lara con cada función, motivo para incluirlo en la lista de grandes fenómenos del circuito alternativo. Incontables aplausos le brinda el papel de Carlos, dedicado al frívolo mundo del espectáculo, aunque muestra su verdadera esencia durante su cita con la contable Laura. Y vive el consiguiente noviazgo con tanta intensidad que, a pesar de su fugacidad, le marcará para siempre. Quizá más que si hubiera sido un romances vitalicio, de esos que acostumbran a vender los cuentos de hadas. En este debut de la compañía Los Zurdos se ha codeado con nombres que ya integran la familia de Foto Fija, como Guillermo Barrientos, Javier Martínez
 
   Allá por 2007 se estrenó frente a la cámara con el cortometraje La canción de Dasein, al cual se sumó luego La madre. Especialmente prolífico fue su 2011 en lo que al formato breve se refiere, pues le pudimos ver en dos títulos. El misterioso Tolemia le llevó hasta una casa rural de Galicia donde pasaba un fin de semana con su novia. Allí se alojaba otro turista y la convivencia entre los tres marchaba bien, pero bebían de una taza sin saber que ya había jugado malas pasadas a los antiguos caseros y ello hacía que se truncasen sus destinos. Y también se le abrieron entonces las puertas de ese particular universo de Roberto Pérez Toledo, director de El desayuno de los campeones, presentado con motivo del certamen FanCineGay de Extremadura. Este pasado 14 de febrero, en consonancia con tal fecha, vio la luz el romántico De ti sin mí.
 
 
 

 
 
 
   La esotérica Sesión 1.16 le zambulló de lleno en el terror. Un sacerdote atormentado por una experiencia paranormal advertía a un grupo de jóvenes, mediante el visionado de unas cintas muy explícitas, sobre lo peligroso de practicar sesiones de güija. Dichos vídeos los habían filmado tiempo atrás unos estudiantes de Periodismo que, a fin de presentar un buen documental en la facultad, se reunían en torno al consabido tablero con curiosidad ante lo que sucediera. Su osado Fran era quien los había animado, pues además de la adrenalina, le motivaba el hecho de poder pasar unos días (casi a solas) con su chica. Pero a la 1.16 de la madrugada, número correspondiente a un versículo del Apocalipsis, se desataba el horror entre las cuatro paredes de aquella buhardilla sin cobertura.   
 
   Su reto de mayor envergadura le llegó al encabezar Encontrados en NYC, la ópera prima de Daniel Zarandieta, exhibida desde 2013 alrededor del mundo pese a haberse rodado con poco dinero. Su Rai era un monologuista sevillano que cumplía 29 años rodeado de dos amigos tan fracasados como él, puesto que su aplicada hermana Pebbles (Andrea Dueso) llevaba una buena temporada estudiando en la lejana Nueva York. Cansados de su rutina, y con la misión de informar a la chica de que su beca al otro lado del charco se había cancelado, los tres chavales emprendían un repentino viaje. Allí él coincidía en repetidas ocasiones con una fotógrafa malhumorada cuyo primer saludo era una bofetada y con quien ni siquiera podía comunicarse por incompatibilidad lingüística. Pero no tardaban en enamorarse. Y entretanto, eran sus compañeros de aventura los que localizaban por casualidad a su hermana… ¡cuando se disponían a hacer un trío con ella! Lo que había empezado como una estancia de dos días se prolongaba indefinidamente para él, que veía en la Gran Manzana el lugar ideal donde volar por sí mismo, sin tener las comodidades que había disfrutado en su espacio de confort.   
 
   Su trayectoria televisiva se limita de momento a la webserie cómica E-rasmus, a cuya segunda temporada de cinco episodios llegó en 2012 con el personaje de Luis, el único universitario español de los cuatro que compartían piso. La timidez de los llegados desde el norte de Europa contrastaba con el desparpajo de los crecidos a orillas del Mediterráneo. Como alumno de Comunicación Audiovisual, él era un friki de las series y películas, además de desternillante. Y es que arrancaba carcajadas con sus continuas alusiones cinematográficas y su falta de perspicacia.    
 
 
HÉCTOR MARTÍN RODRIGO
¿Recuerda el momento particular en que decidió ser actor?
− Mi tío me llevó con 10 años a los cástings de Menudas estrellas para cantar un tema de Alejandro Sanz. La verdad es que no sé si quería ser cantante o simplemente Alejandro Sanz, ¡vete tú a saber! [Risas]. Ya tenía 12 años cuando el profesor de Lengua Castellana preparó un montaje en el colegio para celebrar el final del curso y me dio el papel principal. No salí del escenario en toda la función, el teatro estaba lleno y recibimos un aplauso espectacular, así que todo eso fue suficiente para que me animara a apuntarme a clases de teatro.
 
 
 

 
 
 
− ¿Quién fue la primera persona a la que se lo contó?
− A mis padres. Después de aquello no dudaron en buscar una escuela de teatro en el barrio.
 
− ¿Cuál ha sido el mayor golpe de suerte que ha recibido hasta ahora en su carrera?
− No me puedo quejar. Desde el principio he vivido cosas realmente preciosas, todas y cada una de ellas me han hecho crecer como persona y conocer más mi profesión. A todas esas oportunidades les debo mucho. 
 
− ¿A cuál de los papeles que ha defendido le tiene especial cariño? ¿Por qué motivo?
− El proceso de construcción de mi Rai para la cinta Encontrados en NYC resultó maravilloso. Ese tío necesitaba salir de su espacio de confort, vivir nuevas aventuras, enfrentarse a lo desconocido. Tras finalizar el rodaje me marché a Londres durante seis meses. Creo que había algo en ese personaje que removió mucho en mí.
 
Si el teléfono dejase de sonar, y ojalá que no, ¿a qué cree que se dedicaría?
− Prefiero no pensar en ello. Realmente no nunca he barajado un plan B. Siempre he tenido muy claro que lo que realmente me hace feliz es estar encima de un escenario o delante de una cámara encarnando personajes.
 
− ¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla?
− ¿Abandonar? Eso suena muy frustrante. No me lo perdonaría. Esta es una profesión muy inestable y a veces he sentido que no iban a ofrecerme ningún proyecto interesante, así que decidía empezar a montar algo por mi cuenta cuando me cansaba de esperar. Pero una vez bosquejado el proyecto, siempre suena el teléfono y me ofrecen algo interesantísimo. Entonces me acuerdo de Murphy… [Risas].
 
¿En qué momento de qué rodaje pensó: “¡Madre mía, en qué lío me he metido!”?
− Cuando participé en algo serio por primera vez, nada más terminar la escuela. Se trataba de un documental sobre Pilar Miró, Toma 0. Pionera, de Rosa Blas Traisac. En los ensayos todo iba bien, pero ya en la primera toma me pregunté: “¿Por qué no me sale igual que antes? ¿Qué me está pasando? ¡Qué presión!”. Ahora lo recuerdo con una sonrisa y me doy cuenta de lo importante que es experimentar continuamente. Lo que se aprende mientras trabajas no se aprende en ningún sitio.
 
 
 

 
 
− ¿Cuál considera que es el principal problema del celuloide español y qué solución se le ocurre para paliarlo?
− Nuestro cine no está pasando por su peor momento. Sí en número de producciones, pero no en calidad. Basta con ver La isla mínima, Magical Girl, El Niño u Ocho apellidos vascos. Todas han gustado y funcionado bien en taquilla. Mientras rodábamos Encontrados… en EEUU me di cuenta de las facilidades que ponen para filmar en cualquier ciudad; de ahí que conozcamos tan bien ese país sin necesidad de haber estado. El Gobierno debería promover nuestras producciones como carta de presentación de España. Otras medidas urgentes son la bajada del IVA cultural y crear una industria potente. El cine es un negocio y precisa resultados económicos, así que debemos apreciar más nuestras ficciones y saber venderlas mejor. Hoy compramos cualquier filme extranjero porque nos lo presentan como superior, cuando en realidad aquí hay mucho talento, solo hay que promocionarlo fuera de nuestras fronteras. ¡La imagen es un idioma universal!
 
− ¿Cuál fue el primer intérprete que le conmovió hasta la lágrima?
− Edward Norton en American History X.
 
¿Qué frase de película le gusta aplicar como leit motiv personal?
− “La vida es bella”. A veces olvidamos lo bello que es vivir.
 
− ¿Qué filme ha visto tantas veces que se sabe los diálogos completos de alguna escena?
La lengua de las mariposas, Días de fútbol, El padrino, Tarde de perros… ¡Hay muchos títulos que me encantan para verlos en repetidas ocasiones! 
 
− ¿Nos cuenta alguna anécdota que haya vivido como espectador en un cine?
Fui a ver la obra El intérprete, con Asier Etxeandia como protagonista, al Teatro La Latina. Tenía el día un poco tristón y salí con una alegría tremenda. Esa es la magia del teatro, y también de Asier.
 
− ¿A qué serie de televisión está enganchado?
− Acabo de terminar Peaky Blinders, emitida por la cadena británica BBC, sobre una mafia nacida en Birmingham después de la Primera Guerra Mundial. Me encanta. La labor de todos sus intérpretes es una clase magistral.
 
− ¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado alguien cercano para ejercer esta profesión?
− “Nunca dejes de actuar. Si no te llaman, crea tus propios trabajos”. Me lo dijo Luis Hostalot, a quien tengo mucha estima. Ese y otros consejos suyos resuenan siempre en mi cabeza.
 
¿Qué punto fuerte destacaría de usted como intérprete?
− Estar con el compañero, no concibo la interpretación sin el otro. Recibo y devuelvo todo lo que me está dando. Si los actores están conectados y escuchándose, aparece la verdad, surge algo único y real.
 
¿Y débil?
− A menudo quiero dirigir las escenas desde dentro. Es algo que intento corregir, ya que no me permite entrar plenamente en el personaje, sino que pienso en cómo debería marchar la situación en general.
 
− ¿Cómo titularía la autobiografía de lo que lleva vivido hasta ahora?
Un camino hecho paso a paso. Aún no he pegado grandes zancadas, pero estoy contento de adónde voy llegando.
 
− ¿A qué lugar del planeta le gustaría teletransportarse mañana?
− A la India. Su cultura y su gente me llaman mucho la atención. Es un viaje que siempre he querido hacer y lo he ido postergando. Sería simplemente coger una mochila y recorrer. ¡Qué aventura tan enriquecedora!
 
− Adelántenos, ahora que no nos escucha nadie… ¿Cuál es el siguiente proyecto que se va a traer entre manos?
− Por el momento sigo en el Off del Teatro Lara con Amores minúsculos, cuya acogida por parte del público y crítica es muy satisfactoria. Si todo va bien, y esperemos que así sea, en no muchos meses podrían llegar muy buenas noticias para la obra. Aunque no nos escuche nadie, prefiero no adelantar nada, no vaya a ser que se gafe… [Risas].
 
− ¿Qué sueño profesional le gustaría hacer realidad?
− Rodar una película junto a Javier Bardem y Luis Tosar. Si en el reparto están además Blanca Portillo y Carmen Machi, ya me puedo morir tranquilo. ¿Pido mucho, no?
 
− ¿Qué canción simboliza el momento actual de su vida?
Don’t stop me now, de Queen.
 
− ¿Qué titular le gustaría leer en el periódico de mañana?
− “Tres de cada cuatro actores están trabajando”.
 
− ¿Qué otra época de la historia elegiría para nacer?
− Los años veinte en Nueva York. Me habría ido de cabeza al Actor’s Studio y… ¡quién sabe si hubiera sido compañero de escena de Brando!
 
¿Con qué parte de su cuerpo se siente más satisfecho?
− Con los ojos. Aunque me juegan malas pasadas, se me ve todo en ellos…
 
− Díganos qué le parece más reseñable de AISGE y en qué aspecto le gustaría que mejorásemos.
− AISGE es imprescindible. No solo por la recaudación de derechos, también por la información práctica que ofrecéis a todos los que nos dedicamos a esto. Y por los cursos: ahora estoy recibiendo uno de inglés. Me parecen magníficas las iniciativas para promover que el artista siga formándose. En cuanto a la labor de comunicación, me leo todas las entrevistas, bien en la revista o a través de la web. Es importante e interesante saber qué piensan los demás compañeros. ¡Seguid así, hacéis mucha falta! Mi más sincera felicitación.

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