– Ha asegurado que los actores pueden ser hasta el 70 por ciento de una película. Cuando dirige, ¿entiende mejor al actor por ser actriz?
– Supongo que tiene que ver, pero también por el tipo de cine que hago: películas de personajes. Si me dedicara a la acción, lo más importante sería la puesta en escena o la fotografía; si tienes personajes y una buena historia, necesitas grandes actores que los encarnen y les den matices. La dirección de actores empieza en el casting: ahí es donde el personaje se va perfilando.
– ¿Cómo elige a un intérprete en un casting? ¿Es algo intuitivo, como le pasó a Erice con usted?
– Hago varias pruebas. En el casting nunca vas a ver completamente tu personaje, sino una sensación de cómo va a resultar el personaje hecho por ese actor o actriz. Hago escenas de guion –no muchas, para que no lleguen quemadas al rodaje– e improvisaciones. Es ahí, cuando el actor está con sus propios recursos en una situación dramática, donde se ve su naturaleza. Es muy bonito. Soy una convencida de que los actores pueden hacer cualquier cosa, pero se parecen más a tus personajes que otros.
– ¿Cómo eran los castings cuando usted estaba al otro lado?
– Yo lo pasé muy mal siempre. También eran pruebas muy convencionales: aprenderte un papel y decirlo a cámara. Ya eso no pasa. Ahora yo los entiendo como trabajo, no como un examen. Siempre les digo: “Si venís es porque me parecéis estupendos, y más para esto en concreto. De lo contrario, no te habría llamado”. Y luego te llevas sorpresas con actores en los que ni pensabas.
– ¿Por ejemplo?
– Con Karra Elejalde en También la lluvia. El personaje tenía más edad, unos 60 años. Probamos actores más mayores, incluso no actores, pero no dábamos con él. Entonces Eva Leyra y Yolanda Serrano me propusieron a Karra, y yo les decía: “Que no, que es maravilloso, pero que no”. Me insistieron y terminó viniendo. Muy enfadado, como es él: “Este casting lo hago por ti, y por vosotras”, nos dijo. Y me quedé con la boca abierta. Empezó a hablar y me tuve que sentar, porque lo bordó. Como has visto al actor en otro contexto, te cuesta verlo en cierto tipo de personajes.
– ¿Y con actores no profesionales cómo trabaja?
– Hago improvisaciones. Busco gente muy parecida al personaje porque sé que no va a tener recursos de actor para hacer algo muy lejano a él. Busco naturalidad y la presencia en cámara.
– Lo que le pasó en El Sur.
– Exacto, yo era como el personaje: muy tímida y muy calladita, como Estrella. Es lo que comuniques como persona, y eso no lo actúas ni lo provocas. Es así.
– Si Erice no hubiera estado en la puerta de su colegio, ¿se habría dedicado al cine?
– No. De hecho, empecé la carrera de Bellas Artes y pensé también en estudiar Periodismo. Algo que tuviera que ver con contar historias, algo creativo. Pero cine, no. No tenía ningún referente. Solo un tío, mayor que yo, y sin trato con él. Yo era una espectadora más. En todo caso me gustaba el teatro en el colegio, escribir, contar historias, pero el cine se me escapaba. Y todavía tardé. Entre los 15, cuando hice El Sur, y los 18, con mi siguiente protagonista en Malaventura, aún decía: “Yo no soy actriz, he hecho una película”. Pero a partir de los 18 ya admití: “Bueno, pues soy actriz”. Con Felipe Vega o Gutiérrez Aragón vi cómo era contar historias en el cine. Decidí ser actriz, pero sobre todo decidí hacer cine.