Foto Fija

 
Alba García


“Llevaría un pelucón del siglo XVIII hasta para comprar el pan”
 
 
Nació hace 21 años en Móstoles (Madrid) y se coló de repente en la primera fila del panorama interpretativo. Por casualidad. Las responsables de casting de Eduardo Chapero Jackson recorrían distintos institutos madrileños con el propósito de encontrar una protagonista para Verbo, visitaron el suyo y la seleccionaron cuando aún no había terminado el bachillerato. Poco vértigo sintió al saber que le esperaban compañeros tan conocidos como Miguel Ángel Silvestre, Najwa Nimri, Víctor Clavijo o Verónica Echegui. Ante sus ojos tenía una película de ciencia ficción que, entre rap y grafitis, exploraba los miedos propios de la adolescencia. Particularmente los de Sara, perdida en un entorno hostil que no entendía su sensibilidad y salvada del suicidio gracias a su incursión en una dimensión alternativa, donde llegaba de la mano de un artista callejero llamado Liriko. Este, a modo de ángel de la guarda, conseguía que la muchacha se reivindicase a sí misma tal como era. Según sus propias palabras, aquel rodaje le costó muchas lágrimas, pero tanto esfuerzo se vio recompensado con la asistencia al Festival de San Sebastián y una candidatura al Goya. Para Norberto Ramos del Val rodó en 2012 la introducción de Summertime, una comedia terrorífica y erótica sobre dos jóvenes ligeras de ropa y algo cortitas que estaban dispuestas a descubrir las extrañas presencias de un chalet abandonado. Su labor consistió en advertir a los espectadores de los riesgos que correrían tras ver el filme, aparentemente uno de esos despropósitos de serie Z, pero con una ingeniosa crítica contra la industria cinematográfica española. Ese gurú de las producciones low cost volvió a dirigirla en la más sofisticada Faraday, otra fuente inagotable de carcajadas, aunque a modo de falso documental. Encabezada por un Javier Bódalo aficionado a lo esotérico y una Diana Gómez bloguera, que van su amor dentro de un piso repleto de fenómenos paranormales, se presentó durante el último Festival de Sitges.
 
   Estuvo a punto de ponerse bajo las órdenes de Daniel Zarandieta en Saras, la película creada a partir del cortometraje homónimo, pero no salió adelante por falta de financiación. Su argumento mostraba las dudas de una chica ante su inminente boda y el plan de última hora que le proponía su mejor amiga. El director sevillano, que ya ha llevado al Festival de Cannes las piezas breves 12:26-12:31 y Second Round, retomará ese proyecto algún día. Mejor suerte tuvo La pájara, estrenada en Internet el pasado febrero gracias a la iniciativa Littlesecretfilm, cuyo fin es favorecer la creación cinematográfica al margen de los canales tradicionales. La autora, Jimina Sabadú, rodó los cuarenta minutos de ese mediometraje surrealista en 24 horas y sin guion. Con una estructura de cuento por capítulos, relataba la rutina de un padre enfermo y sus dos despreciables hijos, que sobrevivían a base de vender todos los trastos viejos de la casa. Los continuos delirios del anciano cesaban cuando una nueva dolencia le rejuvenecía temporalmente, noticia que alegraba a sus vástagos, deseosos de seguir gestionando la suculenta pensión. Encarnó entonces a Carmen, alejada de la familia durante muchos años, pero decidida a regresar tras leer la carta de despedida que le enviaba su esposo. Y también aparecía muy remozada, así que ambos empleaban esa energía postrera en enmendar los errores matrimoniales del pasado y ser felices antes de morir, al margen de sus aprovechados parientes. ¿Cuál era la moraleja? Nunca es tarde para ser buena persona.
 
 

 
 
   La primera noche, presentado hace apenas un año, fue su primer cortometraje. Esa comedia romántica la puso en la piel de una cajera de supermercado que hallaba a un cliente despanzurrado. Al día siguiente se enteraba de que el chaval sufría el síndrome de Klein-Levin: se dormía contra su voluntad y, al despertar, sus necesidades eran comida y sexo. Por eso ella era el blanco perfecto. Su actuación cautivó al artífice de esa historia, Eduardo Moyano, que la fichará en breve para los otros dos títulos de la trilogía. Luego la esperaba El increíble Trueno Escarlata, sobre un hombre fracasado al que le hacía ilusión ser un superhéroe moderno, con las honorables misiones que eso conllevaba. Todos se avergonzaban de su nueva ocupación y ella era la única interesada, hasta que la besaba por sorpresa y huía despavorida. Efectivamente, todavía estaba muy lejos de parecerse a Spiderman o Superman. Junto a Ernesto Sevilla, uno de los creadores de La hora chanante o Muchachada Nui, protagonizó J. Kramer. El público de Notodofilmfest aplaudió esa propuesta, donde hizo de Marisa, una alumna de Trabajo Social que conocía a un publicista treintañero durante una fiesta. El apuesto caballero le pedía una cita después de acompañarla hasta casa, pero su escaso interés en ella quedaba claro cuando un ladrón aparecía repentinamente, la amenazaba con un cuchillo y él huía calle abajo. Este julio ha rodado su último trabajo, La morgue, que no ha comenzado aún su trasiego festivalero.
 
   En su debut televisivo también la flanquearon nombres consagrados, desde Alberto Ammann a Alexandra Jiménez. Ocurrió a mediados de 2010 con el telefilme de Antena 3 No soy como tú, inspirado parcialmente en la saga Crepúsculo, pues relataba el complicado noviazgo entre dos jóvenes que se esforzaban por anteponer su naturaleza humana a la vampírica. Al final, pese a todas las amenazas procedentes de la oscuridad eterna, su amor triunfaba. Y ella, celosa, era testigo de tan feliz final. Estaba a punto de acabar 2012 cuando vio la luz el capítulo piloto de la hilarante Dialéctica negativa, una webserie sobre la convivencia de unos estudiantes de Filosofía bastante frikis. Sus escenas reunían a un pedante redimido de su traumático pasado gracias a una indiscutible superioridad intelectual, una hippy enamorada de la cultura oriental, un pueblerino obsesionado con los cómics…  Le tocó entonces el papel de Clara, tan tímida que casi no hablaba, sin deseo sexual alguno y empeñada en que las personas eran máquinas determinadas por leyes físicas. Este año se ha incorporado a la segunda temporada de Isabel como Morayma, la última reina nazarí, expulsada de Granada junto a su marido Boabdil por unos Reyes Católicos a los que ponen cara Michelle Jenner y Rodolfo Sancho. La aclamada ficción histórica de TVE retrata al detalle la existencia, corta y dramática a partes iguales, de aquella mujer: perdió a su padre tras una batalla y estuvo casi una década sin ver a sus hijos. Aunque logró recuperar a uno de ellos ya en el exilio, la pérdida del otro precipitó su fallecimiento.
 
 

 
 
   Su bagaje teatral se limita por ahora a la obra Relaciones, que crece cada semana con una nueva entrega de media hora. El emblemático bar madrileño Fulanita de Tal acoge a un reparto de catorce personajes femeninos –casi todos lésbicos– y dos masculinos, encargados de airear ante la clientela los pormenores de sus vínculos sentimentales, amistosos, laborales o familiares. La buena acogida les ha permitido alcanzar ya el episodio 21.
 
 
HÉCTOR MARTÍN RODRIGO
¿Recuerda el momento particular en que decidió ser actriz?
− ¡Perfectamente! Fue en el estreno de mi primera película, Verbo, mientras recibía los abrazos de varias personas identificadas con mi personaje. Me dije: “Vale la pena deslomarse. Esto es muy bello”.
 
− ¿Quién fue la primera persona a la que se lo contó?
− A mi familia. Siempre he tenido todo su apoyo, algo muy importante para mí.
 
− ¿Cuál ha sido el mayor golpe de suerte que ha recibido hasta ahora en su carrera?
− Encarnar a un personaje tan bonito como Sara, la protagonista de Verbo, fue un auténtico regalo. ¡No lo olvidaré jamás!
 
− ¿Cuál de los papeles que ha interpretado le ha dejado una huella especial? ¿Por qué motivo?
− Sara, la eterna niña de Verbo [Risas]. También me quedo con Morayma, a quien acabo de dar vida en la serie Isabel. Fue la esposa de Boabdil y, por tanto, la última sultana de Granada. Su vida tuvo que ser muy dramática. Como me encanta la Historia, disfruté mucho al meterme en la piel de un personaje histórico. ¡Estoy deseando disfrazarme otra vez!
 
Si el teléfono dejara de sonar, y ojalá que no, ¿a qué cree que se dedicaría?
− Al yoga, a la poesía… ¡Y a rezar para que eso no ocurriera nunca! [Risas].
 
− ¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla?
− Claro que sí, creo que todos nos lo hemos planteado en algún momento. Y más ahora, con este parón generalizado. Es difícil vivir de esto, pero la clave es no parar: hay que formarse, grabar muchos cortos, mucho cine indie... Estoy segura de que todo llega: si uno es agradecido, humilde y desprende buena energía, el universo se lo devuelve.
 
 

 
 
− ¿En cuál de sus actuaciones pensó: “¡Madre mía, en qué lío me he metido!”?
− Recuerdo que, durante el rodaje de Verbo, casi todos los días llegaba a casa con un pensamiento: “Si este papel no me mata, me hará más fuerte”. Al final fue lo segundo.
 
− ¿Le gusta volver a ver los títulos en los que ha participado?
− ¡Sí! Me resulta fácil separarme de los personajes cuando reviso mis trabajos, los veo como si tuviesen vida propia.
 
− ¿Cuál considera que es el principal problema del cine español y qué solución se le ocurre para paliarlo?
− Veo dos: los españoles apostamos muy poco por el producto nacional y no existen buenas estrategias de marketing para recuperar las inversiones. Tal vez habría que plantear muy seriamente una bajada del precio de las entradas. Los jóvenes, muchos de ellos estudiantes, no pueden gastarse nueve euros en ir a una sala. Y el público menor de 25 años es clave.
 
− ¿A quién le devolvería antes la llamada, a Tarantino o a Burton?
− A Tim Burton. ¡Me flipa!
 
− ¿Cuál fue el primer actor o actriz que le conmovió?
− Johnny Depp me llevó directamente a las lágrimas en Eduardo Manostijeras.
 
¿Qué frase cinematográfica le gusta aplicar como ‘leit motiv’ personal?
“No llueve eternamente”. Me dio de lleno en el alma, aunque no recuerdo en qué filme la escuché.
 
− ¿Qué cinta ha visto tantas veces que se sabe los diálogos completos de alguna escena?
Amadeus, mi favorita. Desde pequeña la habré visto, sin exagerar, unas veinte veces. Durante años estudié violín en el conservatorio y era fan del clasicismo, sobre todo del señor Wolfgang. ¡Amor a primer pentagrama!
 
− ¿Cuál fue el último largometraje que no fue capaz de ver hasta el final?
− Esto quedará feo, pero lo confieso: Pulp Fiction. ¡Supongo que no era el momento!
 
− ¿Recuerda alguna anécdota divertida que haya vivido como espectador en un teatro o sala de cine?
− Tendría unos 14 años cuando fui a una sesión de cine muy poco seria. Había una señora que no paraba de reírse, incluso con las secuencias más dramáticas de la película. Era una risa nerviosa, de chiste, así que se la contagió a todo el público…
 
− ¿A qué serie de televisión está enganchada?
− A la maravillosa Isabel. Está hecha con bastante rigor histórico.
 
− ¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado alguien cercano para ejercer este oficio?
− “Diviértete. Ríete mucho de ti misma. Relativiza”.
 
 

 
 
− ¿Qué punto fuerte destacaría de usted como intérprete?
− Soy muy empática y sensible. Esa forma de ser, siempre que esté bien gestionada, constituye una herramienta maravillosa.
 
− ¿Y débil?
− La empatía y la sensibilidad también implican riesgos: uno tiene que separarse de las emociones que experimenta con cada personaje. Eso es para mí lo más complicado, el reto más grande.
 
− Adelántenos, ahora que no nos escucha nadie… ¿Cuál es el siguiente proyecto que se va a traer entre manos?
− El próximo mes rodaré junto a Alejo Sauras un cortometraje financiado por el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA). Las demás propuestas aún están en el aire...
 
− ¿Qué sueño profesional le gustaría hacer realidad?
− Actuar con Johnny Depp o participar en una película de Bollywood. Hay tantas cosas que serían geniales...
 
− ¿Qué titular le gustaría leer en el periódico de mañana?
− “La desigualdad social se ha erradicado por completo. Las posibilidades volverán a ser las mismas para todos, tengan o no dinero”. ¡Ese sería bueno!
 
− ¿Qué canción o canciones escogería para ponerle banda sonora al momento actual de su vida?
Sprawl II, de Arcade Fire. ¡Es un subidón!
 
− ¿En qué otra etapa de la historia le gustaría haber nacido?
− En el siglo XVIII. Llevaría un pelucón de esos hasta para comprar el pan [Risas].
 
− Díganos qué le parece más reseñable de AISGE y en qué le gustaría que mejorásemos.
− Los numerosos cursos que ofrecéis a los socios. Por ahora no percibo aspectos mejorables, solo me llegan cosas buenas de AISGE, así que gracias por existir.

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