Fuera de Campo

FUERA DE CAMPO

Una vida no vivida

 ELISA FERRER

 

Películas de la Guerra Civil, películas de la posguerra, he visto muchas. He visto la incomprensión, la injusticia, la crudeza, la traición fratricida, el exilio. He visto batallas, hambre, maquis, reflexiones profundas (otras menos). He visto los estragos de la guerra a través de los ojos de un niño, de los de una niña, ojos siempre grandes, siempre oscuros. Oscuros como lo fueron esos tiempos, como lo fueron los que vinieron después. Pero lo que no había visto, al menos no en la ficción, eran esas otras víctimas, los topos del franquismo, esos hombres que transitaron la vida sin apenas vivirla, escondidos en sus casas, en espacios ocultos tras falsas paredes, en habitaciones invisibles tras alacenas que en realidad eran puertas que se abrían a una existencia secreta sin ventanas, sin ventilación, reducida toda ella a unos pocos metros cuadrados. Vivir privados del sol, del viento en la piel, privados de la calle, de las ganas, de la realidad, con un solo objetivo: sobrevivir.

 

El año pasado La trinchera infinita, de Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga, puso el foco (como ya lo hizo el documental 30 años de oscuridad, de Manuel H. Martín) en la no vida de los topos del franquismo, hombres que para no ser fusilados limitaron la mayor parte de su existencia a la espera, al odio enquistado, a tratar de comprender, de cicatrizar un conflicto que acumulaba polvo y rencor. Leo que la película de los directores vascos, que ya me sedujeron con Loreak y Handia, es la seleccionada para los Óscar y la revisito y recuerdo ver el encierro de Higinio desde mi propio encierro. Y salvo, claro, todas las distancias, reconozco mi confinamiento como privilegiado, con la luz que se filtraba desde las ventanas, las salidas al mercado, al balcón, las conversaciones con mi gente, aunque virtuales, siempre como una bocanada de oxígeno, un trago de cerveza, una tarde como las de antes en las que nos abrazábamos, reíamos sin mascarilla y juntábamos mesas hasta ser infinitas. 

 

Mientras veía la película olvidé mi cuarentena de chica con suerte y me centré en la reclusión de Higinio, desaparecido, muerto para todo el mundo (o casi), enterrado en vida en una existencia en la que los cambios se intuyen a través de las emisoras de radio, de los periódicos, de lo narrado, en la que lo único real es el sexo. Pienso en él, y pienso sobre todo en Rosa, su mujer, encerrada entre dos mundos, que vive constreñida de puertas para afuera, para que Higinio tenga algo de vida dentro. Y quizá es ella la que más sufre, aunque no lo parezca. 

 

Antonio de la Torre y Belén Cuesta interpretan, o mejor dicho, encarnan, por lo real de sus miradas, sus gestos, sus voces, a este matrimonio que se asfixia en el interior de su casa, de su miedo, de su ira, en una película que angustia, que oprime en sus dos horas y media de metraje, y que cuesta creer que fue la realidad de algunas personas durante treinta años. Una película que se hace grande en interiores mínimos, que muestra la lucha contra los demonios de los vencidos, la gran tragedia que asoló España, pero que en realidad donde duele es en el drama individual, el que azotó familias, amistades, amores, el que rompió a Higinio y a Rosa, y a tantos otros, a tantas otras.

 

La trinchera infinita está en Netflix, vuelve a estar en los cines y creo que vale la pena verla no solo por lo brutal de las interpretaciones, de la puesta en escena poderosa, real, oprimente, cruda, sino también por el viaje al interior de un hombre, de un matrimonio, de una vida cercenada, como tantas otras durante aquellos años, por las circunstancias, por las injusticias, por culpa de una guerra que seguimos contando por si algún día somos capaces de comprenderla. 

 

Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, València, 1983) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia y diplomada en guion cinematográfico y televisivo por la ECAM. Obtuvo el Premio Tusquets en 2019 con su primera novela, 'Temporada de avispas'. También es autora (2014) de un ensayo sobre 'The Royal Tennenbaums', de Wes Anderson

www.aisge.es :: 2025