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25-05-2018

EL SOFÁ DEL INSOMNE

Un atracón de éxito

Sergio Garrido

Hay ciertos ingredientes en una ficción televisiva que pueden hacer que el espectador se sienta atrapado o no. Que tenga una trama sólida, original y un guión bien perfilado, que cuente con una factura técnica exquisita o que los personajes estén construidos con profundidad y en ellos percibamos sus fortalezas y debilidades, tan humanos o inhumanos como nosotros. Si pensamos en aquellas series que nos han marcado, seguramente en gran parte de ellas veremos que estos ingredientes -o al menos alguno de ellos- suelen estar presentes. 

Una de esas últimas ficciones españolas que ha mantenido en vilo al que escribe esta columna es La casa de papel, la serie creada por Vancouver Media y Antena 3 y producida por Álex Pina. No solo cumple los ingredientes antes mencionados sino que, además, tuvo un comienzo en la pequeña pantalla espectacular: su primer capítulo rebasó el 25% de share. Tras finalizar su emisión en Antena 3, ahora está teniendo una segunda vida aún más potente gracias a plataformas como Netflix. Un atracón de éxito que se extiende globalmente. 

Álvaro Morte

   El atraco liderado por El Profesor, personaje interpretado por el genial Álvaro Morte, y llevado a cabo por un grupo de delincuentes a los que el espectador coge cariño, también ha enganchado a los espectadores de América del Sur, especialmente en países como Brasil, donde la careta de Dalí (esa que llevan los atracadores) fue una de las más vistas en sus carnavales. De hecho, en aplicaciones como TV Time la serie es una de las preferidas para ver en la modalidad de “maratón”, superando, incluso, a ficciones norteamericanas tan reconocidas como Anatomía de Grey. Y es que nadie puede resistirse a conocer el resultado de este ingenioso atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre española. Confieso que ni yo pude resistirme a ese atracón de capítulos. 

   Aunque recoge el espíritu de filmes comoReservoir Dogs de Tarantino, en la ficción de Pina los asaltantes son bautizados con el nombre de diversas ciudades y cuentan con unas habilidades distintas que los hacen idóneos para el atraco. Pero más allá de sus cualidades como delincuentes, lo más sorprendente es la forma con la que el espectador acaba conectando con ellos. A la vez que nos adentramos en el plan maestro ejecutado por Tokio, Berlín, Denver, Moscú, Río, Helsinki y Oslo, iremos conociendo sus claroscuros y veremos, incluso, cómo los papeles entre atracadores y rehenes se irán difuminando. 

   ¿Cómo actuaría si me encontrara encerrado con unos asaltantes y no pudiera salir? Esa es la pregunta que me ha venido a la cabeza mientras veía la serie. Ante una situación tan extrema como ésta, ¿cómo lo afrontaríamos? La ficción pone en juego también recursos de la psicología que nos permiten empatizar hasta con actos o acciones que siempre habríamos pensado reprobar. Y ésta es, quizás, una de las mayores riquezas que puede tener todo producto artístico: que nos haga recolocar nuestra mente, reestructurar nuestros valores o, por lo menos, reflexionar sobre aspectos de la sociedad y de nosotros. Y todo mientras nos divertimos a lo grande. 

   El asalto de La casa de papel a nivel global es ya un hecho. En nuestro país la crítica se ha puesto a los pies de una ficción que ha cosechado cinco nominaciones a los Premios Feroz, se ha llevado el Premio Iris al Mejor Guion y el de Mejor Actor Secundario de Televisión por la Unión de Actores a Pedro Alonso, entre otros galardones. Y ojalá haya más atracones -que no atracos- de estos. 

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