La experimentación primeriza y juguetona de Guerín Apenas se conocen los cortos iniciáticos de uno de nuestros cineastas de culto. Pero hay que verlos
JAVIER OCAÑA (@ocanajavier) En un tiempo en el que los cortometrajes eran en su inmensa mayoría divagaciones alejadas de la narrativa tradicional, acercamientos más para uno mismo y para su formación que para un espectador en busca de entretenimiento o emoción, José Luis Guerín, experimentador máximo entre los experimentadores, no decepcionó con sus trabajos en el formato corto, anteriores a su debut en el largo: Los motivos de Berta (1984), paradójicamente, una película mucho más narrativa que la mayoría de sus trabajos juveniles, y también que los posteriores, representados por películas tan conceptuales como Innisfree, Tren de sombras y En la ciudad de Sylvia.
Entre aquellos cortos primerizos –La agonía de Agustín (1975), La dramática pubertad de Alicia (1978) y Memorias de un paisaje (1979), por citar algunos– destaca, sin embargo, Souvenir, realizado en 1986; es decir, después de haber debutado como director de largos. Se trata de un corto en blanco y negro y filmado en súper 8 mm, con fotografía de Gerardo Gormezano y del propio Guerín, en el que Silvia Gracia y él mismo pasean por la playa, esquivan las olas junto a las rocas, juguetean con el agua y abrazan estatuas, después de que el relato (o el no-relato) se abra con una frase imponente sobreimpresionada en la pantalla: “Blancas nubecillas pasaban tras Notre-Dame en un viejo film de Jean Renoir. Y yo me digo, así es que esas nubecillas cruzaron por ahí hace más de 50 años”.
Memoria fílmica, archivo de la experimentación, extrañeza nostálgica, con la canción de Françoise Hardy Tous les garçons et les filles como fondo musical. Souvenir, de apenas cinco minutos, se puede ver en YouTube.
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