31-03-2015
Alfonso Pablo triunfa en los Premios Simón con su retrato de la angustia vital
‘Justi&Cia’, mejor película en los galardones aragoneses, con Javier Macipe también como triunfador al mejor corto
FERNANDO NEIRA
Lo del “marco incomparable” es un tópico algo más que vetusto, pero pocos escenarios como el Teatro Principal de Zaragoza atesoran tantos argumentos para desempolvarlo. Con muy poca pompa pero muchas caras de circunstancias (quien diga que no sufre ante la eventual consecución de un premio, miente), el mítico enclave de El Coso zaragozano albergó una nueva gala de los Premios Simón, la cuarta, con la que el audiovisual aragonés reclama su cuota de protagonismo en el enjambre de cinematografías estatales. La velada de este 30 de marzo, Lunes Santo que derivó en noche de pasión, se saldó con el triunfo del zaragozano Alfonso Paso en la categoría de mejor interpretación (Los inconvenientes de no ser Dios), mientras que el director de esa cinta, Javier Macipe, triunfó en la categoría de mejor cortometrajista con su otro trabajo de la temporada, el alabado Os meninos do río. El premio grande, el de mejor largometraje documental o de ficción, fue a manos de Ignacio Estaregui (Justi&Cia), que lo bañó en lágrimas al recordar las dificultades del rodaje y el aliento de los que no están; en particular, el inolvidable Álex Angulo.
Carmen Barrantes y Jorge Usón (el ganador del Simón interpretativo en 2014) se convirtieron en la hilarante pareja de presentadores a lo largo de los prudentes 100 minutos durante los que se prolongó la gala. La chispeante pareja comenzó imaginando una tormenta de cerebros para encontrar el argumento de un futuro pelotazo del cine aragonés. Tras descartar una historia de amor lésbico se decantaron por Galachos, “la película que cambiará la manera de ver nuestro cine, una deconstrucción de Los amantes de Teruel pero con final feliz…”. El multipremiado Javier Gutiérrez, invitado por la Asociación de Actores Aragoneses para hacer entrega del Simón al mejor intérprete, les siguió la broma: “Si hay un productor en la sala, yo quiero interpretar Galachos, por favor…”.
No fue la única ocasión para la socarronería que encontraron Usón y Barrantes, escoltados por las rotundas Vicky Tafalla, Esther Ferrández y Alizia Romero durante los números musicales que se iban intercalando. El actor de B&B, que conjuga su carrera ante las cámaras con su consulta de psiquiatría en la sanidad pública madrileña, anotó con retintín: “Ya sabéis las galas lo que son: un poco coñacito… Y se van acumulando los perdedores, las familias de los perdedores, los amigos de los perdedores. Vamos, que esto es una perdición”. Sus dardos se afilaron aún más cuando llegó la hora de entregar el Simón de efectos especiales, una categoría en la que solo competían dos candidaturas. “En realidad, a este premio podríamos optar todos los que hacemos cine en España, porque lo nuestro es ciencia ficción”, deslizó Barrantes. A lo que su compañero en tareas de maestro de ceremonias apostilló: “Sin duda, al menos mientras gobierne el lado oscuro, ese del 21 por ciento de IVA de la venganza”.
El momento más esperado entre los actores y actrices de la tierra llegó cuando Javier Gutiérrez y la secretaria del Sindicato de Actores Aragoneses, Ana María Pavía, subieron para anunciar la categoría interpretativa. El sobre que sostenían podía contener uno de estos seis nombres: Salomé Jiménez (Los útimos), Nacho Rubio (Espera un segundo), Santiago Meléndez (Justi&Cia), Pilar Molinero (Felicidad), Nati Magallón (El beso de despedida) o Alfonso Pablo, por Los convenientes de no ser Dios. Finalmente fue este último el señalado por la mayoría de votantes de la Academia del Cine Aragonés, sin duda seducidos por ese memorable plano secuencia de casi 12 minutos en que la cámara sigue al actor zaragozano cuando sufre un ataque de ansiedad mientras se pregunta qué demonios hacemos, en última instancia, en este mundo.
Pablo, un artista muy querido como fundador de la compañía de clown Nasú y por su presencia en Oregón Televisión, el programa de humor de la televisión aragonesa, dedicó su flamante estatuilla (entre otros) “a la madre que me parió, que estará por ahí”, y subrayó la condición “desfavorecida” de la profesión aragonesa. “Hay que esforzarse por apoyar esta tierra con tanto talento. Que siga creciendo esto, a la vista de que los Simón son cada año un poquito más grandes”. Su parlamento incluyó también la petición a la Academia de que introduzca el premio de interpretación disgregado entre hombres y mujeres (“aunque algunos somos tres cuartos”, matizó con picardía), sugerencia a la que también se sumaron Javier Gutiérrez y otros intervinientes a lo largo de la noche.
El director de Los inconvenientes de no ser Dios, Javier Macipe, no pudo alzar el Simón al mejor guion por esta obra, puesto que el galardón recayó en Jacobo Atienza y su conmovedor texto para Mientras somos. Macipe sí se hizo con el trofeo al mejor cortometrajista gracias a Os meninos do río. Y lo celebró con dos besos a Jorge Usón, el presentador. “Él quiso hacer el primer corto conmigo cuando llegó a Madrid, una cinta que no conocéis porque no llegó a ninguna parte. Pero él siguió apostando por mí y hoy, que es un día muy importante, quería dedicarle este premio”.
La mayor recolección de parabienes, en cualquier caso, correspondió a Justi&Cia, ese retrato ácido, lúcido y dolorido sobre la corrupción en España, una lacra que, según los cálculos manejados en la propia cinta, le supone a los españoles un agujero anual de unos 50.000 millones de euros. El director de la cinta, el debutante Ignacio Estaregui, luchó (finalmente sin éxito) por contener las lágrimas mientras acariciaba el Simón que le acredita como mejor largometraje aragonés de la temporada. En su memoria, la figura imborrable de Álex Angulo, que estaba protagonizando, sin imaginarlo, su inesperado y prematuro canto de cisne en la gran pantalla. “Gente que estaba en la cima, con su carisma y su talento, confió en gente que estábamos empezando”, resumió un emocionado Estaregui, que también reclamó un mayor compromiso con el cine por parte de las instituciones públicas aragonesas. “Hemos trabajado con otras comunidades autónomas y se encuentran a años luz de nosotros, para nuestra desgracia. Nosotros no estamos pidiendo ni mendigando, solo queremos el respaldo a una industria más que también da de comer a familias”, reivindicó mientras arreciaban los aplausos en la platea.
Justi&Cia también cosechó el aplauso por sus efectos especiales y a la mejor producción. Al recoger este último trofeo, Jaime García Machín resumió con un juego de palabras el sentir de todo su equipo: “hoy la clase obrera en Eapaña no tiene obras, la clase media no tiene medios y la clase alta no tiene clase…”.
García Abril y la melodía divina
Habrá quien piense que lo desconoce todo sobre Antón García Abril. Habrá incluso quien asegure que nunca antes había leído u oído su nombre. En realidad, si nuestro interlocutor ha residido en España y no en alguna latitud remota, es casi imposible que no se haya visto expuesto, en el mejor sentido del término, a la magna obra de este compositor nacido en Teruel allá por 1933. Suya es la inolvidable sintonía de El hombre y la Tierra, por ejemplo, pero también las bandas sonoras de títulos tan risueños como La ciudad no es para mí, Sor Citroen o Las Ibéricas F.C., y otros tan venerados como Los santos inocentes. Pero en el Principal zaragozano, mientras sujetaba el Simón de Honor a toda su sabia trayectoria, García Abril prefirió sacar a relucir el orgullo terruñero al detenerse en otro trabajo de alcance, el de la serie televisiva de 1982 Ramón y Cajal. “La dirigía José María Forqué, que era zaragozano hasta la médula, y la componía yo, que soy turolense hasta la médula. Y el crear para ella una versión sinfónica de una jota forma parte de mis grandes orgullos profesionales”.
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