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02-10-2013

 
Marian Álvarez: la cicatriz interpretativa tras la herida


 
San Sebastián se rinde a la actriz madrileña, Concha de Plata por su papel en el filme de Fernando Franco


 
SERGIO GARRIDO PIZARROSO
Una herida profunda sangra y, a veces, deja cicatriz. Con la brutal interpretación de la actriz Marian Álvarez en La herida, la película de Fernando Franco, sucede algo parecido: también deja huella. Ana es una conductora de ambulancia de 30 años que trabaja de manera eficiente pero que, en su vida personal, tiene problemas para relacionarse que desembocan en la autolesión, el abuso del alcohol y otros impulsos autodestructivos. Un estado emocional de extremos altibajos que tiene denominación propia en los tratados de psiquiatría: trastorno límite de la personalidad. Este salto al vacío interpretativo le ha servido a Marian, socia número 3.954 de AISGE, para consagrarse con la Concha de Plata a la Mejor Actriz.

   Esta madrileña de 35 años ya había participado como atracadora junto a Natalia Verbeke y Juana Acosta en la película A golpes, de Juan Vicente Córdoba, o disfrutado de la vida en pareja (con sus inconvenientes) junto a Juan Sanz en Lo mejor de mí, de Roser Aguilar. Ya se había curtido en papeles televisivos para series como La sopa boba o La Fuga, donde destacaba por su espontaneidad. Su ternura, fuerza y esa versatilidad para pasar de la comedia al drama pudieron verse en personajes como el de Lola, aquella entrañable doctora de Hospital Central que echaba pestes de los hombres y se peleaba continuamente con Rai, el médico seductor interpretado por Carles Francino, y que finalmente se convertiría en su amor eterno (literalmente, puesto que ella acabaría muriendo de cáncer). Si un papel televisivo pequeño ya dejó huella, está claro que La herida de Ana tardará rato en cicatrizar.

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