Entrevistas

30-08-2022

Guionistas



Víctor Pedreira   

“Cuando escribo, interpreto las frases en voz alta”


Saltó de la carrera de Geología a formarse como actor con Corazza. Dejó una prometedora andadura en la hostelería para escribir historias. Tras entrenarse en ‘Vivir sin permiso’ y ‘La cocinera de Castamar’, lidera audiencias gracias a ‘Entrevías’



FRANCISCO PASTOR (@frandepan)

FOTOS: ENRIQUE CIDONCHA

Que sepa el equipo de Tengo una casa (1996) que cambiaron la vida de un espectador. En concreto, la de Víctor Pedreira (A Coruña, 1974). Al salir del cine tras ver aquella película dirigida por Mónica Laguna e interpretada por Nancho Novo, no dejaba de comentar lo divertido que sería rodar un trabajo así. Lo bien que, imaginaba, lo habrían pasado actores y técnicos. Pedreira, que en aquel momento estudiaba Geología, siempre soñó con trabajar entre cámaras, pero daba por hecho que ese era un anhelo vano, compartido por todo el mundo, como pedir que toque la lotería. Sus motivos tendrían los demás para descartar ese futuro. En aquella noche de cine y cañas descubrió que se equivocaba, que ese sueño era muy suyo y no tanto del resto, así que le convenía seguirlo.

 

   Durante años, mientras trabajaba, Pedreira estudió interpretación en la escuela de Juan Carlos Corazza, en la capital. Atrás quedaban una infancia en Vigo y una adolescencia en Oviedo, donde ya aprendió algunas técnicas de guion. Para Duelo (2010), su primer cortometraje como autor, contó con Manuel Morón y Antonio Durán ‘Morris’. En teatro ha trabajado como ayudante de dirección para Sergio Peris-Mencheta. Le dejaron escribir medio capítulo de Vivir sin permiso y, pasada la prueba, empezó a redactar secuencias de La cocinera de Castamar. Sus guiones para Entrevías lideran hoy audiencias. Y otro proyecto asoma la pata por debajo de la puerta: Pedreira va a poner su ingenio al servicio de Pastor, la serie que está levantando el guionista Natxo López.

 

– ¿Qué recuerda de sus tiempos como actor? 

– Adquirí mucha libertad. Sobre los del norte se dice que somos retraídos y distantes. Pero en la escuela de teatro todo el mundo se abraza, se besa, se desnuda. Empecé en esto siendo gallego y salí siendo gaditano. Era otro mundo. Trabajábamos con una profundidad técnica tremenda. Por desgracia, la cosa cambiaba fuera de aquellas paredes: llegaba a una prueba para un anuncio y me pedían que chupara una cuchara y me relamiera. Nada más. Decidí que eso no era para mí. Soñaba con actuar en cine, pero no estaba dispuesto a recorrer ese camino. Algún día volveré a actuar, aunque sea escribiendo mis propios papeles.



– Mientras aprendía teatro, ¿cómo se ganaba la vida?

– Empecé en un bar. Trabajé mucho, me hicieron encargado y luego socio. Fuimos montando más locales. Vivía bastante bien. Pero hará unos seis años empezaron las ofertas. Primero en teatro y luego como guionista. Suponía dejarlo todo para poder dedicarme a ello a tiempo completo. Aquello me pilló ya con dos hijos, y aunque mis amigos me pedían que fuera responsable, mi mujer me animó. Me recordó que yo trabajaba en los bares para poder dedicarme a esto.


– Partió de ahí y ahora lidera el prime time. ¿Cómo es escribir para José Coronado o Jordi Sánchez, dos de los actores de Entrevías?

Me resulta más fácil redactar cuando sé qué actor interpretará el texto. Sobre todo, si lo conozco personalmente. Con Luis Zahera he coincidido en Entrevías y Vivir sin permiso y en el teatro. Así da gusto sentarse frente al ordenador. Sé qué hará con sus diálogos y qué morcillas les va a poner. Cuando escribo, siempre me pongo en la piel de los actores. Me levanto de la silla y digo las frases en voz alta. Las interpreto allí mismo, junto al escritorio.


– ¿Es muy obsesivo?

– Sí. Si estoy inmerso en alguna producción, dejo todo lo demás. Todo, salvo la familia. Me encierro a escribir y nunca sé cuándo parar. A veces, media hora más le da al diálogo esa vuelta que lo deja perfecto. Pero también puedo pasarme de tiempo y empezar a quemarlo todo. Me levanto y me acuesto tarde. Si me toca entregar el texto esos días, quizá lleguen a dar las cinco. Y a veces sigo trabajando mientras los niños se preparan para ir al colegio. Cuando no tengo un encargo, me dedico a mis propios proyectos.


– ¿Cuesta mucho apostar por uno mismo?

– Es difícil porque nadie me paga por escribir mis propias historias ni me enfrento a una fecha límite. Me toca aprovechar los huecos. Además, hay días en que miro lo que llevo redactado y me parece un desastre. Trabajar en equipo es diferente porque comento el texto con los demás y me dan una respuesta. A mí me costó mucho entender algo: no hay ninguna diferencia entre quienes crean guiones y quienes no. Solo hay que lanzarse y empezar. Escribir es pasar por encima de uno mismo, de ese juez que nos censura todo el rato. Siempre que me bloqueo, tiro hacia delante. Pongo a mis personajes a hablar, digan lo que digan. Hasta que aparece una frase que lo sacude todo. En ese momento borro lo anterior y empiezo por ahí.



– ¿Es un buen momento para ser guionista?

– No sabemos qué va a venir mañana, y yo prefiero que el futuro me pille trabajando en lo mío. No descarto que, tras este furor por las series, llegue una fiebre del cine. Veo que las ficciones son cada vez más breves y con menos capítulos. Ya no estiramos las propuestas hasta el infinito en función de la audiencia. Hay proyectos con episodios de solo 12 minutos. Al otro lado, las entregas de Entrevías duran más de una hora y se emiten a la vieja usanza, semanalmente y en abierto.


– ¿Suele visitar Twitter durante las emisiones? 

– Sí. Y quizá no debería. En el estreno de Entrevías nos echaron en cara que hablásemos de un vecindario real, como lo es este barrio de Vallecas, en Madrid. Pero la serie ni siquiera está inspirada en un lugar concreto. ¡Incluso llevaba otro título en principio! Sitios como Entrevías los hay en muchas ciudades, y lo interesante de ellos es la metáfora, esos raíles de hierro que crean fronteras. Las audiencias son insaciables, así que nos ponen a parir por un comentario que suelta el protagonista nada más arrancar la ficción. ¿Y si esperamos un poco, a ver si el personaje se acaba dando en los morros con sus propios prejuicios?


– ¿Por qué cree que le buscan para el thriller

– Mis padres son psiquiatras y mi mujer es psicóloga. Me interesan las personalidades extremas, esas que habitan mundos diferentes al nuestro. Eso, llevado a la acción, atrapa mucho. Con todo, gracias a Entrevías he descubierto mi punto cómico. Quizá me lleva una tarde redactar un chiste, pero al final acaba saliendo. Como espectador, me encantaba la serie Vota Juan. Ahora me doy cuenta de cuánto trabajo había detrás de todo aquello.


– Antes dijo que no descartaba volver a actuar. ¿En qué tipo de papel se imagina?

– Se me dan bien los personajes sobrios. Planos cortos y miradas largas. Como mi personalidad, imagino. Como Corazza me veía tan templado, me animaba a dar siempre más, ya que nada me quedaría nunca sobreactuado. Por ello, en mis primeros años de actor me hubiera lanzado con cualquier cosa, pero en este punto sé qué colores me quedan más cerca.

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