#VozEnOn Las películas de mi vida, con Laura Ferrero MIGUEL ÁNGEL OESTE Uno. Es muy fácil hablar con la escritora y guionista Laura Ferrero. Y no solo es fácil hablar con ella de libros, películas o de los procesos creativos, también de temas cotidianos y transcendentes. Es una persona calmada, que tiene una conversación fluida y las ideas claras. Una persona honesta de la que se acaba de estrenar la adaptación de Un amor, dirigida por Isabel Coixet, para la que escribió el guion a partir de la novela homónima de Sara Mesa. Un trabajo sutil en el que ha sabido atrapar la esencia del mundo asfixiante que describe la autora. Además, en marzo salió su espléndida novela Los astronautas, un viaje inolvidable en el que la memoria y el olvido cruzan sus líneas de fuerza.
Dos. Desde niña siempre ha fabulado, porque ya le inquietaba mucho qué ocurría después del The End. “Cuando reiteradamente se lo preguntaba a mi madre –¿y después del final qué pasa?–, ella me respondía que al final de las películas era cuando empezaba la vida, y eso es algo que tengo siempre muy presente”, nos revela. Una escritora con una capacidad única para analizar las emociones y sentimientos a través de sus historias y personajes.
Tres. Laura confiesa que no sabe qué ha sido más determinante para su formación, si la literatura o el cine. “En mi familia no había ni libros ni ninguna pasión por el cine, de manera que siempre fui autodidacta en el sentido de construirme algo así como un canon en el que cabía de todo”, confiesa. Y también que llegó al cine español tarde, como casi todos. Por otro lado, pese a que en este país los escritores y los guionistas no sean tomados demasiado en serio, Ferrero tiene claro el enorme poder de las ficciones. “El cine me ayuda a pensar y a ordenar la vida porque en él, como en los libros, existe casi siempre una concatenación, unos porqués que luego se echan de menos en la vida.”
Cuatro. Cuando le preguntamos por aquellas películas españolas que más recuerda o que más le han acompañado, advierte: “No soy demasiado original, me temo”. Sin embargo, todas su selecciones son originales y únicas. La película de Jaime Chávarri El desencanto (1976), sobre el poeta Leopoldo Panero y su familia, es el primer título que le viene a la cabeza. “No puedo describirte la fascinación que sentí por este documental que me adentraba en una España ya desaparecida, en una familia llena de extravíos y locura. No solo aborda la fragmentación y aniquilación de una supuesta unidad familiar, sino que logra hacer una radiografía de esa vieja España que se descompone en tristezas: la metáfora de una España disfuncional que aún hoy consigue erizarnos el pelo. Porque da miedo, esa España da mucho miedo. Hay una escena que no se me borrará nunca de la cabeza, esa en la que Felicidad Blanc decide acabar con una camada de cachorros y los mete en una caja de cartón que va a tirar al río. Pero antes de deshacerse de la caja, hace unos agujeros en la caja para dulcificar la muerte de los cachorros. No puedo asegurarlo, pero pondría la mano en el fuego de que tuve pesadillas después de ver esta escena".
Cinco. El Sur (Víctor Erice, 1983) es una película inacabada por razones de producción. Y, sin embargo, Erice dibuja un mundo preciso de silencios y de secretos. Laura Ferrero cuenta que primero llegó al relato de Adelaida García Morales, El Sur, y cita el encabezado de Friedrich Hölderlin: “¿Qué podemos amar que no sea una sombra?”, para confesarnos: “me enamoré de aquella historia, pero es la película la que permanece en mi recuerdo para siempre. El padre desaparecido, ese amor de juventud nunca olvidado y la figura del péndulo como aquello que une a un padre y una hija”.
Seis. La relación de la escritora con el cine es una relación viva, que se asocia a las lecturas de nuestro tiempo y a sus emociones. De Loreak (Jon Garaño y José María Goenaga, 2014) le fascina este diálogo que nos transcribe para dar constancia de ello: Beñat: Se están marchitando… Las flores; se están marchitando. Tendrías que echarles una aspirina.
Y como Laura Ferrero señala: “Fue a raíz de esta escena cómo comprendí esta verdad fundamental de la vida, que el dolor es muchas veces una manera de estar vivos”. Poco más se puede decir después de esto.
Siete. Las dos últimas elecciones son dos de los títulos más interesantes de los últimos años. Por un lado, la impresionante y madura Estiu, 1993, de la que Ferrero nos confiesa: “sobre la película de Carla Simón escribí un relato incluido en La gente no existe llamado justamente Verano 2017. La última escena de Estiu, 1993 me contó mi vida así que le debo a esa película mucho más que un mero agradecimiento”. Y es que sin duda es una de las películas más incómodas y bellas del cine español, capaz de captar detalles profundos con enorme sencillez. Y el otro título que cita es My Mexican Bretzel (Nuria Giménez, 2019), otra fascinante propuesta repleta de capas. “Cuando vi este documental estaba trabajando en Los astronautas y me preguntaba continuamente de qué manera podía yo utilizar el archivo familiar para contar una historia que no conocía y nadie quería contarme. En este documental tan libre encontré mucha inspiración y sobre todo, una pregunta: ¿sabemos qué es la verdad?, ¿acaso existe?”, se pregunta la autora. Con seguridad la verdad se encuentre más en la ficción que en la realidad que nos aplasta. Y también, como dice Ferrero, la clave está en borrar los prejuicios. En ser heterodoxo, en mezclar todo tipo de propuestas para componer una visión más amplia. Y eso se concentra en sus ficciones, que se cargan de un gran impacto emocional a través de una escritura aguda que no se olvida.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.
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