− ¿Cuál de sus trabajos le ha dejado más huella?
− ¡Uf! Es difícil, pero diría que Los últimos días de Judas Iscariote. Esa obra me marcó a nivel profesional. Con ese equipo aprendí un código de trabajo que pretendo llevar hasta la muerte. Estuvimos dos años representándolo a las órdenes de Adam Black en un local de 20 metros cuadrados. Yo hacía de María Magdalena, de ángel y de la madre Teresa de Calcuta. Luego nos contrataron en el Matadero y me colgaron de un columpio en una sala enorme.
− ¿Actualmente se puede vivir solo del teatro?
− Es muy complicado. Yo me he recorrido el país entero con el teatro, pero hay que hacer más cosas. Abrir campo dentro de la propia profesión. En España parece que, si eres actor, solo puedes actuar, cuando en la escuela vas aprendiendo de todo: canto, interpretación, instrumentos… ¿Por qué limitarse?
− ¿Toca algún instrumento?
− Tengo un grupo de amigos en el que lo tradicional es que nos regalemos e intercambiemos instrumentos. Así que ahí estoy, con una flauta travesera, el cajón, la guitarra y el hang.
− ¿El hang?
− Sí, es un instrumento de percusión que hace unos sonidos muy acuosos, alucinantes.