Irene Escolar, un aval casi genético
NANO AMENEDO
Había anunciado días atrás que vestiría de verde esperanza, y el color le acabó sirviendo de amuleto a esta joven veterana a la que contemplaban ya muchos años de escenarios y un aval casi genético: es nieta de Irene Gutiérrez Caba y pertenece a la sexta generación de una estirpe que no para de darle alegrías a la interpretación en este país. De su momento dulce da idea el que la misma tarde de los Goya estuviera representando El público con el Teatro de la Abadía en el Principal de Zaragoza. “Si no llega a ser por el esfuerzo del director del teatro, los acomodadores, los técnicos, los utilleros… o Mariano, el taxista que me ha llevado del teatro a la estación del AVE, yo no estaría aquí”, certificó en una de las dedicatorias más originales de la jornada.
Hubo muchos más nombres propios en el verbo acelerado pero firme de Escolar. Empezando, claro, por la directora de Un otoño sin Berlín, la cineasta Lara Izagirre. “¡Lo conseguimos, Lari!”, le espetó mientras la buscaba con la mirada entre el público. Y el tributo familiar también arrojó palabras que iban mucho más allá del tópico. No solo por la referencia a “los que están y los que no están”, sino por las cálidas alusiones a sus progenitores. A su padre: “Me ha enseñado a tener paciencia, trabajar duro y amar el cine”. Y a mamá: “Me ha enseñado a vivir”. Si algo parece claro es que el Torbellino Escolar tendrá muchas más ocasiones de ir con el tiempo al cuello, de trabajo en trabajo y de reconocimiento en reconocimiento.