• La primera página web a la que le echo un vistazo cada día… Facebook, la de El País e Instagram, por ese orden.
• El objeto más preciado que tengo por casa… Los dibujos que me pinta mi sobrina de tres años. ¡Arte abstracto hecho con mucho amor!
• Las horas se me pasan volando cuando… hago lo que realmente me gusta: viajar, ir al cine...
• Una manía que no puedo evitar… es la de tomar cada mañana en el desayuno cuatro arándanos mezclados con el yogur. Dicen que son muy antioxidantes.
• No me acuesto sin… repasar mentalmente todo lo que tengo que hacer al día siguiente. También veo un capítulo de la serie que toque, actualmente House of cards.
• Jamás olvidaré el momento en que… un chico disfrazado de esqueleto se me acercó en unos carnavales. Yo debía tener seis años. Me dio tanto miedo que de la tensión destrocé un reloj de arena que llevaba en la mano.
• El juguete que me volvía loco de niño… Un organillo Casio que me trajeron los Reyes por sorpresa. Me pasaba horas tocando las sintonías de mis dibujos animados preferidos.
• Mi primer recuerdo televisivo… Barrio Sésamo, por ejemplo.
• La interpretación me ha cambiado… ¡Uf, imagínate! De estudiar Derecho a ser actor... ¡me cambió todo! Quizá lo más importante sea el hecho de plantearte una forma de vida distinta a la que la sociedad y la familia han programado para ti desde pequeño.
• La última vez que un admirador me sorprendió... Hace un par de días descubrí en Facebook el buzón de solicitudes de mensajes. Y leí cosas muy bonitas de gente que vio trabajos míos en teatro y televisión... ¡pero casi dos años después de haber recibido los mensajes! No soy un crack con las tecnologías.
• Cuando necesito suerte llevo conmigo… De momento, nada especial.
• Soy un absoluto desastre... con lo dicho anteriormente, la tecnología, tan necesaria como odiosa.
• Pasé vergüenza... ¡muchas veces! Tengo una facilidad asombrosa para ponerme rojo cada dos por tres.
• La app más reciente que instalé en mi móvil… No tengo muchas, creo que la de algún periódico.
• Flipé por la casualidad de… Flipo constantemente. La vida está hecha de miles de casualidades.
• No tengo pelos en la lengua para hablar de… causas sociales y política. ¡Me hierve la sangre!
• Creo que a veces me miran como un bicho raro por… dedicarme a lo que me dedico.
• Menudo susto me llevo cuando... hay turbulencias a bordo de un avión. Odio volar.
• Un personaje histórico con el que me habría tomado un café… ¡Muchos! Con científicos como Miguel Servet o Giordano Bruno, que fueron condenados a la hoguera por defender sus ideas, por ejemplo.
• No me resisto cuando en la carta de un restaurante veo… arroz. Cocinado de cualquier forma.
• Regresaría mil veces a… París.
• Lo que más se aproxima a mi concepto ideal de belleza… es el lema mens sana in corpore sano. Un clásico que para mí no puede ser más cierto.
• Me bloquea el miedo… a hacer el ridículo. Pero estoy trabajando en ello.
• Quisiera parecerme… Más que parecerme a alguien, ser una versión cada vez más mejorada de mí mismo.
• Cuando me muera... ¡Uf! Tema complicado el de la muerte. También trabajando en ello... [risas].
• Me gustaría ser recordado por... haber sido buena persona.
El nombre de este catalán se hizo popular en 2013 gracias a la primera temporada de Amar es para siempre, con la que Antena 3 decía recoger el testigo de la veterana Amar en tiempos revueltos. Encarnaba al abogado Guillermo Álvarez, empleado en el bufete del prestigioso Arturo Olazábal, con quien tenía roces. Su jefe escondía tras su éxito en los tribunales un idilio extramatrimonial con la propietaria de un taller de alta costura que realmente funcionaba como prostíbulo de lujo. Y él capeaba la soltería rondando a Marina (Raquel Infante), al frente de una tienda de ultramarinos, decidida en principio a hacerse de rogar. Tiempo atrás se había curtido en la dinámica de las series diarias con El cor de la ciutat, emitida por la autonómica TV3, aunque los espectadores de esa cadena le han visto sobre todo en telefilmes. El más reciente fue el histórico Ermessenda, centrado en la mandataria catalana del siglo XI Ermessenda de Carcasona, empeñada a gobernar incluso enfrentada a sus parientes. Aquella producción le deparó secuencias con Álvaro Cervantes, pero ya había formado parte del selecto elenco de Les veus del Pamano, interpretando en esa ocasión a un maqui. El espejo sirvió de preludio a su andadura por el género del terror. Un joven matrimonio entraba en crisis cuando la esposa adquiría en una subasta un espejo procedente de un hotel, ya que el cristal reflejaba espantosas imágenes del asesinato que un día se cometió ante él.
En 2015 vio la luz su segunda incursión en el séptimo arte, el mediometraje Una visita inquietante, pero su debut le llegó en 2012 de la mano de la pesadillesca Insensibles. Aquella historia presentaba a un neurocirujano que recurría a sus progenitores al enterarse de que necesitaba un trasplante de médula para sobrevivir. La visita familiar le llevaba irremediablemente a indagar en el pasado y no tardaba en descubrir un turbio fenómeno: un grupo de niños permaneció internado en los años de la posguerra en un psiquiátrico de los Pirineos por su insensibilidad a cualquier tipo de dolor. Su nombre engrosó entonces un cartel donde figuraban compañeros de la talla de Álex Brendemühl, Irene Montalá, Juan Diego, Bea Segura, Félix Gómez...
Pero el teatro es el principal destinatario de su talento, pues su currículum acumula una veintena de montajes desde 1999. Hizos sus pinitos encima de las tablas como integrante de la compañía ilerdense Centre de Titelles, y una década de esfuerzo le valió para saltar a la primera fila a las órdenes de Josep Maria Pou. Junto a él ha actuado ya dos veces. Su seguro servidor, Orson Welles retrató en 2008 los últimos días de vida del genio estadounidense, inmerso en la frustración. Y es que grababa anuncios ante un joven técnico de sonido mientras esperaba que Spielberg sacara adelante su concienzuda adaptación de Don Quijote al celuloide. Alternó ese casi monólogo de Pou con las funciones de la coral Los chicos de historia, protagonizada por un maestro y los alumnos de una escuela inglesa antes de acceder a las universidades de Oxford y Cambrigde. A 2014 se remonta El príncipio de Arquímides, representado en 2014 en el madrileño Teatro de la Abadía, cuyo argumento se tornaría película al año siguiente bajo el título El virus del miedo. El beso de un monitor de natación a uno de sus pequeños alumnos bastaba para desatar todo tipo de sospechas entre los padres, que veían un intolerable caso de pedofilia donde aparentemente había un simple gesto de ternura, reflejo de una sociedad dispuesta a aceptar crecientes prohibiciones con tal de frenar sus miedos.
Por Rubén del Palacio