– ¿Alguna vez le ha contado a uno de los niños para los que ilustra cuentos infantiles que usted es, en realidad, el monstruo de tantos de sus malos sueños?
– Cuando dibujo ilustraciones, mi nombre suele pasar más inadvertido que cuando trabajo frente a la cámara. En realidad, aunque realizo diseños para literaturas de todos los tipos, si alguien me ha reconocido habrá sido de casualidad. Pero no, no he coincidido con nadie que me haya encontrado en una publicación y se haya escandalizado al saber quién se escondía detrás de ello. ¡Sería divertido!
– Muchas veces actúa con la cara cubierta. ¿Tiene algún truco para seguir siendo expresivo solo a través del cuerpo?
– Sí. Mi cuerpo es algo que conozco bien desde antes incluso de empezar a actuar. Ya había aprendido a manejarlo bien, ante los demás, a lo largo de mi vida. Pero incluso cuando me cubren máscaras y capas de maquillaje, estos suelen ser elásticos. Antes de rodar, hago ejercicios en el espejo para saber hasta qué punto los gestos que hago debajo salen o no hacia fuera. Así puedo saber cuánto tengo que exagerar mis expresiones faciales, reducidas por las prótesis, a la búsqueda de resultados coherentes.
– Debido al tipo de personaje que suele interpretar, ¿nunca ha temido que los efectos visuales le quiten el puesto?
– Siempre he amado lo que se hace con las manos y se va a poner ante la cámara, pero también confío en los retoques digitales. Creo que el futuro de unos y otros será más provechoso en la medida en que los combinemos. En Mamá, casi todos los efectos tuvieron lugar en escena, e intentamos que los demás apoyos visuales tuvieran solo un pequeño lugar en la postproducción. Quienes en su día delegaron demasiado en el ordenador se equivocaron y diría, incluso, que han aprendido de sus errores.
– ¿Hay algo que tengan en común las distintas criaturas a las que ha dado vida?
– Cuando me meto en el papel de monstruo sé que voy a obtener muchísima atención, porque el momento en el que este aparece por primera vez es uno de los más esperados en cada película. Se trata de auténticas obras de arte, que requieren muchísima preproducción y suelen reportar una satisfacción equiparable al esfuerzo que conllevan. Además, me marcan en lo personal: están atormentados, son distintos, muy atípicos y creo que criaturas así nos encantan, por definición, a todos los actores.
– Le hemos visto pasándoselo en grande en el videoclip de la que, de alguna manera, ha sido la canción del verano. ¿Qué recuerdo guarda de una experiencia tan cómica como ‘Cuidado con el cyborg’?
– A mí me entusiasma la comedia absurda y me lo paso muy bien entregándome a ella con mis amigos, a los que nos encanta reírnos de nosotros mismos. Carlos Areces apareció en mi vida hace un tiempo y enseguida vi que coincidíamos en el tipo de humor que nos gusta. Antes de aparecer en este vídeo yo ya había disfrutado de la canción, por lo que recibir su llamada me hizo una ilusión tremenda. Si ha gustado como ha gustado y la gente se lo está pasando bien con nosotros, estoy más que encantado.