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Javier Enguix
 
“Muchos actores me han hecho llorar, pero Meryl Streep es bestial”
 

El invierno de 1979 todavía enfriaba el Mediterráneo cuando vino al mundo este gandiense, que recibió sus primeras lecciones en la Academia Arte de Valencia. Con veinte años se marchó a Madrid, donde ha trazado buena parte de su trayectoria, aunque nunca le han faltado proyectos en su tierra. En 1997 debutó en las tablas con Cuentos desencantados, un montaje de la compañía Bambalina, que también le fichó para Sueño de una noche de verano. En esa comedia romántica de Shakespeare bordó a Puck, un duendecillo bellaco que servía al rey de las hadas y causaba enredos amorosos entre cuatro jóvenes humanos con sus desatinados hechizos.
 
   Además de la interpretación domina el canto y la danza, lo que le ha convertido en figura destacada de numerosos musicales. En 2000 y 2001 se unió a Sweet Charity, Cabaret y Chicago, todos ellos dirigidos por quien más tarde le catapultaría a la televisión: Ricard Reguant. Fue testigo de los continuos desengaños que sufría la protagonista de Sweet Charity, una bailarina neoyorquina con un currículum sentimental absolutamente desastroso. Y es que su despreciable novio la abandonaba después de robarle la cartera, un famoso actor de cine la ignoraba tras cuidar de ella en su apartamento y un decentísimo contable la dejaba plantada días antes de la boda porque no asumía su erótico trabajo. Cambió la ciudad de los rascacielos por ese Berlín nocturno de Cabaret, donde dio vida a Emcee, el maestro de ceremonias que presentaba con ironía los diferentes números del lujurioso Kit Kat Club. Allí se enamoraban la cantante inglesa Sally Bowles y el escritor estadounidense Cliff Bradshaw, pero también coincidían otros personajes que simbolizaban la sociedad decadente de la Alemania prenazi: la dueña de una pensión enamorada del frutero judío, la vengativa prostituta que le delataba ante un exaltado partidario de Hitler… En Chicago, cuyo argumento retrataba un espectáculo de revista y criticaba la corrupción del sistema judicial, hizo de Billy Flynn. Era el prestigioso abogado que defendía a dos artistas, Velma Kelly y Roxie Hart, acusadas de asesinato. Al parecer, la primera había matado a su marido y a su propia hermana cuando descubrió la aventura de ambos, mientras que la segunda se había deshecho de su examante a causa de una discusión. El perfecto manejo de la opinión pública por parte de Flynn las dejaba finalmente en libertad. Esa historia, que entonces era casi desconocida entre los españoles, arrasó en todo el país.
 
   Corría ya el año 2003 y Reguant volvió a contratarle en el cómico Siete novias para siete hermanos, estrenado por primera vez en España, que se impuso sobre los demás musicales en cartel pese a sus modestas pretensiones. Le tocó el papel de Ephraim, uno de los seis hermanos salvajes que iban desde su cabaña a un pueblo del oeste americano con el propósito buscar mujeres, pues todos envidiaban la felicidad del primogénito junto a su amada. Sin embargo, los otros pretendientes de las jóvenes no se lo ponían fácil, hasta el punto de pelear firmemente contra ellos. Al final las raptaban y pasaban una romántica primavera en el campo. Su prolongada alianza con el prolífico director catalán le condujo luego a Cantando bajo la lluvia, donde actuó en compañía del mismísimo Víctor Ullate, aunque el montaje no fue bien acogido por la crítica. Los espectadores le vieron en la piel de Dexter, un histérico director que encontraba numerosos obstáculos para reconvertir una película muda ante la irrupción del cine sonoro, ya que la actriz principal tenía una voz horrible. Su último montaje juntos, ya en 2008, se tituló Mortadelo y Filemón. Aderezado con temas míticos de los sesenta y setenta, introducía el primer conflicto entre los dos detectives a causa de una mujer, pero también les enfrentaba a una importante misión: proteger al público congregado en un teatro que el villano Todoquisque iba a secuestrar. Él puso cara a Otilio, el albañil torpe y glotón que les echaba una mano.
 

 
   También tuvo la confianza de Jaime Azpilicueta, a cuyas órdenes se desarrolló la versión española de Víctor o Victoria. Suyo fue el papel de Henri Labisse, responsable de un club gay parisino al que acudía una soprano arruinada: Victoria Grant. Buscaba trabajo, algo imposible en un local de ese tipo, así que Carroll Todd (Paco Valladares) le sugería que se travistiese. Al nuevo Víctor Grazinsky, que triunfaba de la noche a la mañana, se le torcían las cosas cuando un gánster supuestamente heterosexual se enamoraba de su falsa identidad. Bajo toda esa parafernalia, la mujer descubría que era el hombre de sus sueños, con el consiguiente dilema… ¿Daba rienda a sus sentimientos o conservaba su empleo? Romeo y Julieta, su segundo texto de Shakespeare, le llegó en forma de revolucionario musical. ¿Por qué revolucionario? Porque los dos enamorados se rebelaban contra el criterio de Shakespeare y cambiaban el trágico desenlace de su idilio. Gracias a ese montaje del Teatro Español, dirigido a los más pequeños, encarnó al rebelde hijo de los Montesco. Y como su familia se reconciliaba con los Capuleto, ya no tenía que suicidarse por amor a su ‘enemiga’. Sucumbió al rock de El rey de bodas, que le transformó en Sammy, miembro de una banda contratada para amenizar enlaces matrimoniales. Su carrera siguió en ascenso gracias al más importante de todos los musicales, Hoy no me puedo levantar, aplaudido por casi tres millones de espectadores entre 2005 y 2011. El autor, Nacho Cano, recurrió a los temas de Mecano para plasmar los vaivenes de un grupo en el Madrid de los ochenta. Formó parte del elenco solo durante unos meses, pero su trabajo resultó agotador. A veces era Anselmo, propietario de El 33, el garito que frecuentaban sus otros dos personajes: Panchi (un batería heavy) y Guillermo (un guitarrista homosexual). Estos creaban una banda prometedora con dos amigos, aunque las disputas internas provocaban su rápido naufragio.        
 
   Para el infantil Cuento de Navidad, programado a finales de 2009 en el Teatro Infanta Isabel, ejerció de director. De esa novela de Dickens rescató a un ejecutivo triunfador y arisco, sin compañía alguna salvo la de tres fantasmas que le visitaban una noche navideña y le hacían replantearse su vida. Un año más tarde retomó dicha faceta –también la de actor– con la comedia surrealista ¡Cállate!, en la que se reía de esas señoras con artificiosos peinados deshechos por el viento o se lamentaba de su gélido viaje a Helsinki. Ya en verano de 2012 llevó el fenómeno del teatro breve a su Gandía natal, donde inauguró La Casa del Tío Ferrer, cuyas estancias acogieron trece piezas distintas a lo largo de dos meses. Él encabezó, junto a Ángel Acero, Aquí te pillo y Arriba el telón. Aquella iniciativa perseguía dos objetivos: incrementar la oferta cultural de la ciudad y dar una oportunidad a los actores autóctonos. A comienzos de este 2013 se le abrieron las puertas del Microteatro por Dinero gracias a Derbi en la morgue, una obra de humor negro con la que experimentó estados de ánimo muy diversos. Era el empleado que esperaba a que alguien reconociese un cadáver, pero la espera se hacía demasiado larga: ese día jugaba el Real Madrid contra el Barça. Actuó en solitario y a escaso medio metro de los asistentes, lo que le produjo “cierta sensación de vértigo”, pues no tenía a nadie en quien apoyarse "y un instante en blanco podía ser angustioso”. Hoy lleva de gira una versión musical de ¡Ay, Carmela!, con Andrés Lima como director y Andrés Vicente Gómez como productor, el mismo que respaldó la película homónima hacia 1990. En cada función presencia el drama que viven Carmela (Inma Cuesta) y Paulino (Javier Gutiérrez), dos artistas que durante la Guerra Civil entretienen a las tropas republicanas y acababan en un pueblo tomado por los nacionales. Estos, deseosos de celebrar su victoria, les obligan a ofrecer un espectáculo contrario a su ideología. La tonadillera muere fusilada tras rebelarse y el cómico habla con su fantasma.
 
   En 1999 sedujo a la cámara con el cortometraje Noche sin miedo, el primero de una larga lista a la que pronto se sumaron Cállate cordero, SMS y Sin vivir. Mayor repercusión tuvo Eso que pasó, sobre un camarero despreciado por su jefe, que no le pagaba las horas extra ni se sabía bien su nombre. Él fue el protagonista. Ante esa insoportable situación, robaba bastante dinero mientras todo el personal del bar atendía a una señora asustada. Su superior no tardaba en llegar y, a fin de que no descubriese la verdad, improvisaba la historia de un atraco: un yonqui había cogido la calderilla de una niña indefensa, amenazado con un gran machete a otra clienta y abierto la caja de forma violenta. Cuando el temible ladrón huía, un hombre corpulento se había interpuesto en su camino, pero sin éxito. ¿Cuál era la moraleja? Cada uno manipula los hechos según le conviene. También actuó para El mejor contrato y Súbete a mi mesa, aunque en Tapper se implicó como guionista y actor, nuevamente bajo las órdenes de Reguant. Entonces dio vida a un joven obsesionado con la cajera de un supermercado, a quien perseguía sin tregua por toda Gandía.      
 
   La pequeña pantalla le recibió en 2001 con Desenlace, una serie de suspense extremo que Antena 3 jamás emitió. Y eso que obtuvo el primer premio en el Festival Internacional de Televisión de Macao. Gracias a sus dos pequeños papeles se coló en un reparto que incluía a Pepe Sancho, Héctor Alterio, Pilar Bardem, Fernando Guillén, Beatriz Carvajal, José Sacristán, Andrés Pajares... Incluso Paul Naschy, el rostro más emblemático del cine de terror español, protagonizó uno de los trece capítulos independientes. Al año siguiente regresó a la misma cadena con Travesía de la fama, aunque no tardó en aparecer entre los cantantes de El programa de los lunes, un espacio de actuaciones musicales que TVE retiró precipitadamente por falta de audiencia. Pese a la brevedad de su estancia, llegó a ser corista de Bonnie Tyler. Después de que la cámara captase su habilidad para cantar, Telemadrid le convirtió en presentador de El jit, una innovadora propuesta que mezclaba música y sátira política. Cuenta atrás, la serie policiaca de Dani Martín y Álex González, le devolvió en 2007 a su faceta de actor. Él fue uno de los francotiradores encargados de abatir al terrorista musulmán que, bomba en mano, había secuestrado un autobús lleno de pasajeros. Cambió de registro en el último episodio de la primera temporada de Sin tetas no hay paraíso, donde encarnó al enfermero que llevaba hasta el quirófano al hermano de Catalina Marcos, interpretada por Amaia Salamanca. Esa ingenua adolescente mantenía un romance con El Duque, aquel narcotraficante que encumbró a Miguel Ángel Silvestre, cuyos matones habían tiroteado por error al chico.
 

 
 
   Fue un director de casting al que conoció en Madrid quien le confió que L’alqueria blanca necesitaba a un actor valenciano. El emblemático culebrón semanal de Canal 9, que desde 2007 ha registrado una audiencia media del 20 por ciento, le brindó en su cuarta y quinta temporadas el papel de Lluís Falcó. Ese abogado, atractivo y ambicioso a partes iguales, pertenecía a la familia más poderosa de un remoto pueblo alicantino. Allí regresaba a mediados de los sesenta para defender a su tío Joaquim, el dueño de casi todas las tierras, en un duro litigio contra los Pedreguer. Y es que ese humilde clan agrícola, harto de tanta tiranía, había creado una cooperativa con la que expropiar forzosamente varias fincas. Codearse con Juan Gea o Guillermo Montesinos supuso todo un logro interpretativo, pero no menos atractiva le pareció la oportunidad de desarrollar su talento vocal en el espectáculo infantil Cántame una canción, emitido por Telecinco durante solo dos meses. Luego fue el turno de Bon dia, bonica, una telenovela de 120 episodios que Canal 9 estrenó en septiembre de 2010. Cosechó tanto éxito entre los espectadores valencianos que la Academia de Televisión la distinguió como mejor ficción autonómica en los Premios Iris. A lo largo de sus dos temporadas se metió en la piel de Joan Ferrer, cuyos arranques de ira contrastaban con el miedo a los análisis sanguíneos. Su familia, propietaria de una frutería en el mercado de La Marina, no pasaba su mejor momento: ante la sorpresa de todo el vecindario, salía a relucir la vida paralela de su padre, un escándalo siempre silenciado por su madre. Él era el más afectado, ya que abría el negocio muy temprano cada mañana y escuchaba habladurías, motivos suficientes para venderlo. Al final montaba el gimnasio de sus sueños y luchaba por un noviazgo enturbiado tras la repentina aparición del exmarido de su chica.
 
   Amar en tiempos revueltos, donde ya había aparecido como miliciano a principios de 2005, le concedió seis años después un personaje fijo. Esa aclamada ficción de sobremesa fue su trampolín definitivo a la popularidad. “Le debo los momentos más bonitos y felices de mi carrera”, confiesa el valenciano. El público le identifica aún con el honrado Gustavo Olavide, que trabajaba en el Cuerpo Jurídico Militar y amaba a Cecilia, la joven hija del teniente coronel Eugenio Armenteros. Este, sabedor de sus sentimientos, le emparejaba con ella para que no denunciase sus truculentos experimentos médicos aplicados a las tropas. Sin embargo, la chica estaba interesada en otro soldado, así que su amor no era correspondido. Profundamente despechado, recibía el consuelo nocturno de la mecanógrafa de un periódico, con quien iniciaba una nueva vida. Eso sí, no sin antes vengarse de su malvado superior...        
 
 
HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ
¿Recuerda el momento particular en que decidió ser actor?
− Un día, cuando era muy pequeño, le dije a mi madre que de mayor quería ser actor y director de cine. Es una de esas cosas que se te quedan grabadas. Vengo de una familia de artistas: mi abuelo bailaba, mi madre hacía teatro en Gandía y... ¡mi tío representó a Estados Unidos en el Festival de la OTI! ¿Cómo no iba a dedicarme a este mundillo? Después de tantos años de lucha y aprendizaje, cada día tengo más claro que la interpretación es mi vida, mi pasión. Aquel niño sigue dentro de mí.
 
− ¿Quién fue la primera persona a la que se lo contó?
− Se lo conté a mis padres cuando decidí dejarlo todo y marcharme a Madrid para perseguir mis sueños. Ella lo encajó mejor, pero a él le costó bastante. Había cosas que no entendía. Sin embargo, hoy se siente muy orgulloso de mí, algo que me emociona mucho.
 
− ¿Cuál ha sido el mayor golpe de suerte que ha recibido hasta ahora en su carrera?
− ¡Todos! Ya es una auténtica suerte poder vivir de esto. Y hay que alimentar esa fortuna con muchísimo esfuerzo y trabajo.
 
− ¿A cuál de los personajes que ha encarnado le tiene especial cariño? ¿Por qué motivo?
− Al Gustavo Olavide de Amar en tiempos revueltos. Gracias a esa serie conocí a los que ahora son grandísimos amigos y a una persona tan especial que ocupa buena parte de mi corazón. Aquella fue una gran escuela, aprendí muchísimo. Y, cómo no, al Henry Labisse de Víctor o Victoria. Compartir escenario con Francisco Valladares y Paloma San Basilio me aportó inolvidables momentos de aprendizaje. Recuerdo las charlas diarias que mantenía con Paco en su camerino. ¡Qué gran persona y qué gran amigo! Le agradezco mucho todo lo que me enseñó.
 
Si el teléfono dejase de sonar, y ojalá que no, ¿a qué cree que se dedicaría?
− Si no sonara… ¡lo llevaría a arreglar rápidamente! [Risas]. Ahora en serio, seguiría intentándolo en esta profesión. No hay que esperar a que suene, sino crear y reinventarse, buscar la manera de recibir llamadas.
 
− ¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla?
− Claro que sí. Todos pasamos por ese momento, pero cogemos impulso si miramos atrás. Aunque este oficio es duro a veces, tenemos que insistir, pues nos da la vida cuando encontramos trabajo.
 
− ¿En qué momento de qué rodaje pensó: “¡Madre mía, en qué lío me he metido!”?
− Estuve algún tiempo grabando una serie en Valencia y representando una obra en Barcelona. ¡Aún no sé cómo lo hice! [Risas]. Efectivamente, me metí en un buen lío.
 
− ¿Le gusta volver a ver las series y películas en las que ha participado?
− Soy perfeccionista y vergonzoso, así que me cuesta bastante analizar mis actuaciones. Siempre pienso lo mismo: “¡Podría haberlo hecho mejor!”. Pero la verdad es que se aprende mucho.
 

 
 
− ¿Cuál considera que es el principal problema del cine español y qué solución se le ocurre para paliarlo?
− Atravesamos un mal momento. Los espectadores ya no van tanto a las salas por la subida del IVA, tienen que conformarse solo con una película a la semana. Deberíamos querernos un poco más, apoyarnos entre nosotros y crear mucho. Es importante que no abandonemos la lucha. 
 
− ¿A quién le devolvería antes la llamada, a Tarantino o a Burton?
− ¡Qué difícil! Si tengo que elegir ahora mismo, me quedo con Burton. Su estética es maravillosa. Seguro que Tarantino me llamaría después de verme en la película de Tim [Risas]. Y si le invito a una fideuá, fijo que me contrata.
 
− ¿Cuál fue el primer actor o actriz que le conmovió?
− Muchos me han hecho llorar con sus interpretaciones, pero Meryl Streep es bestial.
 
¿Qué frase cinematográfica le gusta aplicar como leit motiv personal?
− “Hay tres maneras de hacer las cosas: la correcta, la incorrecta y la mía”. La pronuncia Robert de Niro en Casino.
 
− ¿Qué largometraje ha visto tantas veces que se sabe los diálogos completos de alguna escena?
Cantando bajo la lluvia. Tuve la oportunidad de representar ese musical en Madrid.
 
− ¿Recuerda alguna anécdota divertida que haya vivido como espectador en un teatro o sala de cine?
− No como espectador, pero sí sobre el escenario. Una de las funciones de ¡Ay, Carmela!, obra dirigida por Andrés Lima, tuvo un colofón muy curioso.  Terminamos los saludos y una señora se levantó de su butaca para gritar: “¡Viva Franco! ¡Viva México!”. Nos quedamos sin palabras.
 
− ¿A qué serie de televisión está enganchada?
− A The Good Wife. Sus tramas, que empiezan y acaban en el momento justo, atrapan al espectador sin cansarle. Los actores también son buenísimos.
 
− ¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado alguien cercano para ejercer esta profesión?
− “Créetelo y disfruta. Que nadie te haga dudar nunca”.
 
− ¿Qué punto fuerte destacaría de usted como intérprete?
− Soy un compañero excelente: siempre hago reír y disfrutar a los demás. También me considero muy trabajador.
 
− ¿Y débil?
− Soy demasiado perfeccionista y, al principio, algo tímido.
 
− Adelántenos, ahora que no nos escucha nadie… ¿Cuál es el siguiente proyecto que se va a traer entre manos?
− Continúo con la gira de ¡Ay, Carmela! y preparo otros dos proyectos: un cortometraje basado en una historia real y una serie muy divertida con amigos talentosísimos. ¡A crear se ha dicho!
 
− ¿Qué sueño profesional le gustaría hacer realidad?
− Poder vivir toda la vida de este oficio, con contratos para cine, televisión y teatro.
 
− ¿Qué canción elegiría para ponerle banda sonora al momento actual de su vida?
− Una muy adecuada para estos tiempos es Dramas y comedias, de Fangoria. Su estribillo dice así: “No quiero más dramas en mi vida, solo comedias entretenidas”.
 
− ¿Qué titular le gustaría leer en el periódico de mañana?
− “Adiós, Crisis. Bienvenida, Oportunidad”.  
 
− ¿Qué otra época de la historia elegiría para nacer?
− Volvería a nacer en la misma.
 
− Díganos qué le parece más reseñable de AISGE y en qué aspecto le gustaría que mejorásemos.
− La lucha constante por nuestros derechos, el acceso a los magníficos cursos que ofrece, la revista… Y, cómo no, esa ayuda anual que nos permite capear las etapas duras. ¡Mil gracias por la labor que realizáis!
 
 
 

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