Javier Pereira
“Hago muchas sugerencias a los directores, pero sé dónde está la línea”
Antes de aprender el texto, notas sobre el papel. Nada de ensayar sin haber levantado el personaje primero. Así se gana un Goya en calidad de galán distópico
FRANCISCO PASTOR (@frandepan)
Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha (@enriquecidoncha)
Sostiene Pereira, de nombre Javier, que él es demasiado bajito para encarnar a un galán. Y a sus 35 años se ve algo mayor para interpretar a un Romeo. Quizá, al Calixto de La Celestina, o a ese Segismundo para el que “la vida es sueño”. Tras más de dos décadas de trabajo, aún siente pendiente el verso este actor forjado en la escuela de Cristina Rota.
Sí le vieron dotes para el romance quienes, el año pasado, ficharon al artista en Amar es para siempre. Allí, recordó los maratones de los rodajes para la sobremesa, que ya le habían tocado, lustros atrás, en Al salir de clase. Tampoco el director Rodrigo Sorogoyen renunció a ver a un conquistador distópico en este intérprete, de quien es amigo cercano. Stockholm (2013), un atroz relato sobre el deseo que durante toda una noche comparten Pereira y Aura Garrido, le valió un Goya como mejor actor revelación. Dejes cercanos a los malos tratos le acompañaron, también, en la serie 14 de abril. La república.
Este diplomado en Trabajo Social casi logra un segundo cabezón, esta vez como personaje secundario y de nuevo junto a Sorogoyen, en Que Dios nos perdone (2016). En la cinta descubrimos a un intérprete 17 kilos por debajo de su peso habitual. Hoy, ya recuperado del periplo, es la gira de La cantante calva la que completa un año profesional muy bueno, según su propio diagnóstico. La pieza le permitió subió por vez primera a las tablas del madrileño teatro Español, un lugar en el que siempre había querido actuar.
A pocos pasos de aquella sala, y entre risas, el actor recuerda su pasado como niño de San Ildefonso. Hasta cantó el premio gordo de la lotería de Navidad dos años seguidos. Una actividad extraescolar como otra cualquiera. Como aquella que le llevó, a los 13 años, a probar el veneno del teatro…