Jorge Dorado
“Necesitas seguridad en ti mismo en cualquier trabajo, pero más aún como actor”
En ‘Objetos’ refrenda su buen ojo eligiendo trama y reparto. Exitoso director de series, ya tiene en la cabeza su cuarto largo: un ‘biopic’ sobre su madre
JAVIER OLIVARES LEÓN
Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha (@enriquecidoncha)
Agradecimientos: Hotel NH Collection Gran Vía (@nhhotelses)
El madrileño Jorge Dorado tiene, digamos, un perfil bajo muy alto: ha sido ayudante de dirección de Almodóvar, Guillermo del Toro y Manuel Gómez Pereira, entre otros. Y, además de aprender con los mejores (y mejorarlos), a los 46 años forma parte del equipo de directores de series de éxito como El ministerio del tiempo, Gigantes o El embarcadero. Tres veces nominado a los Goya, en 2022 ha estrenado su tercer largo, Objetos. Mientras se asiste a su distribución en el extranjero (Rusia, Argentina, Italia, Francia, Alemania... incluso Ucrania, “señal de que la industria allí aún tiene pulso”, asegura), acaba de inaugurar la segunda temporada de la serie The head, en la que quiere centrarse . “Dice Guillermo del Toro que una película tienen dos puertas, la del éxito y la del fracaso, y no sabes la que abres”, fabula. “Somos unos privilegiados, trabajamos en lo que nos gusta”.
¿Cómo es el sabor de boca de su tercera película?
Objetos fue una experiencia muy bonita, con un guion [de Natxo López] que me había llegado hace un montón de años. Y estamos acostumbrados al formato serie, en el que transcurre menos tiempo desde que empieza hasta que se realiza. Digamos que el impulso creativo es mayor. Pero, en un largo, desde que tienes el guion hasta que se financia pueden pasar de dos a cuatro años. Y sucede una cosa rara: cuando te enfrentas al rodaje dices: "Ostras, esto le interesaba al Jorge de hace cuatro años...". Necesitas reconectarte un poco con ese material, de alguna manera.
¿El virus les fastidió mucho?
No, convivimos bien. Tuvimos una particularidad, el rodaje en Jujuy (Argentina), donde era invierno. Como no podía entrar nadie, ni por turismo ni por trabajo, tuvimos que hacer todas las localizaciones en línea, lo cual me daba mucho miedo. Pero había un equipo muy bueno allá y pudimos trabajar bien. Luego pudimos viajar, pero al principio estábamos algo asustados. Nos pasaban por Internet fotos y recreaciones en 3D. Luego fuimos a rodar dos semanas y todo fue perfecto en Jujui.
¿Cuándo se consideró para el reparto a la argentina China Suárez?
Cuando estábamos financiando la película, con la coproducción. En el momento en que en la película entran Televisión Española y el ICAA se abre el reparto.
¿Condiciona en Objetos trabajar con un bellezón como ella? Contrasta con la delicada Aura Garrido [El ministerio del tiempo] o con Verónica Echegui [Objetos], un torrente de fuerza…
No. Al final, lo que permitía esa belleza tan etérea de China Suárez es rellenar grietas del personaje. Era importante retratarla, no con su belleza, sino con su belleza de naturalidad. Se trataba de bajarla a la tierra. Es bellísima, pero vive entre nosotros. Si hubiéramos querido aprovecharnos de su belleza habría quedado algo más falso. Había que luchar contra eso. Al final, se trata de un triángulo amoroso entre Mario, Elena y Sara [Álvaro Morte, Verónica Echegui y China Suárez]. Era importante que Verónica, con toda la energía desbordante que tiene, no enamorara al espectador.
¿El éxito está precisamente en el equilibrio de esas energías y fuerzas?
Exacto. Si te dejas llevar por lo que te ofrecen los actores de forma natural, es posible que se vaya de las manos. Hablamos de enfoque, no de minutaje. Hay que medir todo muy bien. Si percibes demasiada energía conviene equilibrar: existen escenas que son meros mecanismos para que la trama se mueva. Si la energía creada entre los actores se va para otro lado, tú eres el policía para compensar. Ahí está el trabajo del director: frenar los excesos y aprovechar lo que surja de la química entre actores.
No se quejará usted de elenco, en las series y en las películas.
Intento elegir, pero todo tiene que ver con los productores, ya sabe. Con los años tengo un poquito más de poder o control. Pero hay que convencer a los productores y las cadenas financieras. Aunque siempre debes rendir cuentas, tengo cierta semilibertad [risas].
¿Qué recorrido va a tener la película?
No es una película pensada para festivales, está a medio camino entre lo comercial y lo autoral. Diría que es muy de público, se trataba de agarrar el espectador a través del personaje principal, el de Álvaro Morte, Mario.
¿Cree que lo consigue?
Estoy muy orgulloso de su trabajo. Creo que atrapa y que le ha hecho tal y como lo teníamos previsto.
Ha sido usted ayudante de dirección de gente consgrada como Pedro Almodóvar o Guillermo del Toro. ¿Es una zona de confort de la que cuesta salir para rodar solo?
Bueno, tengo ya avanzada otra película radicalmente distinta a Objetos y a las dos anteriores [Mindscape y Teresa], un melodrama de época basado en la vida de mi madre, en la que yo tengo un personaje. Es un proyecto muy personal que acariciaba hace mucho tiempo. No sé si verá la luz en 2023 o 2024. Se titula Cuatro amores y cuenta la vida de mi madre, María Luisa Dorado, desde los años 50 hasta casi los 80.
¿Es amor de madre o, realmente merece un biopic?
Fue madre soltera de cinco hijos y tres maridos. Se quedó embarazada aquí, en España, con lo que significaba eso. Engañó a su familia, no les contó que estaba embarazada, y quiso ser madre en Londres, adonde no la dejaron pasar. Se quedó en Francia, sin dinero y sin hablar francés, viviendo en la calle. Se encontró con un París totalmente colorido, libre, frente a la España gris que vivíamos. Se cuenta la supervivencia de esa mujer en ese entorno y su posterior regreso a España. Una mujer libre, con ansias de libertad, y el contraste, al regreso.
Una aventura en toda regla.
Mi madre tuvo Alzhéimer, pero dejó escrita su biografía, y la película está basada en ese manuscrito. Es un homenaje a ella y a tantas mujeres. Entre los hermanos hay dudas, pero bastante ilusión. Sobre todo salimos en la historia mi hermana mayor, que me saca 20 años, y yo. Somos el hilo conductor. Básicamente es el recuerdo de los hijos a una madre que fue autodidacta, pintora y periodista. Trabajó en la revista Noticias médicas, donde era responsable de la información cultural.
¿Tiene ya a la actriz en la cabeza?
Sí, hay una que me gusta mucho, pero merece pensar en sinergias con el resto de personajes. Entre otras cosas, tengo que buscar un actor que nos intérprete a mí y a mi hermana. Es importante encontrar alguien afín, a nivel energético. Y debe ser una actriz que cubra ese arco de 30-50 años de biografía, desde los 22 hasta una parte de los 70. Un reto, por lo que resulta fundamental la química. Un viaje en el que todo debe funcionar a un gran nivel.
¿A nivel emocional, es mejor trabajar en segunda línea de trinchera, como hizo con Almodóvar, o esto?
En general, en todos los proyectos que hago, aunque sean de encargo, tengo un gran control creativo, muy cercano al guion. En The head trabajo mano a mano con los guionistas. No siento que sea un encargo, intento elegir los proyectos en los que tengo control técnico o soy productor ejecutivo. No noto gran diferencia con lo que es hacer una película, pero esta retrata cosas que conoces de primera mano, como es el caso de la que preparamos sobre mi madre. El vértigo es un poco mayor, porque no vale cualquier cosa. Tengo que encontrar una casa que se parezca a la de mi madre o que tenga el espíritu de lo que me ha contado ella. En ese sentido, llegas a la cama con más angustia que cuando eres segundo, pero por eso es tan importante elegir a los colaboradores y acertar. Para una historia tan personal, no vale un equipo técnico cualquiera, por ejemplo.
¿Repite usted personas del equipo técnico?
Algunas. Depende de los calendarios, porque hay mucho trabajo en el cine, y eso es una suerte. Pero intento coincidir con los que considero mis amigos. Eso hace que el rodaje resulte más familiar. Y es importante que el ambiente sea agradable y no exista tensión en el rodaje. Incluso para los actores. No es lo mismo que venga un actor por un cheque o que realmente se haya involucrado en el guion.
En ese sentido, ¿se parecen grandes éxitos por entregas como El embarcadero o Gigantes, dos de sus series de éxito?
Bueno, hay un momento en el que uno marca [arrancar, en el argot] la dinámica, el look, el enfoque, el color, el estilo, una manera de mover la cámara y... de una manera extraña y mágica, tanto el equipo técnico como actoral, lo interioriza. Podrías estar rodando durante horas, meses y años en esa misma línea. Decía Truffaut, en La noche americana, donde aparecía como actor: "Estamos en la tercera o cuarta semana, mi trabajo prácticamente ha terminado, ahora soy solo un vigilante que certifica que nadie se sale de la senda marcada". La cámara y los actores casi se colocan solos. Pues eso sucede claramente en las series, y también en los largometrajes.
¿Percibió eso en Objetos?
Completamente. Hay un momento en el que Álvaro Morte controla más que yo. Él compone un personaje que trabaja conmigo muy concienzudamente, para pulir sus aristas. Y, a partir de ahí, tiene un gran mérito: es capaz de rodar casi cualquier escena escrita esa misma mañana, de adaptar el personaje a cualquier cosa. Sucede también en la serie The Head.
¿En qué sentido?
Pues que trabajo con actores de todo el mundo, lo que supone un lujo. Es una suerte hacer un casting de suecos, daneses, japoneses, franceses… Tu tablero de juego es el planeta. Y hay un momento en el que hacemos una entrevista a los personajes, algo que no está en el guion. Se pone una cámara, y en la entrevista responden como su personaje. Parte del contenido lo crean ellos, con sus respuestas improvisadas. Cuando el actor dibuja el personaje con solidez le puedes llevar a una realidad cualquiera y ver cómo reacciona, y eso alimenta la historia y el guion. Luego, el director elige. Creo que esa parte de improvisar, los grandes directores lo hacen. Hay que atreverse. Los planes de rodaje son estrechos, pero hay que luchar para que los actores tengan ese espacio. Como si les dijéramos: "Se necesita que esa escena fluya. Vívela". De esas improvisaciones salen cosas maravillosas.
¿Diría que hay actores que parecen nacidos para capítulos cortos de una serie o para la hora y media de un largometraje?
No tiene que ver. La riqueza de la serie es que el personaje se enfrenta a más cosas en más momentos. Crea un personaje más rico: su arco va y viene, es mucho mayor. En un largometraje hay inicio, medio y final, y hay que trabajar para llegar ahí. Tendrían que decirlo ellos, pero creo que, para los actores, un buen personaje de una serie es mejor que un personaje de una película. Sobre todo, si es una serie de muchas temporadas: en cada una puedes explorar nuevas vías de este personaje. Como el de John Lynch en The head. Es el mismo personaje, pero lo hemos compuesto con la experiencia de lo que le sucede. Eso da una riqueza, porque ves crecer al personaje.
¿Y eso permite engancharse a las temporadas de forma independiente?
Sí, es posible. Hace poco me encontré a Hugo Silva, y me decía que llegaba un momento en el que él hablaba como Pacino, su personaje en El Ministerio del tiempo. Lo tenía tan interiorizado que hacía clic y era Pacino. Y eso solo lo consigues en una serie.
Todos sus hombres son recios, duros: Hugo Silva, Rodolfo Sancho, José Coronado, Álvaro Morte.
Quizá es porque me siento identificado con el cine con el que crecí. Detectives oscuros, densos, cine negro. Forma parte de mi infancia. Quizá es lo que me habría gustado ser y no soy [risas]. Decía Brian de Palma que "uno hace las películas que le atormentan".
¿Y cómo plasma esa virtud en los perfiles femeninos?
Creo que Marian Álvarez, en Teresa, hizo un personaje que también formamos con mucho amor. Se lanzó a la piscina a hacer un personaje complicadísimo, como Santa Teresa de Jesús. Ese aire de mujer revolucionaria y feminista en esa época, más allá de la mística y la escritura, lograba esa fuerza de los personajes masculinos.
¿Cree que José Coronado mejora con los años, como percibe el espectador medio?
Completamente. Cada vez es mejor actor. Tiene un control sobre su cuerpo y su voz desde hace muchos años. Al principio hacía un tipo de papel, en Salsa rosa o Yo soy esa. Pero ha hecho un viaje muy profesional. Es muy trabajador, un tipo que ama esta profesión y trabaja sin parar. Hay muchos actores a los que les sucede eso, como Víctor Clavijo.
Da la sensación, y también desde fuera, de que ellas lo tienen más difícil. Que hay un síndrome de Meryl Streep o Verdú: solo trabajan algunas.
Bueno... mira Emma Suárez y las otras actrices de esta serie titulada Intimidad. Cada vez hay más perfiles de personajes para mujeres maduras. Y cada vez hay más mujeres guionistas y directoras.
¿Quién le ha sorprendido en su carrera, desde la intepretación?
Guardo una anécdota bonita, con Mark Strong en Mindscape. Me generaba muchas dudas, porque en el modelo de cine americano que se financia de esta manera necesitas a una estrella para convencer a los inversores. Se barajaron los nombres de Eric Bana, San Rockwell o Clive Owen, con el que entrevisté en Londres. Al final no encajaban, o por fechas o por presupuesto, y surgió Mark Strong. Hicimos muchas lecturas del personaje, charlamos mucho. En un momento dado percibió mis dudas y me dijo, en inglés: “No te preocupes, Jorge, te va a encantar mi trabajo”. Yo le daba biografías a leer, le hacía preanálisis de ciertas escenas... y se percató de mis dudas. Me fascinó que un actor tuviera una autoconciencia de lo que podía dar de sí.
Supongo que ahora utiliza esa receta.
En efecto, es algo que aplico cuando trabajo con actores jóvenes: “La fuerza está dentro de ti. Interioriza lo que tienes y déjate llevar. No tengas dudas en proponer, y alargar o acortar las escenas”, les digo. Aquella reacción de Strong me ha ayudado mucho en mi carrera y en la forma de verme como director. Es fundamental trabajar la seguridad en sí mismo en cualquier trabajo, pero sobre todo en el actoral. "Disfruta".
¿Le piden trabajo los actores?
Últimamente me mandan currículos y videobooks. Algunos son conocidos, incluso, y llevan más de un año sin trabajar. Por ejemplo, una chica a la que hice un casting, que parecía estar en todos los proyectos, y de repente estaba parada. Sorprendente. Respondo a todos, y archivo los correos. Hay ocasiones en las que el e-mail o el videobook te llegan en el momento adecuado y encaja en el perfil. Animo a todo el mundo que escriba o se mueva.
¿Y al revés? ¿Quién le interesa?
Hay un actor sueco con el que quiero trabajar, Claes Bang. Quise meterlo en The head. Si hay una temporada III intentaré contar con él, porque me parece un intérprete inmenso. Y, por supuesto, trabajaría con Javier Bardem, por esa implicación extrema que tiene de los personajes. Es un regalo bonito para la carrera de cualquier director.
¿Y entre ellas?
Hay una actriz que me encanta, Pilar López de Ayala. No sé por qué no sigue trabajando. Su etapa indie me encantó, sobre todo aquella que hizo con José Luis Guerín (En la ciudad de Sylvia). Tenía un potencial increíble. Muchos la echamos de menos.