– Hipólito hacía de su hermano. ¿A eso se refiere?
– Es más que eso. Desde aquel montaje somos como hermanos. Luego entré por cabezonería en un taller que impartía José Carlos Plaza para Eloísa... Yo no estaba en el reparto, pero iba cada día a la puerta. José Carlos, lógicamente, no me dejaba entrar. Hasta que me colé. Se dio cuenta y me dijo: “Te has colado, ¿eh? Has hecho bien”.
En abril de 1995, 15 años después de aquel Sueño de una noche de verano, se emitía por televisión el octavo episodio de la segunda temporada de Médico de familia, la serie protagonizada por Emilio Aragón, que entre 1995 y 1999 encandilaba a España con la historia de amor entre el doctor viudo y su cuñada (Lydia Bosch). La peculiaridad de ese capítulo es que en él debutaba Marcial González, su personaje, un celador bonachón que estaba imposiblemente enamorado de Gertru (Lola Baldrich).
– La popularidad llamó a su puerta. Al abrir, ¿notó un golpe de frío o de calor?
– Ya me he habituado a que tantos años después la gente siga llamándome Marcial. Tiene mérito que aún se acuerden de mi papel. Soy extrovertido, hablo con todo el mundo, pero la fama me da igual.
– ¿Qué era lo mejor de aquel trabajo?
– La receptividad a tus propuestas. Se esperaba de ti que aportaras. Le dije a Emilio [Aragón] que me encantaba trabajar así. Y me contó que ese talante lo heredaba de su familia, una familia de payasos que iba poniendo su carpa aquí y allá. “Así se funciona en el circo”, decía. Ellos ya habían inventado la tormenta de ideas.